Cada vez se habla más de potenciar el descanso, pero se sigue cometiendo el mismo fallo: pensar que cambiar el color de la pared basta. Pintar un dormitorio de un tono suave ayuda, sí, pero no es una solución mágica. Si el espacio está saturado de objetos, mal iluminado o con una distribución incoherente, el cerebro sigue sin desconectar.
Sara Escolà lo explica sin rodeos: "El color, por sí solo, no lo resuelve todo. La clave está en crear un entorno con capas". Con más de veinte años de experiencia y al frente de la sede europea del Feng Shui Cultural Center International, Escolà combina sabiduría oriental y neurociencia contemporánea para ayudar a las personas a transformar sus espacios —y con ellos, sus rutinas vitales.
Cómo los colores incorrectos te impiden dormir
"La ciencia lo confirma: el entorno modifica nuestra biología", asegura Escolà. "El color, la forma, la disposición y la atmósfera de un espacio impactan directamente sobre nuestro equilibrio interno y nuestro estado vital en general".
En el caso de los dormitorios, el problema es que muchas veces se utilizan colores que estimulan en lugar de relajar. "Cuando estamos expuestos a colores muy saturados, estridentes o con alto contraste en el dormitorio —un espacio que, por naturaleza, debería invitar al descanso—, se activan áreas del cerebro vinculadas al estado de alerta". Tonos como el rojo intenso, el naranja neón o ciertos violetas eléctricos pueden parecer modernos o con personalidad, pero lo que hacen es mantener al sistema nervioso en vigilancia constante.
"Estos colores estimulan la liberación de cortisol, la hormona del estrés, y elevan la frecuencia cardíaca, interfiriendo con los procesos previos al sueño profundo", añade. Además, "incluso con la luz apagada, los estímulos visuales residuales pueden retardar la desconexión sensorial necesaria para dormir profundamente".
El impacto va más allá de no conciliar el sueño rápido. Según Escolà, "este tipo de entornos puede inducir microdespertares, reducir la eficiencia del sueño y alterar las fases REM".

Dormitorio estilo neutro y natural en una vivienda en Mallorca. Proyecto: Jaime Salvá
Ricard López
¿Qué colores sí ayudan, y por qué?
No se trata de eliminar todo lo que tenga color, sino de hacer una selección inteligente. "Las gamas cromáticas más propensas a generar sobreestimulación son aquellas que combinan alta saturación con brillo, como los rojos intensos, fucsias, naranjas eléctricos, amarillos muy luminosos o ciertos azules muy vivos", afirma Escolà.
También hay que prestar atención a las combinaciones. "Los contrastes marcados, como blanco y negro o colores complementarios muy definidos, obligan al sistema visual a estar en procesamiento continuo. Eso también cansa".
Su propuesta pasa por volver a lo natural: "Recomiendo trabajar con una paleta cromática inspirada en la superficie terrestre: esos tonos que evocan estabilidad, contención y arraigo. Colores como el visón claro, el beige piedra, el topo suave o el arcilla tostado aportan calidez sin sobresalto y serenidad sin rigidez”.
Pero, insiste, el color es solo una parte del todo.
Un dormitorio real: cómo aplicar el criterio de capas
Pensemos en un caso concreto. Un dormitorio de 12 metros cuadrados, con una pared en azul marino, cortinas pesadas en gris oscuro, ropa de cama con estampado gráfico en blanco y negro y un aplique de luz fría junto a la cama. Nada de esto ayuda a descansar, aunque no haya ruido ni pantallas.
Desde el enfoque de Sara Escolà, habría que actuar por capas. Primero, bajar el nivel de contraste: sustituir la ropa de cama por textiles en tonos arena o piedra. Después, incorporar texturas naturales: lino, algodón lavado, madera sin barnices brillantes. "Una manta sobre un sillón tapizado en lino, unas cortinas translúcidas o un cojín en una tonalidad terrosa complementaria pueden dar vida y profundidad a la estancia sin alterar su vocación de refugio", sugiere.
En cuanto a lo visual, eliminar el estampado de alto contraste y colgar una imagen mural con formas orgánicas o naturaleza abstracta puede modificar completamente la percepción del espacio. "Un dormitorio puede ser sereno sin ser neutro. Puede ser profundo sin ser oscuro. La belleza está en los tonos que no gritan, pero contienen", resume.
Y no es solo estética: según Escolà, crear un entorno que dé confianza al cuerpo es parte del trabajo. "Colores que nos invitan a cerrar los ojos, a soltar la tensión, a volver al cuerpo. A descansar desde un lugar de confianza".