Hay personas que piensan mejor cuando caminan, otras que necesitan una lámpara encendida y una taza caliente entre las manos. Pero hay un tipo de sensación que atraviesa a todos, incluso sin que nos demos cuenta: la manera en que el espacio nos envuelve influye en cómo pensamos, sentimos y hasta cómo aprendemos. El techo, por ejemplo, no está simplemente "ahí arriba": es una especie de interlocutor silencioso. A veces nos anima a expandirnos; otras, a recogernos.

En este cruce de percepciones trabaja Ana Mombiedro, arquitecta, neuropsicóloga y autora de libros como Neuroarquitectura, aprendiendo a través del espacio. "He necesitado más de 10 años de investigación y estudio para comprender cómo nuestro Sistema Nervioso y nuestro cuerpo forman equipo con el espacio que nos rodea, dando así lugar al maravilloso mundo de la percepción", afirma. Lejos de ser un concepto abstracto, la neuroarquitectura tiene aplicaciones muy concretas, como demostrar que un techo bajo puede reconfortar y uno muy alto, agobiarnos… aunque no siempre. Todo depende del cuerpo, la actividad y del diseño.

A partir de 2,20 metros, los arquitectos han pintado una franja en un tono gris verdoso que abarca techos y molduras. Como ellos mismos explican, es un buen recurso si se dispone de un presupuesto limitado

¿Techos altos, ideas más grandes?

"Hay investigaciones que sí que han asociado el techo más alto con pensamiento creativo", explica Ana. Pero enseguida matiza: no se trata solo de centímetros. "Lo que nos interesa no es tanto la relación entre el techo alto y el proceso cognitivo, sino la proporción del espacio". Y aquí entra un concepto clave que nos devela la experta: el embodiment, difícil de traducir al castellano, pero vital para entender cómo experimentamos un lugar.

"Se trata de esta habilidad que tiene el cuerpo de conocer el espacio haciendo una mímesis entre lo que sucede dentro de él y lo que sucede en el entorno. Por eso hablamos tanto de la escala del espacio", aclara. Un pasillo de 90 centímetros de ancho y casi tres metros de alto no se vive igual si se mide metro setenta o si se es un niño de 90 centímetros. Cambia la percepción, cambia la emoción, cambia el pensamiento.

Esta relación entre cuerpo y entorno es lo que hace que la arquitectura sea, en el fondo, una forma de diálogo. Uno que se entabla no solo con la vista, sino también con el oído.

Cosas de palacio - dormitorio techo bóveda Can Armengol

Cuando el techo "habla": la percepción acústica del espacio

"El techo lo percibimos no solo con la visión, sino a través de la audición", dice Ana con rotundidad. Y para entenderlo basta imaginar un salón con mucha reverberación, donde las voces hacen eco y el ambiente se vuelve incómodo. "Si tenemos una altura de techo mucho más alta y los materiales que hay son reflectantes, el tiempo de reverberación va a ser mayor, va a haber más eco y menos nivel de confort. Mientras que si el techo está un poquito más bajo, va a haber mayor sensación de recogimiento".

Pero, ¿qué pasa si la altura del techo no acompaña la actividad? Por ejemplo, en una biblioteca, un comedor o un aula. "En estos casos, es mucho más agradable tener un techo más alto, pero también, por ejemplo, tener vistas a la naturaleza, poder fijar la vista a un espacio más lejano para descansar la visión", señala. Y añade: "Cuando estamos en un grupo más pequeño, normalmente las personas se sienten mejor cuando el techo está un poquito más bajo porque nos sentimos más recogidas". No es tanto una cuestión de estética como de biología.

lámpara de techo Fora de Bover

Alternar alturas: el diseño como coreografía emocional

La clave para diseñar espacios verdaderamente sensibles, según Ana, está en la alternancia. "El consejo es alternar entre diferentes alturas de techo para producir sensaciones de comprensión y descompresión". Y pone un ejemplo que casi todos conocemos: entrar en una catedral. Primero, una pequeña compresión en la entrada, con techos bajos y menos luz. Luego, el gran despliegue vertical del interior, con eco, silencio y una sensación de solemnidad. "Ahí se produce un momento de lo que en neuroestética se conoce como deleite", explica.

¿Y eso cómo se traduce a una vivienda? Ana lo tiene claro: "El dormitorio puede ser una zona de compresión, pero el comedor o la cocina pueden ser zonas de descompresión". Diseñar pensando en cómo se mueve el cuerpo, cómo se concentra la atención o cómo se relaja la mente es una forma de cuidar. "Si hay un exceso de techos altos, se pueden usar elementos que hagan que la sensación del techo baje, como colgar telas o soluciones acústicas. Ahí es donde entra la creatividad del diseñador, que es fundamental".

Uno de sus ejemplos favoritos es la Casa Estudio de Luis Barragán, en México: "Entras como por un zaguán, un pasillo, donde lo último que te esperas es al abrir la puerta y llegar a esta casa toda rosa. Se produce este efecto de deleite y luego las estancias van jugando con estas alturas de techo".

Escalera en una casa con vigas de madera del arquitecto mexicano Luis Barragan

Casa Estudio de Luis Barragán en Ciudad de México

Lorenzo Zandri © 2020-1

Percepción, proporción y propósito

¿Hay alturas de techo buenas o malas? Ana prefiere reformular la pregunta: “¿Qué es una altura de techo desfavorable? Depende del tamaño de la persona. Creo que una altura de techo desfavorable es aquella que, por las condiciones espaciales, como el sonido, produce malestar”.

Y allí entran en juego herramientas como la luz, los colores y, especialmente, los materiales acústicos. Un techo puede parecer más alto o más bajo, puede sentirse lejano o cercano, puede invitar al movimiento o al recogimiento. Pero siempre, siempre, tiene una influencia real sobre nosotros.

La neuroarquitectura, en ese sentido, es un recordatorio de algo importante: el espacio no es solo donde vivimos, sino cómo vivimos. "Las cosas no son lo que son, sino lo que percibimos", concluye Ana Mombiedro. Y lo percibido, bien diseñado, puede ser mucho más amable que lo medido en metros.

Sobre Ana Mombiedro:

Ana Mombiedro es arquitecta y neuropsicóloga. Trabaja en investigación aplicada en la empresa líder mundial en diseño de espacios para el aprendizaje Kidzink, en Dubai. Es profesora en la Universidad de Alicante, donde también coordina el Máster en Neuroarquitectura. Sus libros más recientes son: 

- Neuroarquitectura. Aprendiendo a través del espacio. (2022)
- Espacio, cuerpo y mente (2024)
- Arquitecturas del Bienestar (2025), donde ha participado con un capítulo sobre Neuroarquitectura del espacio educativo.