Una tostadora que pita. Una lámpara LED azulona encendida a media tarde. Una esquina llena de cables, de papeles, de cosas que no sabes muy bien por qué sigues guardando. Puede que creas que lo toleras todo bien. Pero tu sistema nervioso no opina lo mismo.
"Diseñar entornos seguros es diseñar felicidad", explica la arquitecta e interiorista María Gil, fundadora de la Academia Española de Neurociencias y autora del Método AENAD®, una metodología pionera basada en la neurociencia cognitiva y afectiva. Con motivo del Yellow Day, el llamado día más feliz del año que se celebra el 20 de julio, Gil lanza una pregunta que busca una reflexión: ¿Y si tu casa también pudiera hacerte feliz?
No se trata de tirar tabiques ni de redecorar con tres suculentas y un espejo redondo. Se trata de algo mucho más esencial. Algo que empieza antes incluso de elegir los cojines del sofá: nuestra biología.

Comedor decorado con tonos neutros en un piso en Jorge Juan, Madrid. Home staging: Paula Mataix
Kelly Hurd
Diseñar desde el sistema nervioso
"La felicidad no está en una estética determinada, sino en lo que esa estética le comunica al cuerpo", defiende Gil. Para ella, el entorno no es un decorado neutro. Es un sistema de estímulos sensoriales que, queramos o no, nuestro cuerpo interpreta a toda velocidad. "La neurocepción (la capacidad inconsciente del cuerpo para detectar seguridad) evalúa un espacio en menos de un segundo. Y si no lo considera seguro, activa respuestas de lucha, huida o bloqueo".
De hecho, como recuerda, "puedes estar con tu pareja, pero si hay ruido, caos, luces frías o desorden, tu sistema nervioso entra en alerta. Y desde ahí no hay escucha, no hay presencia, no hay conexión".
Esto no ocurre solo en las relaciones. Pasa en el trabajo, en el descanso y también en nuestra percepción de nosotros mismos. De ahí que los espacios importen tanto. "El entorno impacta en el cuerpo. Y el cuerpo, en la mente", resume.
Pequeños cambios, grandes efectos
La buena noticia es que no hace falta mudarse a una casa con jardín ni hacer reformas integrales. "No se trata de reformas costosas. Se trata de intención. De microdecisiones conscientes", dice Gil. Bajo esa premisa, ha estructurado su enfoque en tres pilares básicos que toda casa puede incorporar, con independencia de su tamaño o presupuesto:
1. Naturaleza real o simulada
"Las formas orgánicas, los colores de la naturaleza, el sonido del agua o la luz solar no son un capricho estético: son necesidades biológicas", recuerda la experta. Incorporar materiales naturales, estampados vegetales o incluso una imagen de un paisaje puede activar en nuestro sistema nervioso la sensación de hogar y bajar el estrés. Las plantas, por ejemplo, no son un adorno: "reducen la ansiedad hasta un 30%", apunta.
2. Personalización emocional
Una foto familiar, un recuerdo de infancia, una manta hecha a mano. Todo eso, que muchas veces escondemos en aras de la estética neutra, es crucial. "Los objetos con valor emocional activan áreas del cerebro asociadas al bienestar, la pertenencia y la identidad", dice Gil. Y cita un estudio del Instituto de la Felicidad de Copenhague que reveló que el 85 % de los recuerdos felices están asociados a un entorno concreto. "Y no era un lugar perfecto. Era significativo".
3. Biohabitabilidad
¿Tu casa te da dolor de cabeza? No es casual. Según la OMS, el 30 % de los edificios están "enfermos". Una mala ventilación, una mala acústica, un exceso de luz artificial o materiales sintéticos pueden generar síntomas como fatiga, insomnio, irritabilidad o falta de concentración. "Un buen diseño debe respirarse, oírse y sentirse bien", afirma la experta.
Recomendaciones para practicar la neurofelicidad
La teoría está clara. Pero, ¿cómo se traduce esto en acciones cotidianas? Gil propone una lista sencilla basada en evidencia científica:
• Enciende luces cálidas o velas al atardecer. Suavizan el ritmo y favorecen las conversaciones.
• Introduce texturas naturales como lino, madera o piedra.
• Coloca flores frescas: activan zonas cerebrales vinculadas al bienestar.
• Decora con fotos de momentos felices: pueden elevar la productividad hasta un 32%.
• Crea un rincón de silencio para respirar y descansar tu sistema nervioso.
• Rodéate de plantas.
En este sentido, su enfoque se aleja del diseño aspiracional para acercarse a un diseño profundamente humano. "La falta de conciliación entre nuestros entornos actuales y nuestras necesidades biológicas ancestrales está contribuyendo, junto con el avance de la tecnología y la pseudo conexión social, al incremento exponencial de trastornos de ansiedad, depresión e incluso suicidio en adolescentes", alerta. Y por eso insiste: hay que volver al cuerpo.
Diseñar felicidad
Los entornos que habitamos, nuestras casas, nuestras oficinas, incluso las aulas o los hospitales, están constantemente comunicando algo al cuerpo. Y ese mensaje, aunque invisible, puede construir o desestabilizar nuestra percepción del mundo.
"El mayor predictor de la felicidad es la calidad de nuestras relaciones personales", recuerda Gil citando el Estudio de Desarrollo Adulto de Harvard. Pero esas relaciones no florecen si nuestro cuerpo está en modo defensa.
"Como dijo Martin Seligman, padre de la Psicología Positiva: 'No se trata de eliminar lo que nos hace infelices, sino de estimular lo que sí nos da felicidad'". Y uno de esos estímulos, muchas veces olvidado, es el espacio. Tu casa puede hacerte feliz.