Cambiar los muebles de lugar tiene algo misteriosamente terapéutico. Una especie de exorcismo doméstico donde lo que arrastras no es solo una estantería, sino también un montón de recuerdos que ya no pintan nada. Es como cambiar la funda del edredón: parece un detalle tonto, pero mejora tu noche por completo. Moverlos justo cuando acabas de dejar a tu pareja es el primer paso hacia la recuperación.

Cualquiera que haya pasado por una ruptura lo sabe: hay un momento en el que tu casa, antes refugio, empieza a oler demasiado a “nosotros”. La taza compartida, la lámina que elegisteis juntos, el sillón donde veíais White Lotus… Todo se convierte en un altar involuntario. No hay feng shui que lo aguante. Así que toca mover piezas, literalmente. Redecorar no es una frivolidad: es una herramienta poderosa de reconstrucción personal.

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La limpieza radical es estética y emocional

Primero, fuera el apego. Literalmente. ¿Qué objetos están asociados directamente a tu ex o a la vida en pareja? Si la respuesta es “demasiados”, hay que actuar con decisión. Donar, regalar, vender o guardar en una caja (lejos de la vista y del corazón) son todas opciones válidas. Ojo: no se trata de negar el pasado, sino de dejar espacio para lo nuevo.

Este primer paso no es decorativo, pero es imprescindible. Un espacio lleno de recuerdos tristes es como un archivo corrupto: ralentiza todo el sistema. Aprovecha para hacer limpieza real, que nunca viene mal. Dicen que la acumulación física refleja la mental. Y aunque esa frase esté en todas las revistas de autoayuda, tiene su parte de verdad.

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Mueve cosas, cambia el eje, respira diferente

Una forma sencilla y eficaz de resetear tu casa (y tu cerebro) es cambiar la distribución. Mueve la cama de sitio. Gira el sofá. Cambia la alfombra de orientación. Este tipo de transformaciones tienen un impacto visual y sensorial inmediato. Tu cuerpo reacciona: dejas de asociar ciertos ángulos o rincones con dinámicas pasadas. Redibujas tu territorio.

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Compra algo nuevo, pero SIN VOLVERTE loco

Sí, renovar un cojín puede parecer una tontería. Pero elegirlo tú, solo tú, con tus colores y tus criterios, puede ser más terapéutico que una sesión express de terapia. La decoración postruptura no trata de arrasar con una tarjeta de crédito y montar una casa en una semana. Se trata de introducir pequeños gestos de autoafirmación. Elegir una lámpara que te hace gracia (y que a él o ella no le gustó). Colgar un cuadro que compraste en ese viaje que hiciste sin pareja. Pintar una pared con un color que a tu ex le horrorizaba.

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Convierte tu casa en cuartel general de tus amigos

Después de una ruptura, la tentación de convertirse en ermitaño es fuerte. Pero cuidado: aislarte en tu cueva de series no es siempre la mejor opción. Una alternativa mucho más saludable (y divertida) es transformar tu casa en un punto de encuentro. 

Piensa en detalles funcionales pero acogedores: una mesa despejada para cenar sin apretar, algunas sillas extra que no tengas que rescatar del trastero cada vez, copas que no sean reliquias de promociones de supermercado y, si te animas, un rincón tipo barra improvisada con tus botellas favoritas y vasos a la vista. Reírte con gente que te quiere en tu propio espacio es fundamental. Te recuerda que la casa no está rota y tú tampoco. 

La casa también eres tú

En arquitectura, hay una idea preciosa: el “vacío habitado”. No es lo que hay en una casa, sino el espacio que se genera entre lo que hay. Lo mismo pasa después de una ruptura. Te quedas con una estructura, sí, pero los huecos parecen gigantescos al principio. Redecorar no los llena con urgencia, pero sí redefine los contornos. 

Sobre todo: no te apresures. Puedes ir rincón por rincón. Semana a semana. El objetivo no es tener una casa de portada, sino una que te haga sentir seguro. A veces solo hace falta una manta nueva. Otras, una juego de comedor completo. O una planta que crece contigo (no subestimes el poder de una Monstera bien colocada).