Con sus hojas gruesas, su resistencia casi mágica y su fama como planta “todoterreno”, el aloe vera es una de las suculentas más populares del mundo. Ya sea en el alféizar de la cocina, en una terraza o como punto verde en una estantería del salón, es difícil resistirse a su estética minimalista y sus beneficios cosméticos.
Pero aunque parezca fácil de cuidar, no siempre termina de prosperar como debería. ¿La buena noticia? El jardinero, paisajista e investigador botánico Eduardo Barba tiene las claves para descubrir qué está fallando. “Mi padre tiene un aloe vera que con solo un par de horas de sol ya le florece”, nos confiesa. Y claro, queremos saber su secreto.
Sol, el ingrediente imprescindible del aloe
Eduardo lo resume en una palabra: sol. “Es una planta que está acostumbrada a crecer en sitios con insolación directa, entonces le tendríamos que procurar como mínimo eso, unas cuantas horas de sol”.
Y es que el aloe no es una planta de sombra, por mucho que se acomode a espacios interiores. De hecho, si no recibe la luz que necesita, se debilita y se vuelve pálido. “Hay gente que la cultiva en zonas semisombreadas, y bueno, pueden tenerla un poquito más sin ese sol directo, pero no se ponen tan bonitas”, señala.
Y atención, porque hay un detalle que muchos desconocen: el aloe cambia de color con el sol. “Te dicen: ay, es que mi aloe antes estaba tan verdecito y ahora se ha puesto de un color un poco marrón. Pero no es que se haya quemado: se pone morena”.
¿Puede florecer el aloe vera? Sí, y así es su flor
Aunque no es habitual verla en interiores, el aloe vera también florece si está bien cuidado. Y su flor es todo un espectáculo. “Saca una flor muy bonita, en forma de racimo, precioso hacia arriba”, explica Eduardo.
Suele aparecer en primavera o verano, y tiene unos tonos amarillos o anaranjados que contrastan con el verde de las hojas. “Tiene forma de racimo. Parece como un racimo de uvas. Sí, o de plátanos. Pero en lugar de estar colgado, está para arriba”, añade. ¿La clave? Un lugar con luz directa, buena ventilación y riego muy moderado. Si consigues ese equilibrio, la planta no solo vivirá… sino que te regalará flores.
Cuidados básicos para tener un aloe feliz
- Luz solar directa: Lo más importante. Busca un rincón con sol directo durante al menos un par de horas al día. Una terraza orientada al sur o una ventana luminosa son perfectas.
- Poco riego: Menos es más. Riega solo cuando la tierra esté completamente seca. El exceso de agua es el enemigo número uno de esta planta.
- Maceta con buen drenaje: Necesita una maceta con agujeros y un sustrato que no retenga demasiada humedad. Mejor uno especial para cactus o suculentas.
El aloe vera es mucho más que una planta decorativa. Es resistente, estética y, si se dan las condiciones adecuadas, sorprendente. Como bien dice Eduardo Barba, no necesita grandes cosas para estar feliz. “Con solo un par de horas de sol ya le florece”, nos recuerda. Quizá lo único que pide es que dejemos de subestimarla. Y que la pongamos al sol.