Bienestar es hoy una palabra clave en la arquitectura residencial. Sin duda, la casa del futuro también será sostenible, tecnológica y flexible, pero todas estas características no dejan de ser “un vehículo para diseñar casas en las que nos sintamos bien”, opina la arquitecta Laura Ortín, fundadora del estudio Architecture for Happiness, con sede en Murcia.
“El bienestar no será solo un objetivo más del diseño doméstico –continúa Ortín, sino el criterio que lo defina todo. La casa del futuro no se entenderá por sus metros cuadrados ni por la tecnología que integre, sino por cómo nos haga sentir. Será un refugio emocional, sensorial y psíquico. Todo lo demás (eficiencia energética, domótica, flexibilidad, sostenibilidad) son herramientas al servicio de ese fin superior: vivir mejor”.

La casa del futuro será un refugio emocional y físico. Proyecto: Casa Curvy, de Laura Ortín
David Frutos / cortesía: Laura Ortín Architecture for Happiness
La pandemia del coronavirus como catarsis
La pandemia marcó un antes y un después en todo lo relativo al hogar. Desde entonces hemos dejado de verlo como un mero contenedor de vida y lo entendemos como un agente activo en nuestra salud mental, física y emocional. La luz natural, los materiales, los colores, la acústica o la relación interior-exterior han dejado de ser cuestiones solo estéticas para transformarse en aspectos que definen cómo percibimos el hogar y cómo nos hace sentir. “La neurociencia lo ha confirmado: el entorno modifica nuestros niveles de cortisol, de atención, de descanso, de estrés. Y eso hace que el diseño ya no sea solo cuestión de estilo o función, sino de impacto neurofisiológico. En este contexto, hablar de casas es hablar de emociones y de relaciones. El hogar del futuro será más humano, más adaptable, más consciente; y, sobre todo, estará diseñado desde y para el bienestar”.

"Una casa bien pensada emocionalmente, cambia la vida de quien la habita”, opina Ortín. Proyecto: Jaime Salvá
Ricard López
Ya no diseñamos solo espacios, sino experiencias
“La casa perfecta del futuro no será la más inteligente, sino la que mejor nos entienda”, cree la arquitecta, que desde su experiencia lo ha comprobado una y otra vez: “cuando una casa está bien pensada emocionalmente, cambia la vida de quien la habita”.

Dormitorio con espacio de trabajo
David Frutos / Proyecto: Laura Ortín Architecture for Happiness
Vamos a demandar casas flexibles
El concepto de flexibilidad es otra de las características que, según el estudio de Cosentino, va a ser clave en la casa del futuro. “La flexibilidad no es una moda, sino una respuesta real a cómo vivimos hoy. Las casas ya no pueden ser rígidas ni tener espacios con un solo uso. Hoy un salón puede ser oficina, gimnasio o aula, y eso exige que el diseño sea más inteligente, más intuitivo”, dice la arquitecta.

En esta vivienda, al deshacerse de tabiques, todos los espacios de la planta baja se relacionan mejor. Proyecto: Estudio Nodopía
German Cabo
La flexibilidad no tiene que ver disfrutar de muchos espacios estancos
Pero diseñar espacios flexibles “no es llenar la casa de tabiques móviles ni pensar en grandes transformaciones”. A veces, sencillamente se trata de “dejar respirar la planta, de evitar pasillos muertos, de permitir que la vida se mueva sin fricción. Es más una cuestión de actitud que de mecanismos. Yo lo veo como una arquitectura más ligera, que se adapta sin imponer”.
En todo caso, la flexibilidad no es igual para todo el mundo. No todas las personas necesitan que su casa cambie constantemente. Hay quien necesita estabilidad, lugares que no se transformen, que permanezcan. Para la arquitecta, el reto a la hora de diseñar casas en el futuro estará en “leer bien a quien va a habitar el espacio y encontrar el equilibrio entre cambio y refugio porque, al final, no diseñamos casas genéricas, diseñamos para personas concretas”.

La tecnología en todos sus aspectos también será un aspecto clave en la arquitectura residencial del futuro
Mauricio Fuertes / Proyecto: The Room Studio
Una tecnología que no deshumanice la casa
La tecnología tiene que estar al servicio de las personas. Debe ser una herramienta silenciosa que no sea protagonista. No se trata de llenar la casa de pantallas o sensores que lo controlen todo, sino de integrar la tecnología de forma invisible, amable, que facilite la vida sin ocuparla. “Una casa hiperconectada pero fría, donde todo es automatizado y nada emociona, no es un hogar”. Por eso, el reto de la casa del futuro está en encontrar ese equilibrio: “que la tecnología aporte bienestar, confort y eficiencia, pero sin anular la identidad del espacio ni la conexión emocional con él. Prefiero una arquitectura que emocione antes que una que impresione”, asegura Ortín.