Los espacios pequeños pueden funcionar como haikus si sabes cómo: breves, pero capaces de contener muchos enteros. Este piso alargado de 65 metros es un ejemplo perfecto. El estudio Júlia Brunet, liderado por Mireia Torruella, ha logrado convertir una distribución complicada en un hogar cálido, funcional y lleno de luz.
La vivienda, situada en Manlleu (Barcelona), arranca con un reto muy de siglo XXI: una planta estrecha y alargada que podría haber acabado convertida en un túnel con muebles. Pero no. Aquí hay puertas con aperturas superiores para dejar pasar la luz, una distribución fluida que no tropieza con esquinas caprichosas y una selección de materiales que no busca alardear, sino acompañar. El resultado: un espacio que se respira y se entiende.
Ladrillo, luz y decisiones que suman
La zona de día condensa algunos de los gestos más brillantes del proyecto. Un arco de medio punto —de esos que dan ganas de hacerles foto cada vez que pasas por debajo— conecta la cocina y el salón. Aquí, los muros originales de ladrillo visto y las vigas de acero en el techo mantienen la memoria industrial del edificio, pero sin imposturas: no se trata de ir de loft neoyorquino, sino de encontrar belleza en lo que ya estaba ahí.
Para compensar esa textura más cruda, el estudio diseña un mobiliario a medida de líneas suaves y tonos neutros que aportan calidez sin empalagar. Un aparador diseñado ex profeso recorre toda la estancia, uniendo visual y funcionalmente cocina y salón como si siempre hubieran querido estar juntos.
La luz es otra protagonista bien tratada. Las puertas altas, con aperturas superiores, permiten que la claridad natural —esa materia prima que no se fabrica, pero se puede domesticar— recorra el piso de punta a punta. Incluso el pasillo, ese espacio a menudo olvidado, gana vida al recibir parte de esa iluminación compartida.
Cocina con dos alturas y diseño con criterio
La cocina, abierta al salón, sigue la lógica del proyecto: todo está medido, pensado y hecho a medida. Los módulos altos empotrados eliminan el ruido visual, la encimera Khalo de Dekton introduce un punto decorativo con su cromatismo rico y la isla central se convierte en un eje funcional con múltiples personalidades.
¿Desayunos informales? Taburetes altos modelo CH48 de Carl Hansen tapizados en piel. ¿Comidas largas? Una mesa a una altura más cómoda, también diseñada por el estudio, con sillas Kol de Treku. La clave, una vez más, está en el diseño al servicio de la vida cotidiana, y no al revés.
Dormitorio con intención, baño con ingenio
El dormitorio apuesta por la limpieza visual. Los armarios, lacados del mismo color que las paredes, desaparecen en la arquitectura. Pero eso no significa que no haya personalidad: el cabecero, tapizado con suaves toques magenta, y la mesita Tung de &Tradition añaden ese guiño de color que rompe la monotonía. La lámpara Fragile de Marset, con su ligereza de vidrio, remata un conjunto que prioriza el descanso sin renunciar al diseño.
El baño también juega con la sorpresa desde la lógica: un espejo que va de pared a pared y de suelo a techo amplía el espacio sin necesidad de reformas milagrosas. El terrazo en tonos verdes conecta cromáticamente con el resto de la vivienda, al igual que las baldosas esmaltadas 10x10 (blancas y verdes) que también se repiten en el frontal de la cocina.
Un relato cromático coherente
Uno de los mayores aciertos del proyecto es su paleta cromática. No hay estridencias, pero sí intención. Tonos piedra en techos, paredes y armarios, verdes puntuales en la carpintería, y un suelo continuo de parquet que cose todos los espacios con una sutileza ejemplar. La casa tiene una voz propia.
La selección de mobiliario también sigue ese hilo conductor. En el salón, conviven el sofá de lino de Atemporal con la icónica butaca Bambola de B&B Italia y las ligeras mesitas de Ethnicraft. La lámpara Akari 10A de Vitra y la Moragas de Santa & Cole aportan luz y diseño con historia.
Mireia Torruella lo resume bien: “Nuestro objetivo con este proyecto era convertir un piso con una distribución complicada en un hogar cálido, funcional y lleno de luz. Apostamos por una paleta coherente y materiales honestos para crear una atmósfera serena, donde cada detalle tiene un sentido y todo fluye de forma natural”.
Es un espacio real, pensado para ser vivido. Y eso es lo que de verdad importa.