A 150 kilómetros al sur de Río de Janeiro, el municipio de Angra dos Reis es un entorno paradisíaco formado por una constelación de islas, además de territorio continental. A la costa de la mayor de todas ellas, Ilha Grande, se asoma esta residencia veraniega de 700 m2 sobre un terreno de 1.800 m2. Los propietarios, una pareja con dos hijos, que ya habían encargado a Arthur Casas el interiorismo de su apartamento carioca, recurrieron de nuevo a él para transformar una vivienda anterior y adecuarla a sus necesidades actuales. “Desde el principio, la intención fue replantear la estructura existente, preservando la integridad del volumen original y modificando las fachadas para maximizar las vistas al océano y a Ilha Grande –comenta el arquitecto–.
En el interior, la atención se centró en crear una mayor conexión y fluidez entre las zonas sociales ya que a los clientes les gusta recibir a familiares y amigos, y destacar el paisaje en todos los espacios posibles”. Cuando esto no era factible, se utilizaron soluciones como rocas en bruto, jardines interiores, claraboyas y pérgolas para reiterar la integración con la naturaleza, desde la luz natural hasta la vegetación. “Este enfoque garantiza una experiencia envolvente, con texturas que sentir, perspectivas que observar y caminos por los que navegar”, añade el autor. El acceso principal es por el agua. Desde el embarcadero hasta la casa, un camino definido por el paisajismo de Ricardo Cardim presenta especies autóctonas que se funden a la perfección con la vegetación local de la Mata Atlántica, enfoque que también se aplica a los jardines interiores.
El programa se distribuye en cinco niveles divididos, para dejar libre gran parte del terreno. En el de entrada están la piscina, el espacio gourmet, la terraza exterior, la bodega y tres suites para invitados. Media planta más abajo están el gimnasio, la sala de juegos, la sauna y la sala de masajes, mientras que el sótano alberga una sala de cine profesional. En la planta superior se distribuyen zonas sociales, privadas y funcionales. El espacio social abarca el salón, el comedor y una terraza exterior para comer al aire libre. La zona privada incluye la suite principal con despacho y las habitaciones de los hijos. Y la funcional comprende la cocina, el lavadero y parte de las dependencias del personal, que también se complementan con una planta intermedia. Por último, en el nivel más alto de la casa hay un acceso a través del condominio con un garaje para coches.
En la fachada, las piedras toscas procedentes de la región desempeñan un papel crucial a la hora de establecer un diálogo con la ladera rocosa. La madera también juega un papel importante en la materialidad de la casa: en la fachada, con cubiertas, tejados y celosías de madera de accoya, que proporcionan intimidad y visibilidad a las habitaciones; en el interior, en el suelo de la zona privada, los paneles y la carpintería de roble europeo cepillado. Y es que las tradicionales celosías de ladrillo perforado regresan con fuerza a las casas contemporáneas. Pocas formas hay más sencillas y elegantes de preservar la intimidad a la vez que se permite la circulación de la luz natural y del aire, favoreciendo la ventilación. Estas estructuras nacidas en el Mediterráneo se han convertido en buenas aliadas a la hora de reducir el gasto energético.
En el resto del pavimento se aplicó un porcelánico diseñado por el estudio para la marca italiana Refin. Los grandes cristales permiten la entrada de luz natural y proporcionan permeabilidad visual. Por último, la cubierta de teja cerámica tradicional, característica del proyecto original, combinada con los techos interiores de fibra natural, crea un armonioso contraste con el aspecto contemporáneo del edificio. En el diseño interior, Arthur y su equipo tuvieron gran autonomía para seleccionar las piezas, que combinan creaciones contemporáneas con diseños emblemáticos del modernismo brasileño y otros del propio arquitecto, todas ellas aderezadas con artesanía y obras de arte de autores locales.