La existencia de un estilo decorativo es como la vida misma. Porque una tendencia nace, se desarrolla, triunfa, entra en crisis y muere. Y, aunque a veces es difícil saber en qué estado de todo este proceso se encuentra, siempre hay algo bastante claro: su debacle.

Cuando no tenemos atisbo de ella en una revista de decoración, ninguna marca apuesta por ella y ni siquiera la apreciamos como algo kitsch, es que su final está cerca. Por eso, aunque tampoco es sencillo, hemos reunido seis estilos decorativos que podrían estar en peligro de extinción y muerte. Eso sí, conviene recordar una cosa: el mundo de las tendencias es cíclico, así que tampoco nos extrañaría que asistamos a su resurrección.

El mueble castellano

La pesadilla de cualquier decorador, el horror, la mansión de Drácula, la España más oscura. Si algo caracteriza a este estilo son los muebles grandilocuentes, inspirados vagamente en los siglos XVI o XVII, teñidos de colores oscuros que nublan la vista, devoran la luz de nuestra casa y la convierten en un espacio pequeño, deprimente y sombrío.

¿Su única cosa buena? Que, a menudo, la mayoría del mobiliario está elaborado por solventes artesanos patrios, que pueden cultivar incluso la marquetería, con buenas maderas o cueros que resisten con dignidad el paso del tiempo. ¿Algo más que podamos rescatar de ello? Nada en absoluto.

El mueble castellano en su máximo esplendor.

El minimal noventero

Aunque naciera basándose en las ideas de Mies van der Rohe y los trabajos de creadores como Robert Morris o Max Clendinning sigan siendo modernos hoy en día, el minimalismo llegó a su peor interpretación posible a finales de los 90 y principios de los años 2000.

Espacios que parecían clínicas dentales, plástico por doquier, ausencia de color o de texturas, un protagonismo excesivo de la arquitectura... ¿Su única cosa buena? Que, en el fondo, lo minimal es una inteligente reflexión y rechazo de lo excesivo y que, con el paso de los años, ha acabado convertido en un minimalismo cálido que ahora es tan omnipresente como necesario.

El boho-chic

Ya su propio nombre puede ser motivo de escalofríos. Puede que lo peor haya sido su impostada inspiración étnica, con referencia entre a Marruecos, los países arabes, el Caribe o hasta el Mediterráneo. Un maremagnum de cosas que no siempre encajan y que, además, nos invita a añadir elementos sin ton ni son que pueden acabar saturando un espacio.

Psicodelia 70's

Si juntamos el ratán con el terciopelo, los estampados potentes y hasta las lámparas de lava, podría salirnos algo semejante al estilo psicodélico de los setenta. Quizás su mayor error fuera cubrir las paredes de papeles absolutamente invasivos o recubrir suelos y hasta armarios con acabados vinílicos de escasas calidad que, además, solían imitar materiales como la madera.

Eso era ser moderno por aquel entonces y hoy esos acabados son parte de nuestras pesadillas. ¿Alguna cosa que podamos rescatar? En realidad, muchas: los flecos como recurso decorativo, los vasos en cristal naranja o ahumado, sus desenfadadas mezclas de color o su disfrutona manera de concebir un espacio.

El estilo industrial

Hagamos memoria: el estilo industrial surge en Nueva York durante los años 50 cuando, acuciados por una falta de vivienda asequible, muchos trabajadores se fueron instalando en locales anteriormente destinados a la industria. Fábricas que se convertirían el lofts con techos altos, acabados en metal y materiales en bruto que acabaron convirtiéndose en tendencia cuando artistas como Andy Warhol acabaron adoptándolos.

Pero la tendencia con los años murió de éxito y recursos como el ladrillo visto, los metales oxidados o la madera envejecida han acabado siendo un cliché. Quizás haya llegado su momento de pasar a mejor vida.

Estilo industrial

El estilo DIY

"Esta mesa la hice yo con una puerta antigua", "la estantería es una antigua jaula de gallinas", "el mueble de la televisión era un caballete”... De acuerdo, nos encanta la reutilización de muebles y que cada uno desarrolle su vena creativa transformando y creando cosas nuevas, pero hasta cierto límite.

Es una tendencia con la que, si nos pasamos, correremos el peligro de que parezca que vivimos en un rastro o una charity shop. Si, además, se utilizan palés de fruta para cualquier cometido, apaga y vámonos.

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