Norman Foster

Es el arquitecto más internacional de todos los tiempos (Manchester, 1935). Fiel a una manera de pensar la arquitectura, cartesiana, elegante y tecnificada, ha reinventado rascacielos, oficinas y museos. Desde 2017, la fundación que ha creado en Madrid es un prestigioso foro de debate internacional sobre formas de vivir, la ciudad y la arquitectura presente y futura. Foster se ha convertido en el paradigma de arquitecto global, el más premiado y admirado del planeta.

Norman Foster

Paradójicamente, tenemos que agradecer a sus orígenes humildes que Norman Foster se haya convertido en el arquitecto estrella que todos conocemos. Como explica Deyan Sudjic en su biografía del personaje, publicada en 2011, si de joven Foster hubiera podido pagarse un avión, hoy no sería arquitecto. Fue el mundo de la aviación, que el arquitecto descubrió durante su servicio militar, lo que le infundió el valor para dejar un trabajo seguro pero anodino como administrativo en el ayuntamiento de Manchester, abrirse a nuevas perspectivas y llegar a la arquitectura. 

La ambición, el tesón y el carácter pragmático es lo que permitió a Foster superar todas las dificultades –desde esos orígenes humildes y una titubeante juventud a un cáncer– para convertirse en lo que es. Fue en América donde aprendió a hacerse a sí mismo. Becado para completar sus estudios de arquitectura en Yale, allí conoció a un joven Richard Rogers, con quien entabló amistad y relación profesional a pesar de su sustrato social opuesto –Rogers era hijo de un médico de Wimbledon–. Ambos se casaron con dos hermanas arquitectas –para Foster fue el primero de sus tres matrimonios, siendo su actual esposa la española Elena Ochoa– y crearon el estudio Team Four (1963-1967), en el que Foster y Rogers dieron sus primeros pasos.

Foster encontró su oportunidad cuando en 1979 ganó el concurso para diseñar el Hong Kong and Shanghai Bank, una obra maestra que cuando se acabó en 1986 le dio fama internacional. Con este trabajo se convirtió en el más exquisito de los proyectistas del estilo high-tech. En los años noventa comenzó a construir por todo el mundo: la Mediateca de Nîmes y el acueducto de Milleau en Francia, la torre de Collserola en Barcelona, el metro de Bilbao, la cúpula del Reichstag en Berlín, los aeropuertos de Hong Kong y Pekín... Una trayectoria que le hizo valedor en 1999 del Premio Pritzker, el "Nobel" de la arquitectura.

Desde su posición como el arquitecto más global de todos los tiempos, el responsable de la próxima ampliación del Museo del Prado no ha dejado de reflexionar e influir a través de su obra y su vasto legado –preservado y difundido a través de la fundación que lleva su nombre, con sede en Madrid– sobre el futuro de las ciudades, la sostenibilidad del planeta y el poder transformador de la tecnología y la arquitectura. Metrópolis ecológicas (Masdar City), aeropuertos de drones para llevar alimentos a zonas apartadas, casas para la futura colonización de Marte... Ampliamente rebasada la barrera de los ochenta años, Norman Foster sigue demostrando que la condición de arquitecto estrella no tiene por qué ser un epíteto despectivo.

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