Los primeros edificios de grandes arquitectos
Un repaso por los proyectos que marcaron un antes y un después en la carrera de los arquitectos más destacados de nuestro tiempo
Casa Robie, Chicago, Frank Lloyd Wright (1910)
La primera década del siglo XX fue la época de consolidación del estilo de Frank Lloyd Wright, uno de los grandes maestros de la arquitectura contemporánea. En esos primeros años del siglo pasado, Wright desarrolló un lenguaje arquitectónico propio basado principalmente en las líneas horizontales, los aleros pronunciados y las plantas centradas en la figura del hogar. El mejor ejemplo de este modelo, que se conoció colectivamente como casas de la pradera por su inspiración en las extensas líneas horizontales comunes al paisaje de praderas del medio oeste norteamericano, es la Casa Robie, finalizada cuando Wright contaba con 43 años. El edificio revolucionó conceptos arquitectónicos a comienzos del siglo y ejerció una gran influencia tanto en Estados Unidos como en Europa, aunque su reconocimiento en Estados Unidos tardó en llegar (fue declarada hito nacional en 1963) e, incluso, estuvo a punto de ser demolida.
Casa Wolf, Gubin, Polonia, Mies van der Rohe (1926)
A comienzos de los años veinte, el treintañero Ludwig Mies van der Rohe se separó de su mujer y sus hijas y se cambió el nombre como expresión de una nueva orientación vital y profesional. Se empapó de las corrientes vanguardistas berlinesas de la época y se alejó definitivamente del estilo neoclásico que había practicado en sus primeros años. El primer resultado tangible de su experimentación espacial es la Casa Wolf, en la que aplicará la mayoría de las ideas que posteriormente desarrollará durante su carrera: distribución flexible y fluida y estrecha comunicación del interior con el exterior. Desafortunadamente, la construcción fue totalmente destruida en 1945 por un bombardeo del ejército soviético, aunque algunos arquitectos alemanes iniciaron una campaña en 2016 para que se reconstruya.
Casa doble en la Weissenhofsiedlung, Stuttgart, Le Corbusier (1927)
En 1927, la asociación Deutscher Werkbund organizó la exposición Die Wohnung -la vivienda- en el barrio Weissenhofsiedlung de Stuttgart, con el objetivo de buscar soluciones para la escasez de vivienda en Alemania después de la primera guerra mundial. Bajo la dirección de Mies van der Rohe, 17 arquitectos –incluido el mismo– fueron invitados a participar en el proyecto de construcción de una colonia que constaría de 21 edificios. Uno de ellos es la Casa Doble que Le Corbusier diseñó cuando tenía 40 años junto con su primo Pierre Jeanneret, con quien apenas cinco años antes había creado su despacho de arquitectura. Justo antes de que levantara su archiconocida Villa Saboya, en la Casa Doble Le Corbusier asentó las bases de su concepto de la casa como la "máquina de vivir", con un diseño basado en la construcción ligera y sostenida sobre delgados pilares, austero y elegante a partes iguales, con una amplia azotea –todo un lujo para la época–, salas de estar que pueden redistribuirse de forma variable y mobiliario abatible. La Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad en 2016.
Lever House, Nueva York, SOM (1952)
Ahora que una exposición en la sede del COAM repasa la trayectoria del estudio Skidmore, Owings & Merill (SOM), es bueno recordar que suyo fue el primer rascacielos de Nueva York construido con muro cortina de cristal. Cuando se finalizó en 1952, la Lever House supuso una innovación radical en el paisaje del Midtown de Manhattan. Su estilo internacional abrazaba el espíritu de la edad moderna y estableció un nuevo estándar para la arquitectura en altura.
Casa de té Boa Nova, Leça da Palmeira, Portugal, Álvaro Siza (1963)
En 1956 el ayuntamiento de Leça da Palmeira convocó un concurso para construir la Casa de té Boa Nova a orillas del Atlántico. El ganador del concurso, Fernando Távora, pasó el encargo a su joven colaborador Álvaro Siza, quien por entonces contaba 23 años de edad. Fue uno de sus primeros proyectos y el que marcó la carrera del premio Pritzker portugués. Perfecto conocedor del emplazamiento –Siza creció cerca de allí, en Matosinhos–, el arquitecto desplegó su magisterio para integrar la arquitectura en el paisaje y la historia del lugar con la mínima gestualidad posible. La estructura parece emerger de las rocas y el techo abraza todo el edificio, como para protegerlo y afianzarlo firmemente en el basamento geológico. En 2013, coincidiendo con el 50º aniversario de la inauguración del edificio, el mismo Álvaro Siza se encargó de su remodelación para el chef portugués Rui Paula.
Sede de Bankinter, Madrid, Rafael Moneo (1976)
La nueva sede de Bankinter que Rafael Moneo diseñó en colaboración con Ramón Bescós –el encargo les llegó en 1972, cuando Moneo tenía 36 años– aportó varias novedades en su entorno. En primer lugar, rompió con la costumbre de derribar los antiguos palacios decimonónicos del Paseo de la Castellana para levantar nuevas sedes de instituciones industriales o financieras, manteniendo e integrando en el nuevo proyecto el palacio del Marqués de Mudela. En segundo lugar, frente al brutalismo predominante de la época, apostó por la precisión y la calidad, algo que se refleja en el cuidado puesto en el diseño de los elementos y de un modo particular en el de las ventanas. Aquí utilizó ya el ladrillo rojo que caracterizaría algunas de sus obras más conocidas, como el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida o la ampliación de la estación de Atocha.
Centro Georges Pompidou, París, Richard Rogers y Renzo Piano (1977)
Uno de los edificios más emblemáticos del siglo XX tampoco escapó a la polémica en su día: su estilo high-tech no fue entendido y el edificio fue comparado despectivamente con una refinería de petróleo. Fue la tarjeta de presentación de Richard Rogers y Renzo Piano, quienes dirigieron el proyecto a pesar de que también lo firmó el arquitecto italiano Gianfranco Franchini. Cuando se lanzó el concurso para su diseño en 1969 –la primera vez que en Francia se invitaba a arquitectos de todo el mundo–, Rogers y Piano contaban con 36 y 32 años respectivamente y eran casi unos desconocidos –aunque Rogers había comenzado a despuntar en el Reino Unido en el breve tiempo que colaboró con Norman Foster en el estudio Team 4–. El carácter multidisciplinar del centro, que engloba un museo, una biblioteca, un espacio dedicado a la creación industrial y arquitectónica y otro a la experimentación musical, también fue revolucionario en su momento y cambió la manera en que se perciben y se construyen los museos actuales.
Casa de Frank Gehry, Santa Mónica, California (1978)
Qué mejor laboratorio de experimentación para un arquitecto que su propia casa. En 1978 Frank Gehry, a punto de cumplir 50 años, se había divorciado de su primera mujer –de nuevo, un momento catártico a lo Mies van der Rohe– y necesitaba una nueva vivienda para su creciente familia junto a su nueva esposa Berta Aguilera. Encontró un pequeño bungaló en la misma Santa Mónica donde vivía que reformó y amplió aplicando esa fragmentación volumétrica y dilución entre lo construido y lo deconstruido que luego sería su imagen de marca en sus proyectos más conocidos, como el Museo Guggenheim de Bilbao o la sala de conciertos Walt Disney de Los Angeles. La construcción utiliza materiales baratos, inéditos en la construcción residencial, sacados de su contexto. Esto le otorga una condición misteriosa y experimental. Y sospechosa, porque a muchos vecinos no les gustó nada ese carácter tan experimental, hasta el punto de que la casa fue tiroteada en una ocasión. Que su proyección supera su pequeña escala lo demuestra el hecho de que en 2012 el American Institute of Architects (AIA) le concedió el prestigioso galardón Twenty-Five Year Award, que reconoce aquellos edificios que siguen ejerciendo una gran influencia 25 años después.
Banco HSBC, Hong Kong, Norman Foster (1985)
El arquitecto más famoso del planeta tuvo que esperar a cumplir 50 años (él mismo se considera un late starter) para consagrarse con este edificio que se convirtió en el más caro y sofisticado del mundo cuando se realizó. Con él Foster reinventó el concepto de rascacielos (cuando lo más alto que había construido era un edificio de tres pisos), creando un inmueble donde las instalaciones, los servicios y equipamientos eran confinados al perímetro de cada planta, lo que permitía unos espacios interiores diáfanos, luminosos y flexibles.
Instituto del Mundo Árabe, París, Jean Nouvel (1987)
En la década de los ochenta, François Mitterrand, que había accedido a la presidencia de Francia en 1981, lanzó sus Grandes Proyectos, la mayor iniciativa del gobierno francés para crear instituciones culturales. Jean Nouvel, que a la sazón contaba 42 años, se hizo con el proyecto del Instituto del Mundo Árabe (IMA). Nouvel acertó con una abstracción: representar la cultura árabe en la piel del edificio, un mosaico de tragaluces que evocan geometrías islámicas. Los diafragmas móviles que rodean las ventanas reaccionan a la luz y así construyen el rostro de un edificio cambiante, misterioso e interactivo. El IMA catapultó a Nouvel y le concedió estatus de autor glamuroso en un momento en el que esa palabra no estaba devaluada.
Capilla de San Benito, Sumvitg, Suiza, Peter Zumthor (1988)
La obra por la que empezó a despuntar el autor de las famosas Termas de Vals y premio Pritzker 2009 es un magnífico ejemplo de su vocación de atemporalidad y su aproximación artesana (antes que arquitecto, Zumthor fue ebanista, oficio que aprendió de su padre, y eso se refleja en la maestría con la que trabaja la madera en este y otros proyectos). La capilla sustituye a la construcción barroca que quedó destruida por una avalancha. Construyendo un edificio que exalta los valores tradicionales y que utiliza materiales locales, Zumthor creó un lugar tranquilo, donde el visitante puede respirar y no sentirse dominado. Un lugar de contemplación.
Estación de bomberos del campus Vitra, Weil am Rhein, Alemania, Zaha Hadid (1993)
La arquitecta anglo-iraquí Zaha Hadid también tuvo que picar mucha piedra para que su obra fuera reconocida. Al comienzo de su carrera había ganado concursos que popularizaron sus dibujos, pero que por un motivo u otro no habían llegado a realizarse. Su perseverancia por fin se vio recompensada a los 41 años cuando consiguió hacerse con el proyecto de construcción de la estación de bomberos que Vitra decidió impulsar para su recinto fabril tras el incendio de 1981. A pequeña escala, aquí apuntaba la arquitectura rupturista que confundía cubiertas con paredes y paisaje con edificio con la que posteriormente sería mundialmente conocida.
Museo River Rowing, Henley-on-Thames, Reino Unido, David Chipperfield (1997)
David Chipperfield tardó en ser profeta en su tierra. De hecho, sus primeros edificios los levantó en Japón, y la mayor parte de su obra más conocida se encuentra fuera del Reino Unido. Antes de que su proyecto para el Neues Museum de Berlín le consagrara como el maestro en hilar lo viejo y lo nuevo, desplegó su pragmatismo para adaptar la modernidad a la historia del lugar en el Museo River Rowing. En el proceso de conciliar su visión moderna con el anhelo de los habitantes de algo tradicional, surgió algo mejor. Chipperfield "suavizó" su diseño con madera envejecida que evoca los graneros de la zona y las barcas que transportaban mercancías por esta zona del Támesis. Una arquitectura sencilla y clara que establece asociaciones naturales con el entorno.
Tate Modern, Londres, Herzog & de Meuron (2000)
Compañeros de la Escuela Politécnica de Zurich (ETH), donde se graduaron en 1975, Jacques Herzog y Pierre de Meuron fundaron su estudio en 1978, pero no fue hasta la década de los noventa cuando empezaron a despuntar. En 1995 ganaron el concurso internacional para convertir la antigua central energética de Bankside en Londres, ubicada en la orilla sur del Támesis, en un nuevo centro cultural. Herzog & de Meuron eligieron mejorar el carácter urbano del edificio sin desmerecer significativamente su forma, permitiendo que continúe siendo una pieza experimental y visual en sí misma. Desde que se inauguró en 2000, la Tate Modern se ha convertido en el museo de arte moderno más visitado del mundo, y la trayectoria del dúo suizo ha experimentado un despegue considerable. Ellos mismos se encargaron de la ampliación del museo, inaugurada en 2016.
Embajada de Holanda en Berlín, Rem Koolhaas (2003)
El caso de Rem Koolhaas es peculiar porque como teórico de la arquitectura ya se había labrado una reputación internacional antes de que, al frente de su estudio OMA, sus edificios comenzaran a ser conocidos. En 1997, cuando contaba ya 53 años de edad, ganó el concurso para construir la nueva embajada de Holanda en Berlín, que con la reunificación había recuperado la capitalidad política de Alemania. En su elección debió pesar el hecho de que Koolhaas ya yabía participado como jurado en las comisiones de trabajo para el desarrollo de las nuevas Postdamer Platz y Leipziger Platz, también en Berlín. El arquitecto comentó acerca de su proyecto que "no es espectacular, sino modesto, severo, que parte del supuesto de que Holanda ha sido tradicionalmente un país pacífico". El caso es que en 2005 ganó el prestigioso Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea “Mies van der Rohe” por su "estrecha relación con el entorno y su reconceptualización de la noción de embajada".