Baleia, ballena en portugués, es el nombre de una playa brasileña de São Sebastião, considerada como la mejor de la costa norte de São Paulo. También es el exuberante escenario natural donde se encuentra esta casa con acceso a una cala prácticamente privada. Los arquitectos Kika Mattos, Marcela Penteado y Estudio Dutra firman su actual diseño, mezcla de modernidad y aire rústico. Los propietarios, una pareja con hijos mayores, querían que esta casa, situada en un terreno de 645 m2 y una superficie construida de 445 m2, fuera "una especie de refugio para la familia, un espacio para respirar cerca de la naturaleza", comentan. Los autores se encontraron frente a una edificación contemporánea, de líneas rectas y depurado interiorismo, pero desnuda e impersonal.
El reto ha sido transformarla en una vivienda funcional e integrada en el paisaje, pensada para disfrutar más allá del fin de semana y, en concreto, para que aunara las necesidades de espacio fruto de dos pasiones: degustar buen vino y practicar deporte. Tablas de surf, stand up paddle –la modalidad de surf en la que se rema– y bicicletas habrían de convivir con una colección de botellas de caldos, de modo que la lista de peticiones a los arquitectos iba dirigida a encontrar suficiente espacio de almacenamiento específico para guardar cada equipo y delicatessen.
Un objetivo más ha sido conservar el lenguaje de la construcción original y trasladarlo al interiorismo. Distribuida en cinco suites, cuatro en la planta alta y una en la baja, otro desafío fue "integrar el área externa con el área interior, con la posibilidad de unificar toda el área social en un gran espacio que invite a la permanencia y la contemplación del jardín". Para ello, dos han sido las actuaciones de mayor dificultad: la ampliación al máximo posible de la terraza, crear un porche diáfano que rinde pleitesía a la piscina y la reubicación de esta última, que se encontraba lejos de esa zona de reuniones, el verdadero corazón del hogar.
En cuanto al interiorismo, parece haber estado allí desde su construcción. Paneles de lamas de madera lacadas en blanco recorren la estancia del salón-terraza y se integran con la pared, sin perder ni un ápice de la unidad buscada para camuflarse, además, con la bodega de obra, prácticamente inadvertida. La gama cromática oscila entre el blanco y las tonalidades beige y arena, y se ha escogido en contraste con los verdes de las plantas del exuberante jardín que se cuelan por las amplias cristaleras y en sintonía con maderas y fibras naturales, tanto en los techos, forrados con paja de seda fina, como en los frentes de los armarios. Se trataba de lograr funcionalidad, pero también belleza.