Cuando preguntamos a Lourdes Martínez Nieto si considera que sus proyectos tienen un hilo conductor, piensa la respuesta durante un rato y contesta: "No creo que tengan un mismo carácter porque depende mucho del cliente. Bien es cierto que tiendo a marcar mucho los volúmenes y las geometrías, y al final eso es algo que acaba reverberando de una u otra manera".

 

 

Quizás esa diversidad de formas de abarcar los trabajos le venga a esta arquitecta, gallega de nacimiento (Ourense, 1985), de su propia formación, amplia e internacional, que la llevó a estudiar en la Universidad Politécnica de Madrid y cursar un máster en la Fachhochschule (FHD) de Düsseldorf, Alemania, para empezar a trabajar en España y posteriormente hacer carrera en San Francisco y Londres.

 

Retrato de la arquitecta Lourdes Martínez Nieto

 

 

En Madrid pasó por el estudio Foster+Partners, implicándose sobre todo en tareas a pequeña escala relacionadas con la fundación que lleva el nombre del arquitecto británico, y en Londres por el estudio Conran+Partners. "Esa etapa me sirvió para apreciar la arquitectura desde el punto de vista del lifestyle y el interiorismo y a incorporar el cuidado del detalle y la importancia de los acabados", relata ella misma.

 

Salón en tonos neutros de Lourdes Martínez Nieto en Madrid

 

Todo cambió en el año 2017, cuando llegó a sus manos la rehabilitación integral de un caserío del siglo XVI en el pueblo navarro de Muruzábal de Andión, que la hizo replantearse volver a nuestro país y abrir aquí su propio estudio. "Ha sido la obra más compleja y una a las que tengo más apego de todos mis trabajos. El propietario tenía una casa diseñada por Alberto Campo Baeza, y todavía me sigue sorprendiendo que me llamara a mí. Pero acertó porque quedó totalmente  satisfecho con el resultado", rememora Martínez Nieto.

 

Salón del caserío del siglo XVI que rehabilitó en el pueblo navarro de Muruzábal de Andión y que conserva las paredes de piedra originales.

 

El edificio solo conservaba la piel, un cascarón de mampostería de piedra (y lo único original que se había salvado de la construcción) que incluía una estela romana incrustada en la fachada. La arquitecta ubicó en su interior dos vacíos a gran escala que organizan los espacios y reflejan la luz. Su vena arquitectónica quedó patente haciendo que las diferentes áreas se ubicasen unas dentro de otras, como una muñeca matrioska, y otorgándoles una materialidad propia a cada una de ellas: mampostería en las zonas públicas y madera de roble en las privadas.

 

Espacio del caserío que rehabilitó en Muruzábal de Andión con las paredes de piedra originales.

Influencias cruzadas

Tras este trabajo, el equipo de su estudio creció, se mudó a la Gran Vía madrileña, y los encargos se sucedieron: reformas, viviendas y obras de nueva construcción en Madrid, Galicia o Ibiza, en los que siguió demostrando su savoir faire cada vez más centrado en espacios de vida. "Al margen de diseñar muebles, presto atención a la base del piso: la distribución y la luminosidad creo que son lo más importante en cualquier intervención".

Sobre el interiorismo, aunque declara que "siempre debe ir ligado a la vida del cliente", en sus casas procura romper con los espacios neutros gracias a materiales como la piedra o la madera, quizás heredados del diseño brasileño y nórdico de los que se considera seguidora. ¿Lo próximo? Tras el mundo de la vivienda, solo le queda lucirse en el contract. "Vengo de hacer mucho hotel para otros y por eso no he querido abordarlo hasta tener bastante obra propia construida. Pero ya estoy trabajando en ello porque son proyectos con mucha alma y atención al detalle. Es algo muy divertido y que te permite sorprender", concluye

 

Dormitorio de Casa A de la arquitecta Lourdes Martínez Nieto en Madrid