La historia del Castillo de las Cuevas comienza en los años 70, cuando Serafín Villarán, arquitecto de vocación pero no de formación, decidió construir su propia fortaleza medieval en Cebolleros, un municipio de Burgos de apenas 200 habitantes. En concreto, comenzó en 1978 a levantar literalmente piedra a piedra esta construcción sobre la base de dos antiguas bodegas, aprovechando su tiempo libre, en vacaciones y fines de semana. Y a golpe de voluntad y paciencia, logró levantar un castillo de cinco plantas de altura y 300 metros cuadrados. 

Serafín Villarán no tenía formación académica en arte ni arquitectura, pero su obra transmite una intensidad que desborda los límites de lo amateur. Como otros artistas autodidactas que han transformado sus espacios -desde el Palacio Ideal de Ferdinand Cheval en Francia hasta la Catedral de Justo Gallego en Mejorada del Campo-, Serafín trabajó movido por una visión interna, no por la fama ni el reconocimiento. 

Castillo de las Cuevas

Un castillo medieval contemporáneo

Construido principalmente con piedras y cantos rodados extraídos del cercano río Nela y Trueba para abaratar costes, Villarán aprendió sobre la marcha y levantó durante cerca de 20 años de su vida este singular castillo en el que no faltan pasadizos, almenas, torres, escaleras de caracol y hasta una chimenea en el interior. Tras su fallecimiento, en 1998, sus familiares decidieron continuar con su construcción y, además, abrirlo al público, ofreciendo visitas gratuitas al complejo. 

El castillo presenta una arquitectura que emula las antiguas fortalezas medievales, con un imponente portón de entrada y torres almenadas. La estructura se levanta sobre cuatro plantas y un sótano, ofreciendo un recorrido a los curiosos para apreciar sus detalles arquitectónicos. En un pequeño museo se puede, además, conocer la historia de su construcción.

La visita perfecta para turistas curiosos

Durante muchos años, el Castillo de las Cuevas fue una rareza apenas conocida fuera de la comarca. Pero en los últimos tiempos, gracias a internet y las redes sociales, ha ido ganando atención como destino curioso y singular. 

Actualmente, se puede visitar principalmente durante el verano, así como durante los puentes festivos a lo largo del año. Además de recorrer el edificio, la familia de Serafín ha habilitado un bar en el interior del castillo y las visitas no tienen un coste fijo, aunque se aceptan donativos para el mantenimiento y finalización de la obra.