Hay un clásico del cine de ciencia ficción, Soylent Green (1973) que, por uno de esos avatares del doblaje, se estrenó en España con un título premonitorio, Cuando el destino nos alcance. Eso es precisamente lo que parece anunciar la exposición The Future Starts Here (el futuro comienza aquí) que se estrena el 12 de mayo en la galería Sainsbury del museo V&A de Londres: un porvenir que, de forma muchas veces inadvertida y subrepticia, ya se está colando por los intersticios de nuestra realidad cotidiana.

Desde la inteligencia artificial hasta la vertiente comercial y lúdica de la conquista espacial, desde la cultura de Internet hasta la manipulación genética, la muestra recoge 100 proyectos –recién lanzados o en desarrollo– que apuntan hacia dónde va nuestra sociedad en las próximas décadas. Aunque algunos parezcan pura ciencia ficción –es difícil discernir por qué mecanismos de razonamiento alguien ha pensado que crear estrellas fugaces artificiales desde la órbita terrestre puede tener viabilidad comercial–, todos ellos son reales, surgidos de laboratorios de investigación, universidades, estudios de diseño, organismos gubernamentales y empresas.

La exposición guía al visitante a través de cuatro escenarios, cada uno de ellos evocando grados crecientes de impacto tecnológico. El primero, centrado en el aspecto individual, se pregunta por lo que nos hace humanos, en un contexto en que nuestros cuerpos y nuestros sistemas biológicos internos son ya campo de diseño. El segundo escenario, dedicado al ámbito público, indaga sobre las ciudades y los sistemas políticos, sobre si aquellas son todavía entornos inclusivos y si la democracia todavía funciona. El tercer marco plantea si la Tierra todavía puede ser un proyecto de diseño cuando algunos ya cuestionan la viabilidad de la vida en el planeta. El último escenario se interroga sobre el más allá, sobre si es posible alargar la vida humana o superar la muerte convencional salvaguardando en algún tipo de archivo la conciencia de cada uno. Cuestiones nada baladíes.

Aunque la realidad física de estos proyectos pueda dar la impresión de que el futuro ya está fijado, lo cierto es que cualquier novedad contiene en sí misma posibilidades impredecibles, a menudo no anticipadas por sus creadores. Depende, pues, de nosotros, como individuos, como ciudadanos e, incluso como especie, determinar qué es lo que vendrá a continuación. Por eso, el futuro empieza aquí.