El alfarero asturiano que ha llevado la cerámica negra de su región a lo más alto

Raúl Mouro, perteneciente a una saga alfarera que se remonta al siglo XVI, ha llevado a un nuevo nivel la tradicional cerámica negra de su pueblo asturiano. Técnica de ayer, sensibilidad de hoy.

Colección Piedra.
Raúl Martín

Beatriz Fabián

Periodista especializada en diseño y arquitectura

31 de enero de 2023, 15:21

En Llamas del Mouro, un remoto pueblo perteneciente al concejo asturiano de Cangas del Narcea, el torno no ha dejado de dar vueltas desde hace 500 años, según atestiguan los restos arqueológicos encontrados en el que es el único lugar del occidente del Principado donde se sigue elaborando cerámica negra, una artesanía que alcanzó su época de esplendor en los años treinta del pasado siglo. Botellas, chocolateras, choriceras, jarras y ollas de piel ahumada y textura característica eran los cacharros con los que jugaba Raúl Mouro desde los tres años, cuando empezó a "adquirir el hábito de mancharme –dice–. En mi infancia realizé el aprendizaje a través de mi familia y, más adelante, quise evolucionar sobre la base de la tradición de alfarero", continúa. Su padre, Jesús Rodríguez, y su abuelo Salvador fueron sus maestros y referentes, los últimos de una saga de alfareros que se remonta al siglo XVI.

Las creaciones de Mouro están íntimamente conectadas con el entorno, de donde proceden las materias primas y los colorantes naturales. Él también ha aprendido a respetar los tiempos y los procesos de elaboración de piezas que están inspiradas en un saber hacer de siempre que ha sabido elevar con sensibilidad, respeto y dignidad, tres palabras que son para él un mantra, a un rango contemporáneo.

TRADICIÓN E INNOVACIÓN

Con la eliminación de los elementos más utilitarios de las vasijas ancestrales, asas, bocas y bases se han estilizado y casi desaparecido para alcanzar un carácter artístico que, sin embargo, no renuncia al pasado. Desde hace dos años, tras múltiples bocetos y miles de vueltas en su cabeza, torneando, Raúl Mouro ha logrado "investigar en profundidad las texturas para llevar la cerámica al límite, trabajando con arcillas de receta propia con alto contenido en piedra y asumiendo riesgos". Así es como ha creado su característico lenguaje; porque este artesano busca, ante todo, la autenticidad a través del aislamiento en su taller, donde nada perturbe su inspiración y su herencia. A Madrid las ha traido Tado, el gran templo de este gremio, más actual que nunca.

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