¿Alguna vez te has fijado en las ventanas de la casa de tu abuela? En lugar de las pesadas y oscuras cortinas, solían usar un material que ha perdurado con el paso de los años y que suele pasar muy desapercibido: los visillos. Estos son todo un clásico, ya que son mucho más ligeros que las cortinas y los estores. Su casi nula opacidad permite ver a través de ellos, dejando que la luz natural inunde todos los espacios.
El textil derivado de las cortinas es la mejor alternativa para que cualquier espacio gane una estética renovada. Aunque los visillos hayan estado vinculados con la esencia rústica y ''vintage', han conseguido estar cada vez más presente en los hogares. Priorizar la luz natural pero, a la vez, mantener la privacidad en casa, ha sido clave para que se vuelvan a usar.
El origen de los visillos: la versión más 'aesthetic' de las cortinas
Estos elementos han estado más presentes en nuestras vidas de lo que pensamos. La autora salmantina, Carmen Martín Gaite, se atrevió a escribir sobre la sociedad de los años 50 en España con el libro 'Entre visillos'. En la obra, el visillo no es un simple escenario metafórico, sino que es un personaje más. No obstante, su origen es anterior al siglo XX. Se cree que provienen de las orillas del Nilo, hará unos 5 milenios, aproximadamente. La aparición de estas telas tuvieron como finalidad darle un toque más transparente y suave a las cortinas que conocemos hoy en día.
Los visillos han logrado transformarse hasta ser uno de los mejores aliados de los diseños frescos. Su textura vaporosa y ligera consigue filtrar la luz natural hacia el interior, por lo que se evita que los rayos solares caigan directamente sobre las estancias. De esta manera, la luminosidad no se pierde y el paisaje no queda reducido a una simple silueta, ya que su tejido traslúcido permite observar a través de ellos. En la decoración más recta y geométrica, da un soplo de aire fresco por su forma ingrávida.
3 ejemplos de visillos (y cómo combinarlos)
Un toque de color imprescindible
Es importante contrastar la ligereza de los visillos con tonalidades vivas. Si escoges un color claro, como el beige, el ambiente de la estancia es sereno. No obstante, nunca va mal contrarrestar los elementos más discretos con detalles que hagan de puntos focales. Opta por tonos que sean vistosos, como el rosa. Con matices pasteles, la vaporosidad de los visillos se realza y se ve más despejado. Compleméntalo con colores blancos y suaves.
La nota clásica
El visillo clásico se caracteriza por ser blanco en su totalidad. La claridad y luminosidad del color permite que la transparencia sea casi completa, por lo que las particularidades de esta tela alcanzan su máximo fulgor. Combinado con tonos oscuros, como el negro o el gris, se crea un juego bicolor atemporal y de diseño cuidado al milímetro.
Que no falte el lino
El lino es el material principal que acompaña a los visillos. Tiene una gran versatilidad para que el tejido sea vaporoso y la opacidad se vea reducida. Su composición favorece la entrada de luz natural, aunque mucho más tenue que si fuera directamente. La tela suele ir acompañada por colores terracota, con versiones que van del beige más claro hasta el marrón más oscuro. Gracias al tejido y el tono, el visillo de lino se integra en el espacio, casi pasando por desapercibido. Conjúntalo con matices de la misma gama cromática.
El visillo es un textil que nos ha acompañado durante toda nuestra vida y lo seguirá haciendo. Nuestras abuelas no estaban equivocadas cuando lo situaban en cualquier espacio, ya que gracias a él, la luz natural es un elemento más de la decoración de las estancias.