En la costa del Pacífico mexicano, a pocos pasos de la playa y rodeada por una finca de algo más de tres hectáreas cultivada con hierbas medicinales, se alza Casa Nua Nakūi. Diseñada por Jasmine Scalesciani-Hawken, mitad italiana, mitad argentina, esta residencia es un retiro de bienestar pero sobre todo, una declaración de principios sobre cómo vivir en armonía con la naturaleza y el tiempo. Construida con piedra local, madera, ónix y piezas artesanales recuperadas de tiendas de segunda mano en Baja California Sur, la casa se integra con la tierra con la misma naturalidad con la que invita al descanso.
Sin normas convencionales
El proyecto se despliega en dos estructuras unidas por un patio central y una piscina de 25 metros. Entre la zona de estar y el comedor, se atraviesa un espejo de agua sobre grandes rocas extraídas de las colinas cercanas, un gesto que activa los sentidos y convierte el desplazamiento en experiencia. El diseño no sigue normas convencionales, pues cada elemento tiene una razón de ser emocional y funcional. La decoración se define por una paleta de blancos matizados, beiges, texturas naturales y materiales que maridan con el tiempo, dotando al espacio de una belleza cruda, sin artificios.
La inspiración procede de muchos lugares, pero se siente con fuerza la memoria mediterránea de la infancia de Jasmine en Cerdeña. Influida por el arquitecto Alberto Ponis, que construyó su casa familiar en los años 70 integrándola en la roca, Jasmine buscó repetir ese gesto de integración absoluta. "Quise que todo envejeciera bien. Que la casa pareciera pertenecer a este paisaje desde siempre", afirma.
Un interior perfectamente asimétrico
El interior está lleno de asimetrías encantadoras, como una ventana que no encaja del todo, una escalera con piedras colocadas de manera deliberadamente imprecisa, o un lavabo de piedra tallado a mano. La sensación es la de un lugar donde todo fluye con una coherencia relajada y cada espacio ha sido pensado para sentarse, contemplar, respirar.
La casa principal cuenta con techos altos, muros gruesos y estancias generosas donde conviven elementos arquitectónicos de gran presencia con muebles de carpintería local y objetos de mercadillo. En el salón destaca una monumental raíz de árbol encontrada en la carretera, tan escultural como simbólica: Jasmine la llama "el corazón de la casa”. En el dormitorio principal, ubicado en la llamada "casa de piedra", se accede a una terraza de 100 metros cuadrados orientada al atardecer. Allí, colgadas entre columnas de roca, descansan hamacas para observar cómo cae el sol sobre la finca. El baño, tallado en piedra y equipado con sauna, ducha doble y rincón de reposo, está orientado hacia el jardín de flores y hierbas medicinales. Es el escenario ideal para los baños restaurativos de los programas de ayuno ayurvédico que Jasmine organiza en retiros privados.
Casa Nua Nakūi es autónoma y sostenible: funciona con energía solar, se abastece con agua de la sierra y reutiliza las aguas grises. Todos los cultivos de la finca crecen sin pesticidas. "Antes de construir, pasé dos años regenerando la tierra", recuerda Jasmine. Porque su mirada no es solo la de una diseñadora, sino la de una cuidadora de paisajes y experiencias.
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