Situada en un pedestal natural y encarada a los cuatro puntos cardinales, hay quien ve en Ronchamp una acrópolis moderna. Una ubicación estratégica que, quizá por sus fuerzas telúricas, fue habitada ya en época romana tal como su nombre indica. El entorno fue también decisivo para que el arquitecto y pintor franco-suizo Le Corbusier asumiera el reto de construir Notre-Dame du Haut. Dedicada a la Virgen María, fue inaugurada en 1955 y, desde entonces, acoge a peregrinos, arquitectos y buscadores de belleza. Por su carácter de escultura, debe ser rodeada y admirar la fachada inspirada en el estilo abstracto de Piet Mondrian y la gárgola que recoge el agua de la cubierta y la vierte en una fuente también geométrica. A pocos metros está el campanario creado por Jean Prouvé, quien se esforzó para que su intervención fuera discreta. Con la misma intención, Renzo Piano proyectó el convento prácticamente escondido bajo tierra, con idénticos materiales y similitudes arquitectónicas. Una manera de rendir homenaje al maestro y crear un diálogo en voz baja para no romper la magia... ni el silencio.