Claves para cambiar las ventanas

La aparente simplicidad de su diseño esconde una complejidad técnica que hay que conocer para elegir el modelo adecuado

Una gran cristalera conlleva aspectos técnicos más allá de la luz y las vistas; es lo que se denomina puente térmico, el área por el que el calor o el frío se pierden mucho más rápido. Por eso conviene contar con fabricantes con altas prestaciones técnicas. Ventana de Finstral.

Rafael Hernández

Periodista especializado en arquitectura y diseño

Como pasa con tantas otras cosas, tenemos tan asumida la existencia de la ventana que ya no le damos la importancia que en su día tuvo. A nivel compositivo la ventana es la llave de los juegos de volúmenes de la arquitectura hasta un nivel tal que ha acabado por convertirse en la auténtica protagonista del diseño exterior de la mayoría de edificios.

A lo largo de la historia se ha puesto a la ventana en el ojo del huracán para lograr más y más prestaciones técnicas: poder ver sin ser visto, protegerse de la radiación solar sin renunciar a una correcta iluminación o poder observar el exterior sin que el ruido pase al interior son algunas de las clásicas exigencias que hemos ido resolviendo tecnológicamente con el paso del tiempo. Paralelamente han surgido otras no menos importantes entre las que están las de estanquidad: demandamos altas prestaciones, pero sin que ello suponga una debilidad térmica excesiva. Es evidente que el grado de exigencia para las ventanas es muy elevado.

Una corredera de salida a la terraza debe hacerse mediante una guía oculta que no sea un obstáculo, como en este proyecto del estudio Àmbit Arquitectes que ha utilizado carpintería de Technal.

Muchos desconocen la nomenclatura de las partes de una ventana. El dintel es la superior, seguramente la más conocida, encargada de recoger el peso de la fachada justo sobre el hueco, que es trasladado a los laterales que se denominan jambas; actualmente suelen quedar perfectamente incorporadas al diseño. La parte inferior se denomina alféizar o umbral en función de si se trata de una ventana o puerta respectivamente.

El espacio obtenido entre estos elementos es el lugar de la ventana, compuesto por el vidrio y el marco, y aunque parezca extraño existen decenas de tipos y centenares de combinaciones para estos dos elementos. Los vidrios pueden ser simples, dobles o triples, con cámara de aire o de gas en función del aislamiento térmico que persigamos; pueden ser con hoja templada o laminada para más seguridad. También podemos escoger vidrios con partículas de plata para una mayor protección contra la radiación solar y electromagnética, incluso hay vidrios con tratamientos para una resistencia contra incendios mejorada.

El marco también tiene sus peculiaridades más allá del material con el que se fabrique. Actualmente, la gran mayoría de ellos se fabrica con rotura de puente térmico para evitar pérdidas térmicas. Pueden ser con herrajes practicables –los más comunes– o fijos, que permiten unos acabados mucho más finos y con más superficie de cristal; estos últimos también pueden escogerse con perfilería oculta, así el marco queda embebido dentro del grueso de la fachada y el vidrio parece emerger de la masa de la pared.

Una ventana de tejado nos permite soñar con vistas de las estrellas y ganar espacio útil bajo cubierta. Los fabricantes múltiples modelos y acabados que incluyen el accionamiento remoto y el equipamiento con estores o persianas. Modelo de Velux.

El material que realmente identifica a una ventana es el del marco; existen cuatro grandes familias. En primer lugar los marcos plásticos, de PVC, normalmente la opción más económica. La más conocida es la de marcos metálicos: aluminio lacado, acero anodizado, etcétera; una opción muy estable, pero algo fría. La otra cara de la moneda la representan los marcos de madera natural, material muy cálido y agradable, pero delicado en exteriores. La opción salomónica, y normalmente la más cara, es la de los marcos mixtos, donde a cada material se le exige aquello en lo que más destaca.

Todos los mecanismos que permiten a una ventana ser más o menos practicable reciben el nombre de herrajes. La evolución en su diseño nos permite hoy disponer de numerosos sistemas de apertura más allá de las ventanas abatibles y correderas. Hoy las ventanas plegables se están instalando mucho, pueden plegarse como un acordeón y prácticamente desaparecer, deslizándose en un sentido u otro, e incorporar una puerta fija practicable de forma independiente, muy práctica los meses más fríos del año.

La infinidad de tipologías de apertura, control solar e, incluso, grados de transparencia, permite personalizar el grado de relación del edificio con el exterior en cada estancia. Ventana de Kömmerling.

Otro tipo de aperturas que cada vez se colocan más son las paralelas, como una corredera, pero con un cierre mucho más hermético. Estas dos últimas opciones se agrupan en las denominadas ventanas de eje deslizante, correderas, guillotina, etcétera, que representan una evolución tecnológica significativa.

Es curioso ver cómo sistemas de apertura que han dejado de utilizarse masivamente, como las ventanas giratorias de eje vertical u horizontal, han pasado a formar parte de un sistema complementario del resto; nos referimos a los sistemas combinados de apertura como los oscilobatientes u osciloparalelas. No podemos olvidar las ventanas de celosía, muy utilizadas durante décadas, pero que van a la baja por su elevada permeabilidad; ni tampoco las ventanas fijas, quizá las más antiguas que hayan existido en la arquitectura.

Las ventanas dotadas de mallorquinas, como el modelo Belvedere, de Scrigno, permiten ventilar la estancia sin ser visto.

En términos de ahorro energético, los huecos en los edificios son puntos débiles por donde el intercambio de temperatura es mucho mayor: un vidrio con cámara de aire puede perder calor hasta cien veces más rápido que un muro aislado. Los marcos y cajas de persiana también hemos de exigirlos aislados; de otro modo pagar unos vidrios de muy alta calidad no valdrá de mucho. Por suerte, el Código Técnico de la Edificación (CTE) exige marcos con rotura de puente térmico en las regiones con mayores saltos térmicos interior-exterior.

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