Algunos consideran que el asunto del packaging eco es una cuestión de moda, mientras que otros dirán que es por compromiso, pero la realidad más prosaica es que es por obligación. En 2030 todos los envases de plástico comercializados en la Unión Europea deberán ser reutilizables o tendrán que poder reciclarse de un modo rentable.

En general, las marcas están a años luz de lograr estos objetivos, por lo que toda iniciativa y proyecto de ecoinnovación es poca. Si tradicionalmente un buen packaging debía contener, proteger y comunicar de la manera más efectiva, ahora tiene que ir más allá y debe ser además reciclable, ligero, desmaterializado y con una mínima huella ambiental.

Para entender la importancia de los envases, pensemos que al menos el 60% del total de residuos plásticos a nivel global procede de embalajes. Y es que, mientras que otros productos tienen un ciclo de vida muy largo y se contabiliza en años, la duración de un envase de plástico desde que se fabrica hasta que se desecha puede ser de días, semanas o a lo sumo algún mes. Es ahí donde se focaliza la principal problemática del sector, en que los envases son tan imprescindibles como desechables según el modelo de gestión actual que rechaza de manera general las opciones retornables.

Embalaje CY-BO desarrollado por Kenji Abe con material esponjoso resistente al agua.

El residuo cero ya estaba inventado

La misma historia de la humanidad está directamente relacionada con el diseño de embalajes que permitían a las comunidades transportar sus bienes, proteger sus alimentos y, por supuesto, comunicar qué había dentro.

En el año 8000 a. C. se encuentran ya los primeros intentos de envases formados por hierbas entrelazadas y vasijas de barro sin cocer y vidrio. Posteriormente, griegos y romanos antiguos utilizarían botas de tela y barriles de madera, así como botellas, tarros y urnas de barro cocido.

De estos productos a las botellas y tarrinas actuales hay miles de años de diferencia, pero en esencia es la misma idea. La gran diferencia la encontramos en el envase moderno, mayoritariamente de plástico y de un solo uso frente a la perdurabilidad de los empleados tradicionalmente.

Proyecto de branding con embalaje de cartón corrugado reciclado para los Limones de Novales, diseño del estudio Soberbia.

La historia del envase habla de residuo casi cero pues los grandes recipientes empleados para el transporte de mercancías y alimentos y su almacenaje eran reutilizables y los consumidores finales se servían la cantidad que necesitaran a granel en sus propios contenedores individuales o de pequeño tamaño. Estos envases estaban producidos con materiales resistentes, duraderos y limpiables para poder reutilizarlos durante años, de manera que los residuos generados por las familias efectivamente eran casi cero.

El bucle fantástico

Loop es la iniciativa más ambiciosa puesta en marcha hasta la fecha para reconceptualizar en clave circular el envasado de alimentos y productos de primera necesidad. Detrás de ella están los principales envasadores mundiales, como Procter & Gamble, Unilever, Nestlé, Coca Cola o PepsiCo.

Aunque solo acaba de arrancar y como dice su promotor Tom Szaky “el sistema funciona, pero no sabemos si la gente lo va a aceptar”, él confía en que cuando se implante el mundo del consumo cambiará tal y como lo conocemos ahora.

Envase de champú de la marca HiBAR libre de plástico.

La idea está basada en el concepto de envase rellenable y es probablemente la única manera de eliminar el problema de los residuos de packaging que no suponga una pérdida de funcionalidad, comodidad y seguridad para los usuarios. De momento está sostenido en el comercio online y solo está disponible en Francia a través de Carrefour y en Gran Bretaña operado por Tesco.

Los pedidos se entregan en una bolsa flexible compartimentada en unos envases duraderos fabricados con metal, que permite una reutilización sencilla y a la vez son suficientemente resistentes como para que no se dañen en el retorno. Cuando los contenedores están vacíos,
el repartidor los reemplaza por nuevos productos llenos y devuelve los gastados a los centros de reacondicionamiento y llenado.

La paradoja del plástico...

Los envases de plástico pueden suponer una reducción más que notable del impacto ambiental de nuestro consumo. Puede parecer paradójico por la cruzada contra el plástico en el envase diario, pero si lo analizamos con rigor científico sabremos que gracias a los envases de plástico es posible incrementar la vida de los alimentos en semanas, evitando el desperdicio alimentario.

Obviamente no nos referimos a empaquetar una manzana, lo que sin duda es una aberración no solo ambiental, sino también estética. Pero ¿sabías que embotellar en plástico en lugar de vidrio puede reducir las emisiones de CO2 de estos productos alrededor de un 30%? Gracias a su ligereza el transporte es más eficiente, pero no solo eso: además el material requiere menos energía que el vidrio para ser producido y asimismo, al ser más resistente a los golpes, necesita menos embalaje secundario y el conjunto es sorprendentemente más sostenible. Una reducción de impacto ambiental a lo largo del ciclo de vida que conviene tener en cuenta antes de juzgar a todos los plásticos por igual.

La diseñadora guatemalteca Elena Amato ha creado hojas de celulosa a partir de cultivos de bacterias que pueden ser una alternativa al plástico para envolver productos de cuidado personal.

...Y de las alternativas bio

Cada vez más se habla de los bioplásticos como una alternativa sostenible para el envase, pero la realidad no es tan positiva y eficaz como parece.

Por un lado, la producción de estos materiales, aunque no parezca lógico, es mucho más contaminante que la de los plásticos convencionales, y por otro lado no se pueden reciclar y entorpecen los canales establecidos de reciclaje de plásticos.

En cambio, sí que hay una vía en la que pueden ser la mejor opción posible y es en los films y envases delgados que una vez usados se encuentran muy manchados del contenido orgánico del alimento. En este caso, poderlos enviar al contenedor marrón para su compostaje sería una estrategia óptima.

Pero para que realmente sea sostenible no deberían emplearse recursos vírgenes como el maíz o la caña de azúcar de los bioplásticos de primera y segunda generación, sino residuos del propio sector agroalimentario.

Un material al que debemos seguir la pista es el PHB o polidroxibutirato, que puede fabricarse a partir del agua residual de los zumos, del suero lácteo del queso y de otros residuos y excedentes orgánicos.

El proyecto From Peel to Peel de la italiana Emma Sicher también apunta a desarrollar materiales de envasado alimentario a partir de bacterias y hongos como la levadura.

A cada uso su envase

El envase es necesario y cada familia de productos tiene su naturaleza y sus necesidades. En líneas generales podríamos decir que la vuelta al retornable y el granel es una gran estrategia, pero no la única. Cuando no sea posible, los productos no alimentarios deberían envasarse en contenedores de plástico reciclado procedente del contenedor amarillo, sea HDPE, PET o PP.

Para contacto alimentario es complicado emplear material reciclado en proporciones mayores del 30 o 40%, por lo que desmaterializar lo máximo posible y mejorar la reciclabilidad es la vía de trabajo. En cambio, los alimentos que dejen grandes rastros de materia orgánica en los envases (que dificultan el reciclaje) deberían contenerse en films de bioplástico y especificar que su opción final es el compostaje.

Y, finalmente, dejar el metal y el vidrio, muy costosos energéticamente, para los envases de muy larga duración y reutilizables.