Igual que la mejor forma de hacer dieta es ingerir una cantidad variada y suficiente de alimentos saludables, la manera más eficaz de conseguir una casa ligera es nutriéndola con una buena materia prima. Empezando por la propia arquitectura del edificio y siguiendo por las piezas de mobiliario y los complementos de decoración, cada decisión con respecto al espacio tiene un peso específico, y nunca mejor dicho. Puede contribuir a elevar o a reducir el peso de la construcción, y, como consecuencia, la calidad de vida de quien la habita. En un extremo de la balanza, una casa pesada, y en el otro, una casa liviana o ligera.  ¿En cuál prefieres estar?

La pregunta del millón (de kilos)

Un día, a sir Norman Foster, uno de los arquitectos más influyentes de nuestra época, su amigo, el visionario norteamericano Buckminster Fuller, le preguntó cuánto pesaba un edificio del británico que estaban recorriendo juntos. El arquitecto no supo qué contestar. Pocos días después, Foster ya tenía la respuesta, pero eso no era lo más importante. El arquitecto había entendido que el número de toneladas de una construcción estaba relacionado con el hecho de hacer las cosas de una forma precisa. Y que con ese punto de partida se podía diseñar una casa y se podía acabar diseñando un mundo entero.

Ingerir más fruta y verdura, beber agua en vez de bebidas azucaradas. Seguro que te suena cuando se habla de perder peso. Trasladado a la casa, estaríamos hablando de una dieta a base de materiales naturales libres de tóxicos, de una buena calidad del aire interior, de colores generadores de paisajes etéreos y de entradas de luz sutiles que regalen mucho bienestar. Todo suma. O todo resta. Que no te pille por sorpresa la pregunta: "¿Cuánto pesa tu casa?".