¿Cuántas veces hemos soñado con viajar al espacio? Escuchamos embelesados a aquellos que aseguran que en unos años las agencias de viaje nos enviarán a la Luna igual que ahora lo hacen a Cancún. Seguimos con cierta envidia los pasos del primer no-astronauta que ha visitado una base espacial. Y aguardamos el día en que seamos nosotros quines crucemos el espacio a bordo de una nave.
Y hasta que ese momento llega, nos conformamos –que no es poco– con recrear el cosmos aquí, en la Tierra y reproducimos los trazos que nos hipnotizan desde el cielo en un espacio mucho más... terrenal. Imitamos, en los edificios que nos acogen y en los objetos cotidianos, algunas de esas formas que nos deleitan, desde las fases lunares hasta los anillos de Saturno.
En un año en que el cielo proyecta la estela del último astronauta que pisó la Luna, interpretamos el Espacio Exterior con piezas memorables, que tienen tantas capas como el universo. El silencio sobre el que viaja el universo se refleja en objetos decorativos que dibujan el vacío, experimentando con los límites de la materia.
En el planeta moda, los abrigos se expanden y los vestidos se acolchan para acercarse a los de los viajeros del espacio. Lascapas deportivas sobrevuelan el asfalto y se alían con capuchas integrales desde las que se oye la acompasada respiración de los astronautas.
Diseñadores buscan texturas nuevas que nos acercan a la pureza del espacio y que reducen la distancia entre las estrellas y nosotros. Arquitectos de nuevos edificios nos elevan varios metros y sucumbimos a vistas casi tan inolvidables como las de los astronautas.
Y mientras tanto, la compañía aeronáutica Airbus pone todo su empeño en terminar, antes de finalizar de año, el primer coche volador. El que nos permitirá cruzar la ciudad sin sufrir atascos.