Un exuberante jardín en Salamanca contado por su autor, Miguel Urquijo

"La escala de este paisaje tiende a hacer que los intentos de hacer un jardín parezcan insignificantes en comparación", cuenta el paisajista. "Aunque esta meseta ya empieza a ondularse según se acerca a la sierra de La Peña de Francia, todavía mantiene unas panorámicas kilométricas, respaldadas por montañas distantes y esos cielos infinitos de Castilla".

"En un clima difícil como este, pronto surge la cuestión del riego. Miguel Delibes decía que 'si el cielo de Castilla es tan alto es porque los castellanos lo habrán levantado de tanto mirarlo' (esperando que llueva)", dice Urquijo. 

"El cliente quería caminar descalzo por la hierba, así que la grava no era una opción", cuenta el paisajista. "Contábamos con pozos y aforos apreciables, pero aún así, estábamos decididos a reducir el consumo del agua. Además, una isla de hierba verde también habría tenido el efecto de aislar la casa de un entorno que, durante varios meses del año, se seca, produciendo un gran contraste".  

"La composición de las plantas dispuestas en el interior del jardín debía ser interesante en sí, sin restar protagonismo al paisaje", dice Urquijo. "Un jardín que no consigue ligar con su entorno o, peor aún, que compite con él por llamar la atención, difícilmente tendrá las virtudes que se esperan de él, como sosiego o armonía". 

"La lavanda lleva el peso principal de este jardín, pero está acompañada por plantas más estructurales y con mayor recorrido como madroños, eleagnos y por floraciones puntuales de lirios o euphorbias. Lo rematan unas franjas de rosas La Sevillana que dan unos brochazos de rojo intenso muy favorecedores", explica. 

"De alguna forma, la sucesión de formas almohadilladas de las lavandas y de otras especies replican esa agrupación distante de las copas del arbolado de la dehesa, creando un vínculo y no un conflicto", concluye Urquijo.