Un antiguo edificio agrícola –una porqueriza para ser más exactos– entre colinas, caminos de hierba y flores silvestres a las afueras de Londres fue el punto de partida de este proyecto para llegar a una coqueta casa de vacaciones. "Requería de importantes mejoras arquitectónicas para hacerla habitable", reconoce el arquitecto, diseñador de interiores y fundador de Hutch Design, Craig Hutchinson.
"Aunque teníamos que hacer apta la estructura abandonada, el mayor reto era sacar partido de una planta de 65 metros cuadrados", comenta el autor. Para ello, la concibieron como un espacio fluido, separado por una chimenea central de hormigón.
"En lugar de dividirla en habitaciones o dejarla como un espacio abierto –lo que, irónicamente, hubiera hecho que pareciese más pequeña–, insertamos elementos de carpintería y volúmenes separados para crear vislumbres y vistas en ángulo". Una bañera hundida y una ducha de hormigón bajo una claraboya, así como los elementos de carpintería de madera de olmo hechos a medida, segregan y distinguen las diferentes funciones de The Makers Barn, que es así como se llama el proyecto.
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"Aprovechamos al máximo todos los metros disponibles, incluso colocando las ventanas y las puertas en el borde exterior de las paredes para lograr mayores alféizares internos, zonas de estanterías y más espacio interior". Los arquitectos diseñaron un único ambiente interconectado, de modo que, desde cualquier punto y posición de la casa, hay una vista de las impresionantes colinas y el paisaje, enmarcada por las puertas correderas y las columnas de madera hechas a medida.
"En un espacio tan pequeño también era importante mantener un enfoque de diseño coherente y holístico con respecto a los materiales y los colores", añade el arquitecto. Tonos orgánicos y terrosos tomados de la naturaleza colorean el paisaje interior, vestido con materiales artesanales, sostenibles y naturales. Suelos de parqué, baldosas de terracota...
"Nos interesaba contrastar estas texturas con elementos más minimalistas. Combinar lo duro y lo blando, lo áspero y lo minimal y lo lujoso y lo humilde". La brutalista chimenea de hormigón y la ducha contrastan con las texturizadas paredes y los techos enlucidos de arcilla, y con las delicadas y refinadas estanterías y armarios de carpintería de olmo inglés.
Con sus pórticos de hormigón y sus muros de mampostería, no resulta difícil imaginar a los antiguos residentes de esta construcción, a los simpáticos cerdos, vagando por aquí. Sin embargo, poco queda ahora de aquel primer uso. Si acaso las vistas, una privilegiada inmersión en la campiña inglesa, tan cerca y tan lejos de la vibrante capital británica.
"Teníamos la firme intención de fundir el edificio con su bello entorno para que pareciera que siempre había estado ahí", concluye Craig. Un lugar para evadirse y disfrutar de los ritmos de la naturaleza. Pura desconexión para regresar, si cabe, con más ganas.