Así ha evolucionado esta casa: fuerte, cárcel, granja y hoy un delicioso B&B

The Bunkers, en la frontera de Bélgica con Holanda, envuelve en confort contemporáneo un conjunto con muchas capas de historia a sus espaldas

The bunkers 6

The bunkers 6

1 /15
The bunkers 9.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers 5.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers 8.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers 6.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers 7.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers 4.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers 13.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers 3.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers 12.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers 11.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The bunkers 2.

The Bunkers, por Benny Govaert.

The Bunkers, por Benny Govaert.

Hay paisajes que parecen que están predispuestos a convertirse en un oasis de tranquilidad. Viejas postales de lugares idílicos en los que apetece perderse y nunca volver; lleno de animales y montes verdes repletos de vida. Así se presenta este The Bunkers, un precioso Bed & Breakfast situado al norte de la costa belga, junto a la frontera holandesa y la reserva natural de Zwin.

Los dos edificios de ladrillo fueron utilizados una vez como una casa de guardia y una cárcel, y formaron parte de una fortificación anterior en la frontera belga-holandesa, cerca de la ciudad de Knokke. Ambos edificios se han prolongado con extensiones de madera y se han agregado ventanas con marcos de metal a sus fachadas. Debajo del B&B, a unos metros bajo el suelo, se ubicó estratégicamente la sauna y la piscina para evitar el frío helado del invierno.

Su nombre, The Bunkers, habla de historia. Se construyó originalmente en hormigóno, un material que ahora es tendencia, pero a principios de la Primera Guerra Mundial –contexto histórico en el que se sitúa– solo se usaba por su precio y funcionalidad. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundialse añadieron ladrillos a la construcción. En la actualidad pervive un llamativo patrón de colores rojo y amarillo.

La policromía de la fachada encierra, como explica uno de los dueños, un gran anécdota: "Los ladrillos originales se quemaron y salieron en un tono rojo. En la década de 1970, el granjero propietario levantó el techo de la casa, compró ladrillos y los quemó en otro lugar. Y salieron amarillo”. El arquitecto, Benny Govaert, supo entender perfectamente el alma del lugar y las necesidades de la pareja y respetó los materiales originales y la estructura, compuesta por una casa principal y un granero.

Es precisamente en el granero donde se encuentra el B&B, un espacio al que la pareja ha invertido especial dedicación. Con acabados de acero con recubrimiento en polvo negro de la marca danesa Vipp y los suelos originales, el resultado es robusto, industrial, en sintonía con el resto del recinto, pero también lleno de contrastes con las vistas del campo y las ovejas de la familia paseando por los alrededores.

El juego de pasado y futuro puede apreciarse en todos los rincones. Los colores desaturados combinan perfectamente con el entorno verde y salvaje del campo que les rodea. La forma tectónica recuerda a un granero que ha sabido trasladar su identidad al presente sin perder la esencia. La madera, el concreto y el acero nunca funcionaron con tanta elegancia como en este maravilloso B&B donde da igual donde poses tu mirada, siempre hay un rincón que habla de diseño. Mención especial también al diseñador de interiores Kristof Goossens que con gran acierto se ha mantenido sobrio en la presentación y disposición de los muebles, dejando que sea el espacio el que autocomplete la experiencia.

Loading...

¿Deseas dejar de recibir las noticias más destacadas de Arquitectura y Diseño?