A medio camino de Marsella y Cannes, Hyerès fue una las primeras estaciones balnearias de la Costa Azul. No es de extrañar, pues, que la aristocracia y la burguesía del país vecino la eligieran a partir de la segunda mitad del siglo XIX para disfrutar del clima benigno del Midi francés. Sobre un terreno escalonado que domina el casco antiguo de la población, el vizconde Charles de Noailles y su esposa Marie-Laure levantaron su retiro invernal. Seguidores ambos de las vanguardias artísticas –ella tonteó de adolescente con el escritor Jean Cocteau– quisieron que su casa respondiera al esprit de la época.

 

Marie-Laure de Noailles retratada en 1930 junto a –de izquierda a derecha– Jean Cocteau, André Gide y George Auric

Descartados Mies van der Rohe por no estar disponible y Le Corbusier porque lisa y llanamente se aburrieron de sus prolijas explicaciones cada vez que se reunían o intercambiaban impresiones por carta, se decantaron finalmente por Rober Mallet-Stevens (Francia, 1886-1945), a la sazón un joven arquitecto que, más allá de sus diseños de mobiliario y escenografías para películas, apenas tenía obra construida, pero que apuntaba mane- ras como autor sensible a las nuevas corrientes.

Su apuesta valió la pena: Villa Noailles –cuya construcción se inició en 1923 y concluyó a finales de esa década con sucesivas adiciones– se convirtió en uno de los primeros y más destacados ejemplos del racionalismo francés, un lugar en el que impera la luminosidad, la funcionalidad y la economía decorativa.

 

Charles y Marie-Laure en un fotograma de la película Biceps et Bijoux, dirigida en 1928 por Jacques Manuel

Faro de la modernidad

La casa no solo destacaría por su arquitectura de estirpe centroeuropea, seguidora de la noción de raumplan o planta espacial de Adolf Loos –consistente en distribuir las diferentes estancias a distinta altura según su función–, así como por algunas innovaciones –fue la primera en Europa que dispuso de piscina cubierta en la azotea–. Su condición de lugar de encuentro de artistas de la vanguardia al amparo de la amistad y el mecenazgo de los propietarios le dio, a la postre, su carácter tan peculiar.

Allí filmó Man Ray una de sus obras maestras, Les Mystères du Château du Dé (1929). Allí escribió también Luis Buñuel el guión de La edad de oro (1930). André Gide, Aldous Huxley, Max Ernst, André Breton, Dalí... La impresionante lista de quienes en uno u otro momento pasaron por Villa Noailles constituye una auténtica "enciclopedia" de la intelligentsia del período de entreguerras hasta finales de los años sesenta.

 

Robert Mallet-Stevens diseñó la casa como una superposición de cubos de hormigón gris

En 1973, tres años después de la muerte de Marie-Laure, Charles –quien fallecería en 1981– vendió la casa al municipio. Durante dos décadas la villa languideció hasta que fue restaurada a mediados de la década de 1990 para renacer como centro cultural –desde 2006 acoge cada año el festival Design Parade, dedicado a la creatividad contemporánea– y revivir aquella época de esplendor bohemio y creativo.

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El jardín cubista, diseñado por el arquitecto y paisajista Gabriel Guévrékian, conservado a día de hoy

El jardín cubista

Diseñado por el arquitecto y paisajista Gabriel Guévrékian, conservado a día de hoy.

El vestíbulo de entrada en una foto de época

El vestíbulo de entrada en una foto de época

En Villa Noailles, Mallet-Stevens refinó su estilo, que buscaba liberar volúmenes y crear estructuras autoportantes.

El Salon Rose, uno de los espacios más icónicos de la casa, caracterizado por paredes en relieve

El Salon Rose

Uno de los espacios más icónicos de la casa, caracterizado por paredes en relieve.

Las paredes en relieve

Las paredes en relieve

Aportan una sensación de dinamismo y tridimensionalidad, y por el gran tragaluz creado por Louis Barillet.