El proyecto de una casa es un ejercicio de equilibrio entre lo racional y lo emocional, entre la satisfación de una necesidad básica (procurar cobijo y confort físico) y la creación de un entorno estimulante para el espíritu. Un espacio funcional, pero que no desate ideas de belleza y de pertenencia no tiene hondura y al final resulta trivial. Una casa es una aventura muy personal que solo cobra sentido cuando uno la llena con cosas que le gustan. Decía Alvar Aalto que la principal responsabilidad de su oficio es crear entornos que “crezcan” con sus habitantes; sitios en los que ocurran cosas que establezcan lazos emocionales con las personas y se incorporen a su bagaje vital.
Continente y Contenido
Arquitectos y decoradores tienen visiones diversas, pero a menudo complementarias, sobre qué otorga alma a un espacio. En su discurso se mezclan alusiones a la “caja” y su relación con el entorno, con las texturas, los colores y los objetos. Parece claro que el espacio debe tener una calidez especial para crear un clima, y eso, en última instancia, lo dan más los materiales, la luz y los detalles que la propia geometría.
"Las casas con alma son casas con arrugas, con defectos, con recosidos, con recuerdos y secretos, con cambios de humor: son lo más parecido a una persona. Sinceramente, no creo en la belleza por la belleza. O mejor dicho, hay bellezas que me aburren mucho si lo único que tienen es perfección. Hay casas con una gran piscina, una obra de arte maravillosa y un suelo con una madera increíble y a mí no me hablan, son mudas. Como mucha gente, rascas y solo hay vacío. A mí gusta el desequilibrio, las manchas de la humedad, los libros apilados, los cuadros que dicen algo porque juntos hacen un coro, los objetos que son distintos, pero que se hacen amigos". María Lladó, interiorista.
Despertar los sentidos
La sencillez cuando se trata de vestir la casa por dentro para dotarla de ese aura que la haga especial, los profesionales prefieren hablar de texturas más que de un material, objeto o estrategia concretos. Es en la estructura, la trama y la urdimbre de la materia original donde radica esa honestidad que contribuye a crear una atmósfera única. Pero no nos referimos solo al tacto: también hay belleza y alma en la pureza de un espacio en blanco o el olor de unas flores recién cortadas. Y es que nos relacionamos con las cosas y los espacios a través de todos nuestros órganos sensoriales. Por eso, los paisajes domésticos excesivamente homogéneos son enemigos de los sentidos.
Partícula elemental
La luz es un recurso primordial para crear ambientes con carácter. Sin la luz natural –y su aliado nocturno, la iluminación artificial– el espacio resulta plano, carente de energía, densidad y profundidad. Es además un “material” elemental e inagotable; algo que conecta con la idea de sencillez como catalizador de bienestar. En los gestos escuetos reside a menudo la esencia de un lugar especial.
"Eso de lo que hablamos tiene una historia, posee una experiencia que tiene que ver más con lo espiritual que con lo material. El verdadero secreto del interiorismo no es enamorarse de una pieza, sino de su historia.
Defendemos elegir los objetos no desde el punto de vista recursivo, sino intelectual; la intención es lo que cuenta", comentan Alfons&Damián.
Con franqueza
Las casas que más cautivan son las que producen una impresión sincera de estar habitadas, porque todo tiene un motivo para estar ahí. Para unos eso significa pensar el espacio hasta el último detalle, pero no con una perfección fría, sino reconociendo que la belleza cobra vida en los contrastes y la discrepancia. Otros abogan por la sobriedad, porque da libertad para que cada uno viva como le dé la gana. Cualquier enfoque es válido si se elige desde la autenticidad, la memoria y el afecto, y no desde un planteamiento puramente funcional.
"Los detalles son tan importantes como la decoración entera o los acabados. Por ejemplo, un elemento tan trivial como un pomo de puerta es un elemento que merece atención”, desvela Beristain.
Recuerdos que nos acompañan y animan
la casa no solo acota un espacio de confort, también es un contenedor de emociones, el lugar donde preservamos lo que asociamos a momentos que no queremos olvidar o a sensaciones que nos gusta experimentar. Por eso en un espacio personal nunca faltan dibujos de infancia, fotografías de personas que nos importan y recuerdos. La jerarquía y orden con que disponemos todos esos elementos es algo muy íntimo que habla de la importancia que damos a unas cosas u otras. El arte es otro elemento que ennoblece el espacio, pero solo si se hace desde la genuina pasión con la obra y no como recurso decorativo.
"Esa experiencia surge de la interacción del edificio sobre el que lo habita: depende de la luz, la textura, el sonido, la temperatura, las proporciones del espacio, etcétera", continúa Esteve.