Alvar Aalto

Partiendo del funcionalismo, Aalto (1898-1976) evolucionó hacia la búsqueda de la calidez y el acercamiento a la Naturaleza. Nunca pretendió ser “moderno”, solo crear espacios y objetos que mejorasen la vida de las personas. Y sin embargo su legado se mantiene vivo y emocionante como el primer día, especialmente a través de la firma Artek que fundó con su mujer Aino Marsio.

Alvar Aalto

Alvar Aalto nunca estuvo del todo convencido de que el movimiento moderno, fraguado en Europa en las primeras décadas del siglo xx, evolucionase hacia lo que él consideraba necesario: una arquitectura más humana. El funcionalismo convertido en pura expresión formal no era, a su juicio, la razón de ser de la arquitectura. Como tampoco la arquitectura de producción en serie absolutamente fría y deshumanizada que se extendía de forma descontrolada por todo el territorio europeo.

Aalto creía en la estandarización, pero al mismo tiempo criticaba ferozmente las presiones que oprimían el proceso creativo de cualquier obra; la tradición, los estilos o la normativa son ejemplos de estas presiones. Criticaba que el “diseño uniforme” no era más que una forma de resolver de una tacada todas y cada una de las miles de decisiones que cualquier diseño plantea.

En uno de sus pocos textos escribía “el mejor comité de estandarización es la Naturaleza, pero esta aparece casi exclusivamente en sus unidades más pequeñas, las células. Ello da como resultado millones de combinaciones elásticas en las que no hallaremos formalismo alguno”. No es extraño que para Alvar Aalto la variación y el crecimiento fuesen las características más profundas y fundamentales de la arquitectura, y que, como ocurriría hoy, estos conceptos lo obligasen a enfrentarse constantemente a los rigores del estilo y la norma.

A pesar de estas reflexiones, Aalto dedicó muchísima energía a lograr una evolución de la arquitectura hacia entornos más amables para los usuarios. Estudió comportamientos y reacciones de las personas a las formas arquitectónicas y los tipos de iluminación, e investigó los materiales de construcción para tratar de hacerlos evolucionar hacia lo que él llamaba una humanización de la arquitectura.

Es más, defendió la arquitectura moderna cuando el concepto del racionalismo ya languidecía. Propuso una nueva era para la arquitectura donde esta proyectaría los métodos racionales desde el ámbito técnico al terreno psicológico y humano. Hoy sabemos que no logró que el conjunto de arquitectos relevantes de la época siguiese sus pasos. A pesar de ello su fuerza, su coherencia y, sobre todo, su obra de grandísima calidad le valieron la consideración de maestro junto a figuras como Le Corbusier, Mies van der Rohe o Walter Gropius.

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