Decía Will Smith que “gastamos dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para impresionar a la gente a la que no le importamos”. Según esta afirmación, nos rodeamos de adornos inútiles y fruslerías que no necesitamos en nuestra vida y vamos con el piloto automático puesto, siguiendo un estilo de vida consumista.
Espacios diáfanos. Este estilo se caracteriza por la ausencia de grandes piezas de mobilario y por utilizar solo las estrictamente necesarias.
Foto: Damm Studio
Si nos paramos a mirar a nuestro alrededor, ¿cuántas cosas tenemos que consideramos realmente necesarias? Probablemente no incluyamos en la lista esa lámpara que nunca encendemos, ni el rodillo de cocina que solo hemos usado una vez para una receta y ahora agoniza en un cajón. A veces (la mayoría), al comprar un objeto trae consigo una pequeña descarga de dopamina, pero ésta se desvanece en cuanto el objeto sale de su caja y el objeto deja de utilizarse. En respuesta a este absurdo ha nacido el movimiento minimalista, un estilo de vida que huye del excesivo consumismo, que promueve valorar lo importante, vivir con menos y ser más feliz y más consciente con lo que ya se posee.
Los beneficios del menos es más han conquistado a hombres y mujeres que han tenido una epifanía surgida como una crisis personal de consumo. Comprar más no conlleva felicidad. De hecho, puede atrapar. Presidiendo esta filosofía está la gurú japonesa Marie Kondo, cuyo principal mandamiento consiste en abandonar todo lo que no genera alegría, una máxima que se ha hecho familiar en todo el mundo.
Adiós a lo supérfluo. Según la filosofía minimalista, el orden es imprescindible para conseguir armonía en el interior.
Ésta es también la interesante reflexión de un documental que lleva tiempo emitiéndose en la plataforma Netflix:Minimalismo: las cosas importantes, que muestra los beneficios del menos es más a través de testimonios de personas en contra del consumo impulsivo reinante en Estados Unidos.
Ser minimalista no implica vivir en una casa sin muebles y con todas las paredes blancas, sino en centrarse en lo que es vital para cada uno desde su individualidad.
Estancias despejadas. Dado que los hogares de antaño tendían al exceso, el minimalismo se relaciona con el futuro precisamente porque prescinde de elementos innecesarios.
Hay muchas corrientes y formas de aplicar esta filosofía. Una es el proyecto 333 aplicado al armario, en el que se usan 33 prendas cada 3 meses. Otro es el que promueve reducir todas las pertenencias a 100. O que todas tus pertenencias quepan en una mochila. O incluso está el método de la japonesa Mari Kondo. Todas son formas de aplicar el minimalismo, pero no son las únicas.
Esta promesa de la felicidad asociada al orden ha hecho que Estados Unidos se registre un aumento del 60% de las donaciones de artículos para el hogar, muebles y ropa de todo tipo.
Asimismo y con el orden como mantra, en España poco a poco van asentándose las organizadoras profesionales. Se trata de especialistas que se dedican a poner en orden casas ajenas y ofrecen servicios adaptados al cliente. Algunas tienen hasta su propio método, como María Zamora. Tras conocer y formarse con la gurú japonesa, Marie Kondo, esta malagueña creó su propio método, denominado KoraKora. Como su propia artífice indica: "ordenar no es simplemente un acto que te ayuda a mantener un hábito. Es una filosofía de vida. Un método que te guía en tu día a día para conseguir esa ansiada calma y relajación que necesitas""
La esencia de cada uno. La filosofía minimalista no implica deshacerse de todo, sino mantener los objetos que signifiquen algo para nosotros y nos hagan felices.
Las cifras corroboran que en el siglo XXI, la mayoría de nosotros no necesitamos tanto como tenemos. El hogar estadounidense se posee, de promedio 300.000 artículos. Un estudio aseguró que en Gran Bretaña los niños tienen 238 juguetes, pero solo juegan con sus 12 favoritos. Somos adictos a la acumulación y el estilo de vida minimalista se presenta como una forma consciente de acercarse al mundo ahora que nos hemos dado cuenta de que el materialismo está destruyendo el planeta.
El anhelo por tener menos empieza a convertirse en un movimiento universal, hacia un mundo diferente y más sencillo, una forma de pensar sobre lo que hace una buena vida. Para algunos, el minimalismo es terapia. El deshacerse puede verse como un exorcismo del pasado y despeja el camino para un nuevo futuro de simplicidad inmaculada. Representa una ruptura decisiva. Ya no vamos a depender de la acumulación de cosas para obtener la felicidad, sino que nos contentaremos con las cosas que conscientemente hemos decidido mantener, aquellas que representan nuestro ser ideal. ¿Te atreves?