La cocina y el salón responden a lógicas espaciales distintas: una está pensada para la acción, la otra para el reposo. Integrarlas en una misma escena doméstica exige algo más que eliminar tabiques; implica entender cómo se relacionan la actividad y la pausa, el ruido y el silencio, lo técnico y lo emocional. Una cocina completamente abierta puede interferir en esa armonía si no se plantean estrategias que atenúen su presencia cuando no está en uso. Por eso, más que abrir o cerrar, se trata de establecer umbrales: puntos de transición que permitan compartir sin invadir.

El estudio madrileño RÄL167, fundado por Ramsés Jiménez y Laura Pol, lo tiene claro: las cocinas parcialmente abiertas son una solución intermedia tan lógica como sensata. Espacios conectados pero no expuestos, versátiles sin ser caóticos. Un diálogo fluido entre dos mundos que, por más que se empeñen las revistas, no siempre están hechos para convivir sin negociar antes las normas de la convivencia.

Proyecto de Räl167

Proyecto de Räl167

Juan Baraja

Una frontera amable

Integrar cocina y salón sin llegar al concepto completamente abierto tiene ventajas prácticas que van más allá de lo estético. "Alivia visualmente", explican desde RÄL167. "Las cocinas acumulan muchos objetos a la vista que aportan una información innecesaria desde el estar. Si desde el sofá no se ve directamente la encimera, el fregadero o la tostadora, no hace falta tener todo perfectamente ordenado todo el tiempo".

El truco, dicen, está en delimitar sin separar. No se trata de levantar muros, sino de levantar ideas: volúmenes intermedios que funcionan como almacenaje para ambos espacios, islas con doble uso, lamas verticales que filtran sin ocultar, o incluso cortinas bien escogidas que, lejos de parecer una solución improvisada, pueden ser el recurso más cálido y eficaz.

La distribución, por supuesto, influye. "Ambas —la planta alargada o la cuadrada— pueden dar mucho juego, la clave es conseguir dar con la circulación adecuada", explican. "Por un lado, las alargadas permiten un desarrollo más claro y ordenado de cada uno de los usos. Por otro, las cuadradas pueden funcionar muy bien creando un volumen central que organice los usos alrededor de él generando un recorrido circular".

Cocinas que no disimulan

Una vez lograda la delimitación espacial, surge una segunda pregunta: ¿debe la cocina parecer otra cosa para encajar en el salón? La respuesta del estudio es clara: "No vemos la necesidad de tratar que la cocina no parezca lo que es; además, hay modelos de electrodomésticos preciosos que, lejos de tratar de ocultarlos, buscamos que puedan apreciarse desde diferentes perspectivas". En lugar de ocultar, lo importante es integrar: "Lo que sí nos resulta importante es enlazarla con el resto del diseño del salón para generar una continuidad de estilo que armonice el conjunto".

Ahí entra en juego el mobiliario, los materiales y, sobre todo, los acabados textiles. "Los textiles son un punto clave", insisten. "Podemos utilizar el mismo tipo de cortinas en las dos zonas. Lo mismo con las tapicerías de los taburetes o sillas de las islas".

Esta idea cobra forma en uno de sus proyectos favoritos, donde llevaron esa integración parcial a un nivel especialmente sofisticado: "En uno de nuestros proyectos, delimitamos la zona de la cocina poniendo una isla con los costados y el frente de una altura de 190 cm revestidos de espejo para 'invisibilizar' este volumen que, a su vez, ocultaba las zonas de fuegos y pila. El espejo se convirtió en un elemento arquitectónico en sí mismo más que en una pieza decorativa. Para reforzar este efecto, comenzamos el replanteo de piedra del suelo desde el borde de la isla para que en el espejo se reflejase la pieza completa y diese la sensación de que el pavimento continuaba".

Proyecto de Räl167

Proyecto de Räl167

Juan Baraja

Abrir sin invadir

La cocina parcialmente abierta se plantea así como un ejercicio de equilibrio. No pretende simular una estancia distinta, ni invadir el resto de la vivienda con su carácter técnico. Es una fórmula para generar continuidad sin renunciar al orden. Como explican desde RÄL167, "cada planta permite juegos distintos", y dentro de esa variedad, el objetivo es claro: buscar una conexión amable entre lo funcional y lo habitable.

Ya sea mediante volúmenes intermedios, juegos de texturas compartidas o espejos que diluyen los límites físicos, la propuesta de Räl167 no es una cocina escondida, sino una cocina con la que se hace fácil convivir.