Los paisajes de la Provenza marcan este estilo decorativo rústico, con sus campos de frutales, viñedos y lavanda, sus pueblos medievales con casas de piedra restauradas con esmero, sus plazas soleadas, sus mercados al aire libre... y, cómo no, el aliento marino de la Costa Azul.
Esa armonía paisajística se traslada a los interiores de las casas con el predominio de una paleta de colores muy suave: blancos, cremas, tostados y marfiles, y ligeros toques verdes, azul, grises, lilas, rosas... Junto con el gusto por las flores y los elementos decorativos naturales, da una atmósfera entre romántica y sensual a los ambientes.
Un poco de historia sobre el estilo provenzal
El savoir vivre se traduce en jardines y cocinas mimados hasta el extremo, muy frondoso el primero, con frutos comestibles, viñas, emparrados..., y amplia y gustosa la segunda, pensada para disfrutar cocinando, con utensilios a la vista, robustas mesas y alacenas de madera decapada y mostrando orgullosas el desgaste del paso del tiempo. Pero todo con mucho encanto, algo así como una decadencia chic. Los especialistas en decoración explican que este estilo apareció alrededor de los siglos XVI y XVII, cuando los campesinos de la zona empezaron a imitar el mobiliario de la nobleza. Para ello, trabajaron un material accesible, la madera, que, con torneados y decoraciones talladas, se volvía más elegante. La peculiaridad del mueble provenzal es el trabajo de los contornos de cada pieza, sea silla, escaño o escritorio. Corregían las imperfecciones de la madera con yeso y lograban formas más delicadas. A la madera se suma el hierro forjado, que imprime carácter rústico. El origen del gusto por los acabados desgastados y la pintura desconchada hay que buscarlo seguramente en esa admiración por la historia, y las granjas forman parte importantísima del pasado amado de Francia.
El estilo provenzal fue muy popular en Europa en el siglo XIX. Muchos burgueses llegaron a esta región atraídos por la atmósfera de simplicidad, paz y naturalidad inherente a los pueblos del sur y a sus casas con paredes de piedra encalada, con techos de vigas vistas de madera, profusión de flores y telas naturales, rincones acogedores en el jardín con complementos sencillos como baldes de cinc, cocinas bien surtidas con tarros de especias y de hierbas aromáticas, cestas con ramitas de lavanda y mucha luz, una intensa luz del sur.
Cinco ideas para animarte a practicar el estilo provenzal
1. Pinta con un color suave y claro una alacena de madera rústica y forra el fondo con papel floreado.
2. Las cestas de mimbre son básicas. Colócalas por grupos (entre dos y tres) en algunos rincones.
3. Incluye detalles como antiguos botes de cristal de botica, de confituras o porcelanas vintage.
4. Coloca junto a una ventana un pequeño escritorio de patas torneadas y una silla de mercadillo.
5. En el dormitorio: mesillas decapadas y sobre la cama, colchas de ganchillo o con estampados florales.
Claves para copiar en casa el estilo provenzal
- Colores suaves: blancos, marfiles, gris y cremas como paleta base. Se suman rosas y verdes en piezas decorativas y telas.
- Ramos naturales: flores y plantas recién cortadas inundan los rincones más románticos. También las florecillas silvestres secas.
- Piezas envejecidas: antigüedades, piezas vintage, de metal oxidadas o con efecto decapado y desgastado decoran las estancias.
- Techos de madera: sobre todo, vigas vistas generalmente pintadas de blanco. Junto con las fachas de piedras, dan el toque más rústico
- Muebles ligeros: con uso del torneado en cada pieza y el trabajo artesanal fino, con delicados tallados en armarios o doseles.
- Hierro forjado: en pequeños detalles, como herrajes, o más grandes como cabeceros y doseles caso, el hueco de la escalera.
- Muchas flores: el estampado más querido para revestir las paredes con papeles pintados. También para mantelerías, vajillas...
- Artesanía local: en forma de cestos, cajas, cerámica, jabones... Y de la gastronomía local en forma de tarros y botellas de buen vino.