La ausencia de cortinas en las casas de las nuevas generaciones es un hecho. Y más allá de lo decorativo es casi un cambio de paradigma.

Vestir las ventanas era algo casi obligatorio en los hogares hasta hace muy poco. No había vivienda que se resistiera a colocar textiles, algunos más sencillos y otros más exuberantes, para crear una atmósfera acogedora y, además, ganar en privacidad.

Pero las cosas han cambiado y, siguiendo la estela de los países nórdicos, cuyas ventanas se abren al exterior sin tapujos, los más jóvenes prefieren dejar entrar el exterior sin tamizarlo. 

Cortinas adaptadas a un diseño minimalista.

Cortinas adaptadas a un diseño minimalista.

Xavier d’Arquer - Doblestudio

Un elemento de nobleza

La historia de las cortinas se remonta a la época medieval, cuando se utilizaban como aislantes del frío en los castillos de los nobles. Aquellas piezas no solo cubrían las ventanas, sino paredes enteras para contrarrestar la frialdad de la piedra. Gruesas y estampadas creaban verdaderas cajas textiles que eran totalmente funcionales.

Fue en el Renacimiento cuando las cortinas comenzaron a convertirse en elementos decorativos. Tejidos como la seda, el terciopelo o el jacquard se impusieron para crear ambientes lujosos que se potenciaban con estampados vegetales y animales. En el Barroco, como ocurrió en todas las artes, se desarrollaron verdaderas piezas artísticas con drapeados, bordados, pintados y mucho, mucho oro. 

La historia demuestra, entonces, no solo una función práctica, sino también, una función estética que acompañado los hogares por generaciones y generaciones.

Cortinas modernas que crean juegos de luces y sombras.

Cortinas modernas que crean juegos de luces y sombras.

Jon Tyson / Unsplash

En el siglo XIX, las cortinas dieron un paso más y dejaron de ser exclusividad de la nobleza para convertirse en un elemento popular entre la clase media. Ya en el XX empezaron a dialogar con la arquitectura recuperando su funcionalidad. Pensadas para tamizar la luz pero integradas en la decoración fueron evolucionando en formas y diseños. Desde las cortinas rizadas, los estores, los paneles japoneses, las venecianas, las verticales... Todo un universo en el que también se han introducido tejidos innovadores para cubrir todas las necesidades en diferentes estilos: desde el Art Decó, hasta el modernismo y el posterior minimalismo. 

 

¿Mejor sin cortinas?

Si bien en la actualidad siguen siendo una pieza de tendencia, muchas personas eligen no usarlas en sus casas, pisos y apartamentos. Esta opción, que puede parecer dejadez o pereza, es probablemente todo lo contrario.

Los gustos estéticos han evolucionado y hay estilos, como el industrial o el minimalista más puro, en los que no terminan de encajar las opciones de cortinas que encontramos en el mercado. Además, no usar cortinas tiene más de una ventaja estética.

Una patio interior que muestra una cocina abierta sin cortinas

Una patio interior sin cortinas y que deja entrar la luz a las estancias.

Maxime Brouillet

Eliminar las cortinas en espacios simplificados permite dar una apariencia más limpia y sencilla, permitiendo que las ventanas se conviertan en el punto focal de la habitación. Por otro lado, al prescindir de estos textiles, se aprovecha al máximo la luz natural y se puede jugar con ella a la hora de diseñar el interiorismo, según sea la orientación de la vivienda. Algo que tanto arquitectos como interioristas lo tienen en cuenta a la hora de comenzar una reforma.

Sin cortinas, también se potencia conexión entre interior-exterior, que se ha convertido en la gran tendencia en la última década a nivel arquitectónico y decorativo. Si las vistas lo permiten, abrir la casa al exterior genera una sensación de mayor amplitud y frescura. Es, simplemente, una opción que da continuidad a la apertura que también se ha dado en la distribución de los espacios interiores, dejando atrás las casas compartimentadas y oscuras. 

Una forma de abrazar la integración de espacios, la amplitud y luminosidad a la hora de diseñar un hogar.

 

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