Diseñada para una familia, esta vivienda de los años 60 y de 120 metros cuadrados en el barrio madrileño de Chamberí, se ha transformado en un refugio sosegado y equilibrado en medio de la vorágine de la ciudad. El estudio de arquitectura Deza Setien ha logrado en este proyecto cambiar radicalmente la distribución original, típica de la época, que era muy compartimentada y con un pasillo que dividía la vivienda, y aprovechar la luz natural de ambas fachadas creando estancias abiertas y conectadas visualmente entre ellas, pero con la opción de lograr independencia a través de paneles móviles, puertas correderas, una puerta integrada dentro de un mueble a medida y un elemento bajo que acompaña todo el recorrido de la vivienda. El resultado son unos espacios llenos de calidez. "Tratamos de desprender al proyecto de los elementos innecesarios para resaltar el equilibrio y el orden del espacio, que se trabaja mediante geometrías sencillas, simetría, proporciones, el buen uso de la luz y los materiales naturales", nos cuentan desde el estudio. 

El esquema de la vivienda se estructura a través de dos ejes perpendiculares entre sí que la organizan y que logran una clara separación entre la zona de día y de noche. Estos ejes son piezas de mobiliario a medida realizadas en chapa de roble blanqueado dotados de distintas funciones y que organizan el proyecto en dos espacios principales, sirviendo además de guías de recorridos. Por un lado, la zona colectiva (formada por un hall de entrada, salón-comedor y cocina-lavandería) donde se busca el máximo aprovechamiento de la luz natural de ambas fachadas, por la altura en la que se encuentra el apartamento. Mientras, el otro eje perpendicular a fachada alberga el salón, da además función a la habitación suite, finaliza el recorrido de la zona común y oculta un panel móvil que permite el aislamiento de la zona privada y que cuando se recoge descubre la continuidad hacia la zona de habitaciones.