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La Barceloneta, viviendas para el Instituto Social de la Marina, Barcelona, 1951. “Con ella, tras la casa Ugalde, creo haber encontrado la buena vía. Ambas, buenas o malas, son verdaderamente mías”

Ampliación de la ETSAB, 1978

Biblioteca de Casa Tapies, 1960, con chimenea también diseño de Coderch

Fachada del bloque de la calle Juan Sebastián Bach, Barcelona, 1958, con el ladrillo y las persianas de lamas de madera, dos de los sellos del arquitecto

Viviendas Cocheras de Sarriá, 1968

El arquitecto cámara en mano. “Coderch traslada algunos de los resultados de una actividad gratificante para él como la fotografía al difícil terreno del proyecto”, explica Carles Fochs en su libro Coderch, fotógrafo

Salón de la Casa Senillosa, Cadaqués, 1956, el primer encuentro con la arquitectura de Coderch de Carlos Ferrater

Casa Rozés, Roses, Girona, 1962. “La configuración del terreno y el límite marítimo-terrestre determinaron una solución de planta articulada a distintos niveles que ha sido luego una constante en nuestra forma de proyectar”

Casa Ugalde, Caldes d’Estrac, Barcelona, 1951. “Un proyecto muy especial, que si tuviéramos que repetir lo haríamos siguiendo el mismo procedimiento, pero tratando de conseguir un poco más de orden”, decía Coderch

Lámpara Disa, 1957. “El problema esencial para nosotros era el proyecto de una lámpara de luz ambiente. Una vez realizada se vio que la luz que producía daba intimidad y se parecía a la del fuego de una chimenea”

Leñero diseño de Coderch reeditado por Isist

Con este escrito querría rendir homenaje al que ha sido maestro próximo y amigo invisible durante toda mi andadura como arquitecto hablando de la Casa Senillosa, ya que fue mi primer encuentro con la arquitectura real, en una visita de fin de semana en la que Manolo Senillosa, su propietario y cliente de José Antonio Coderch, me permitió habitarla y disfrutarla durante unos días. Un pequeño edificio surgido de la arquitectura vernácula de Cadaqués, que asumía desde la abstracción y a través de la depuración formal la contemporaneidad de los nuevos tiempos.

En poco más de cuarenta metros cuadrados de planta, su claridad organizativa la convertía en una gran residencia. La repetición estratificada en cuatro plantas, manteniendo en un lateral un dormitorio con literas y un baño, permitía utilizar el resto de la planta en sucesivas variaciones del programa en los diferentes niveles. La situación de la escalera al fondo de la parcela, abierta a las estancias, convertía espacialmente la vivienda en un recorrido, entre el nivel inferior de acceso, en la pequeña cala, y el nivel superior de la sala de estar, por la que se accede al casco antiguo de Cadaqués.

 

La Barceloneta, viviendas para el Instituto Social de la Marina, Barcelona, 1951. “Con ella, tras la casa Ugalde, creo haber encontrado la buena vía. Ambas, buenas o malas, son verdaderamente mías”

 

La sección toma una gran importancia, factor que no es habitual en la obra de Coderch, un arquitecto que elaboraba sus proyectos a partir de la planta. Esta obra humilde, sin aparente ambición, sintetiza paradigmáticamente el pensamiento de J. A. Coderch. Él hablaba y razonaba siempre proyectando con pequeños o grandes descubrimientos, verificándolos obra a obra, como si se tratara de un único proyecto en el tiempo, hecho con correcciones sucesivas. Así, iba construyendo un corpus teórico a partir de la praxis proyectual, siempre huyendo de actitudes dogmáticas.

En la Casa Senillosa entendí cuál era la aportación de Coderch a la arquitectura. Su posición ideológica de respeto al lugar y al contexto, su preocupación por el programa y el cliente, y con todo ello, cuán sofisticada desde la desnuda sencillez y el silencio era su aportación a la arquitectura. Con Coderch desarrollé en la escuela un proyecto de vivienda unifamiliar en una urbanización del MaresmeTras unas semanas de trabajo intenso le presenté la planta de la casa, para mí coderchiana, de la que estaba relativamente contento. Durante la corrección no quedó nada, y me dijo: "Ferrater, esto está mal, su proyecto no tiene estructura y es desordenado. ORDÉNELO". Le pregunté cómo debía hacerlo y me respondió: "Mire, yo he construido algunas casas; visítelas, mírelas con atención y aprenda", y aquí se terminó la corrección.

Pues bien, me lo tomé al pie de la letra y esto es lo que hice. Empecé por la Casa Catasús del 56 en Sitges, después siguió la Casa Uriach del 61 en la Ametlla y la Casa Rozes en Roses del 62, para acabar en la Casa Gili del 65, también en Sitges, entonces recién construida. De aquellas visitas aprendí muchas cosas, pero no fue hasta mi encuentro ya como arquitecto recién graduado con la Casa Senillosa cuando decidí definitivamente qué era lo que quería hacer y que, por tanto, había valido la pena haber cursado la carrera de arquitecto.

Viviendas Cocheras de Sarriá, 1968

 

En aquellos tiempos, final de la década de los años sesenta, Coderch era un arquitecto con pocos encargos, de dimensión reducida, de clientes privados y en el ámbito de la vivienda. Su arquitectura se nutría de la praxis, verificando sus descubrimientos, utilizando pocos materiales y siempre dando soluciones concretas a situaciones particulares.

 

Ampliación de la ETSAB, 1978

En la casa Senillosa de Cadaqués, de lo vernáculo se llega a lo culto; el vocabulario deja paso a la sintaxis, y la obra adquiere significado desde la abstracción, haciéndose casi anónima en la primera mirada. Como dijo Alejandro de la Sota, "la arquitectura es vernácula o culta, lo demás no me interesa". Y aquí vendría al caso la respuesta de Coderch a la pregunta que se le hizo sobre si prefería trabajar en grupo o por su cuenta en los momentos iniciales del proyecto: "Yo proyecto en la soledad de mi estudio y sobre todo en la cama".

Quiero concluir estas reflexiones con una aseveración de Emilio Donato: "La presencia de Coderch se manifiesta a través del silencio, de la eficacia artística y de una fidelidad insobornable a la arquitectura". Y acaba diciendo: "La obra de Coderch tiene mucho de lo que queda y poco de lo que pasa". Me parece una definición precisa.

A partir del pabellón español en la Trienal de Milán del año 1952, Coderch se da a conocer internacionalmente, entrando de lleno en la generación de arquitectos catalanes que por aquellos años viajaron a Italia y se relacionaron con la generación de los Gardella, Albini, Magistretti o Rogers que junto con Michelucci y Scarpa tuvieron una gran influencia en la que más tarde sería la Escuela de Barcelona. Coderch escribía en la revista Domus, la única que tenía en su estudio para no "contaminarse" y en la que le publicaban sus proyectos.

 

Biblioteca de Casa Tapies, 1960, con chimenea también diseño de Coderch

Su asistencia a los congresos del CIAM y la adscripción al Team Ten, con Van Eych, Bakema, Candilis o los Smithson, reforzó su perfil internacional a pesar de que él quiso siempre ser un arquitecto de aquí. Pienso que le debo a Coderch muchas cosas, y su inf luencia, de manera directa o indirecta, ha estado presente en muchas de mis obras, e incluso en los proyectos actuales. Es por ello que me hizo mucha ilusión que nos encargaran la rehabilitación de la Casa Estudio Coderch, en muy mal estado, en la Plaza Calvó de Barcelona, proyecto que en nuestro estudio desarrolló Lucía Ferrater.

 

Fachada del bloque de la calle Juan Sebastián Bach, Barcelona, 1958, con el ladrillo y las persianas de lamas de madera, dos de los sellos del arquitecto

Hacer realidad

"Necesitamos que miles y miles de arquitectos que andan por el mundo piensen menos en arquitectura, en dinero o en las ciudades del 2000 y más en su oficio de arquitecto. Que trabajen con una cuerda atada al pie, para que no puedan ir demasiado lejos de la tierra en la que tienen raíces y de los hombres que mejor conocen, apoyándose en una base firme de dedicación, de buena voluntad y de honradez". Coderch escribió estas palabras visionarias para la revista Domus en 1961.

 

Salón de la Casa Senillosa, Cadaqués, 1956, el primer encuentro con la arquitectura de Coderch de Carlos Ferrater

Tenía 48 años, ya había construido la mayoría de las casas unifamiliares de su porfolio y un par de bloques de viviendas, y tenía entre manos el Hotel de Mar de Palma de Mallorca y la Casa Rozés. En ellos se ve el sello coderchiano, progreso más tradición: ese racionalismo hecho amable, impregnado de la sabiduría de la arquitectura popular y un cierto organicismo, pues no en vano fue discípulo de Jujol. Luego llegarían el Banco Urquijo o el Instituto Francés, ambos en Barcelona.

Ladrillo, enlucido de cal y persianas de lamas de madera son tres elementos reconocibles en su arquitectura, siempre respetuosa con el lugar, de raíces mediterráneas y alejada del academicismo. Coderch también diseñó lámparas, chimeneas y pequeños objetos para sí mismo o en busca de la función perfecta en los interiores de sus obras.