Hace décadas que sabemos que el cambio climático es una realidad, pero hasta estos últimos años no hemos comenzado a sufrir de verdad las consecuencias de esta circunstancia. Las recientes olas de calor, varias en pocas semanas y de más de 15 días de duración en algunos casos, nos han mostrado lo que está por venir. La arquitectura, además de contribuir a la reducción de la huella de carbono, debe adaptarse a unas condiciones exteriores cada vez más extremas. El objetivo del acuerdo de París, firmado en 2015 por 195 países, persigue alcanzar la neutralidad climática en 2050, pero no olvidemos que la neutralidad significa asumir la situación actual. Por lo tanto, además de diseñar para alcanzar este objetivo, hemos de hacerlo de manera que nuestros edificios minimicen el impacto de un clima cada vez más cálido durante más meses del año.

SISTEMAS PASIVOS

El recurso fácil que a uno le viene a la mente para contrarrestar las altas temperaturas de una ola de calor es instalar sistemas activos de control de clima, sistemas de aire acondicionado, superficies de radiación fría, etcétera. Hemos de cuestionar si estos sistemas contribuyen o no a la reducción de la huella de carbono. Esta respuesta tiene múltiples matices: por un lado, cualquier sistema activo tendrá mayor impacto que uno pasivo; extraer las materias primas, transportarlas, manipularlas, ensamblarlas y volver a transportar el sistema hasta el lugar donde se instalará conlleva un impacto implícito casi imposible de eliminar. Una vez en uso, si consume energía verde y se ha diseñado para poder reutilizar todos sus componentes, podríamos asumir que su impacto es positivo, pero siempre será más responsable plantear edificios que potencien el uso de sistemas pasivos para garantizar el confort. Pero ¿qué es un sistema pasivo de clima? Son estrategias para reducir el intercambio de temperatura entre el interior y el exterior de un edificio a la vez que se aprovechan las condiciones climáticas óptimas del exterior para mejorar el confort.

Vamos a ver algunos ejemplos para comprender mejor el concepto. Para reducir el intercambio de temperatura la clave está en la envolvente, en trabajar todas las partes en contacto con el exterior: fachadas, cubiertas y soleras, para que la transmisión de temperatura sea la mínima. La forma de hacerlo es sencilla: aumentar el aislamiento térmico en todos estos elementos por un lado y controlar los huecos por otro. Por muy buenas que sean, las ventanas siempre serán un punto débil en la envolvente: pueden llegar a multiplicar por cinco la pérdida térmica. Además, recomendamos colocar los huecos de mayor tamaño bajo porches o aleros que los protejan de la radiación solar directa en verano; la mejor manera de evitar que el Sol caliente un edificio es protegiéndolo mediante elementos exteriores como viseras, porches o celosías. La tendencia climática actual está eliminando las estaciones de primavera y otoño, pasando de veranos largos y muy calurosos a inviernos cortos pero intensos, con muy pocas semanas de entretiempo. Por tanto, parece que nos toca centrarnos más en mantener el calor fuera, aunque el Sol siempre será bien recibido en esos meses fríos si es posible permitir su entrada.

APOYO EFICIENTE

Una vez minimizadas las pérdidas térmicas podremos plantear sistemas activos de climatización. Los hay de consumo prácticamente nulo, como los pozos canadienses, o sistemas más convencionales como suelos radiantes, aire acondicionado, etcétera. En estos casos será clave que la producción de energía para que funcionen sea de origen renovable y que los sistemas sean de muy alta eficiencia. Afortunadamente cada vez es más común que las viviendas generen su propia electricidad, y los fabricantes se esfuerzan en diseñar maquinaria más y más eficiente.

Estamos en pleno cambio de tendencia; es real y es positivo, pero los efectos sobre el clima no los notaremos a corto plazo. Por tanto hemos de seguir trabajando para reducir el impacto de la arquitectura, aunque sin dejar de preparar nuestros hogares para poder disfrutar de ellos a pesar de las olas de calor que vendrán y que cada vez serán más comunes.

Propuesta del estudio danés BIG para el Basque Culinary

Edificios simbióticos

Ya lo decía Le Corbusier: "La arquitectura debe retornar al territorio la porción de terreno sobre la que sea edificada". Él era un avanzado a su época, como casi todos los genios; los recursos técnicos y constructivos no alcanzaban para solucionar lo que pasaba por su mente, y las cubiertas públicas y ajardinadas que siempre defendió fueron un espejismo de lo que podía haber sido. Las técnicas de construcción actuales nos permiten plantear sistemas simbióticos mucho más desarrollados e integrados, como la propuesta del estudio danés BIG para el Basque Culinary, sobre estas líneas. El proyecto para el Ecosistema Gastronómico Abierto ha sido bautizado como "Camino de olas" y se ha concebido como una extensión arquitectónica del paisaje, desdibujando los límites entre lo construido y el espacio público, permitiendo al peatón transitar por sus cubiertas ajardinadas de forma natural y fluida, y aportando nuevos espacios verdes a la ciudad de San Sebastián.

Proyecto de Tryptique Architecture y Philippe Starck en París

Fachadas vegetales

Hace años, cuando aún estudiaba, un profesor de la asignatura de proyectos me dijo que "la mala arquitectura es la que debe taparse con vegetación". Hoy no se atrevería a hacer semejante afirmación. Los beneficios de las superficies vegetales, tanto para el edificio y su clima interior como para su entorno inmediato, están absolutamente contrastados. Las fachadas vegetales pueden integrarse en un diseño arquitectónico de calidad como en este proyecto de Tryptique Architecture y Philippe Starck en París. Las fachadas vegetales bajan la temperatura superficial de la cara exterior del edificio, protegen los materiales de revestimiento, regulan la humedad del aire, filtran la polución del ambiente, generan ecosistemas para múltiples animales (la mayoría de ellos depredadores de insectos), y favorecen la restauración cerebral y la reducción del estrés de quien convive con ellas. Definitivamente, han de proliferar en nuestras ciudades

Casa prefabricada de Freehand Arquitectura

Casas desmontables

Una de las herramientas más eficientes para mejorar las prestaciones de los edificios es la preindustrialización. Fabricar en taller la vivienda permite disminuir el uso de materiales a la vez que se mejoran las prestaciones térmicas, evitan filtraciones de aire y, por tanto, garantizan el confort térmico. Estos sistemas, además, refuerzan el nuevo paradigma de la construcción para las próximas décadas, que consiste en plantear los edificios como contenedores de materiales que podrán ser desensamblados y reutilizados cuando la vida útil de la construcción llegue a su fin. La reducción del impacto en el medioambiente a través de este método de construcción es todavía desconocida, pero potencialmente enorme. A priori, toda prefabricación o industrialización de la arquitectura será una opción técnicamente mejor resuelta y medioambientalmente más eficiente que la construcción tradicional. En la imagen, casa prefabricada de Freehand Arquitectura.

Casas modulares mohma, de Woodville

Modelo repicable

La prefabricación es un concepto distinto al de preindustrialización; en este caso, el modelo se replica indefinidamente en el territorio. Al fabricar siempre los mismos modelos de vivienda, se puede optimizar más el sistema, mejorar los detalles constructivos, reducir las pérdidas térmicas y aumentar el porcentaje de materiales que pueden ser reintroducidos a la cadena de montaje al final de la vida útil de la construcción. El proceso de prefabricación permite poner a prueba los sistemas in situ y mejorarlos en cada revisión del diseño, algo imposible en cualquier otro tipo de construcción. Para ello, el diseño ha de ser lo más transversal posible para que el mayor número de usuarios puedan sentirse cómodos en él. Además, pueden monitorizarse las condiciones térmicas interiores para controlar sus puntos débiles y mejorarlo de cara al siguiente modelo, algo muy útil para paliar los efectos del cambio climático en su interior. En la imagen, casas modulares mohma, de Woodville.