Utilizar zanahorias para fabricar hormigón, madera para crear nuevos plásticos o incluso comprimirla para crear una "súper madera" tan ligera y resistente como el titanio. Para los que peinan ya algunas canas, estos experimentos suenan a las chaladuras del profesor Franz de Copenhague que aparecían en la famosa sección los Grandes Inventos del TBO, el mítico semanario de historietas que durante casi todo el siglo XX hizo las delicias de jóvenes y adultos. Sin embargo, estos tres ejemplos están entre los últimos desarrollos que exploran las cualidades de las fibras naturales como aditivos ecológicos o alternativas a materiales fabricados por el hombre.

Los científicos están descubriendo que las fibras vegetales añaden durabilidad y resistencia a sustancias empleadas tanto en la construcción como en la fabricación de toda clase de productos, desde juguetes hasta aviones, pasando por coches y muebles. Como las plantas de las que proceden absorben carbono en su proceso de crecimiento, su utilización significaría menos emisiones de dióxido de carbono al aire. Hay que tener en cuenta que solo la producción de cemento representa un 5% de las emisiones globales de CO2, mientras que la producción de un kilo de plástico a partir del petróleo, genera 6 kilos de gas de efecto invernadero.

DuraSense es un material biocomposite que conjuga las propiedades de ligereza y moldeabilidad del plástico con los beneficios sostenibles de la madera.

Sopa vegetal

Un equipo de investigadores de la Universidad de Lancaster, Inglaterra, liderado por el profesor Mohamed Saafi, está estudiando las propiedades de la zanahoria, en concreto de "nanoplaquetas" extraídas de las hortalizas desechadas por los supermercados o como subproducto de procesos de elaboración de alimentos. Los científicos colaboran con CelluComp, una empresa británica que produce estas plaquetas para aplicaciones industriales, incluyendo aditivos que contribuyen a endurecer la superficie de la pintura al secarse.

Concretamente, los investigadores están probando las propiedades de estas nanoplaquetas de fibra de celulosa para crear un hormigón más resistente. Esto, de paso, reduciría la cantidad de cemento que hay que añadir a la mezcla, lo que implicaría menos emisiones de CO2. Los primeros resultados demuestran que 500 gramos de plaquetas reducen la cantidad de cemento para producir un metro cúbico de hormigón en unos 40 kilos, un ahorro del 10%.

Los científicos trabajan en una "súper madera" con propiedades similares a las de las aleaciones de titanio empleadas en la industria aeroespacial.

Sin envidiar al titanio

A diferencia del cemento, la madera es en sí misma un composite. Está formada por fibras de celulosa embebidas en una matriz de lignina, un polímero orgánico que aporta rigidez a la planta. La empresa finlandesa Stora Enso, fabricante de productos forestales, ha lanzado recientemente DuraSense, una alternativa procedente de la madera a los plásticos derivados del petróleo. Consiste en fibras de madera mezcladas con polímeros derivados del petróleo y otros aditivos. Los gránulos resultantes pueden utilizarse en procesos industriales reduciendo la cantidad de plástico necesaria para fabricar piezas hasta en un 60%.

Por contra, Hu Liangbing y Li Teng, de la Universidad de Maryland (EEUU), tratan de crear un material mejor eliminando la lignina en lugar de añadirla. Su objetivo es crear una "súper madera" más resistente que la mayoría de metales. Ellos tratan bloques de madera con hidróxido de sodio y sulfato de sodio en un proceso químico similar al empleado para eliminar la lignina en la producción de pulpa para papel. La diferencia es que solo se elimina la lignina suficiente para que los bloques de madera sean más fáciles de comprimir. El resultado es un material que iguala las propiedades de las aleaciones de titanio utilizadas en componentes aeroespaciales de alta resistencia, y que incluso es a prueba de balas.