Resulta paradójico que en verano busquemos el efecto refrescante de la Naturaleza en jardines y terrazas y, sin embargo, los materiales que utilizamos para conseguirlo a menudo sean tóxicos para evitar la degradación producida por las fuerzas de esa misma Naturaleza. Pero como siempre, si rebuscamos un poco encontraremos alternativas verdes, brillantes, saludables y con un nuevo potencial de diseño por explorar.

Protección fatal

La degradación por rayos UV, la putrefacción causada por hongos y microorganismos o la corrosión de la humedad son los principales enemigos de los materiales de exterior. Para protegerlos se han desarrollado múltiples soluciones, pero en la mayor parte de los casos con elementos potencialmente tóxicos, elevada intensidad energética y un impacto ambiental inadmisible. El caso de las maderas para exterior es paradigmático ya que por un lado se requieren especies tropicales por su mayor densidad y resistencia, lo que implica la tala de zonas selváticas de gran valor ecológico, y por otro, los tratamientos en autoclave con sales metálicas tóxicas como el arsénico o el cromo convierten la madera en un cóctel químico altamente nocivo tanto durante su fabricación como durante su uso y final de vida.

Mobiliario de la colección Riva, diseño de Jasper Morrison para Kettal.

Como alternativa al uso intensivo de maderas naturales, ha surgido la madera técnica o Wood Plastic Composite. Se trata de un compuesto de serrín de madera y plástico con un aspecto visual e incluso olor de madera, pero con la resistencia a la humedad y al exterior de los materiales más duraderos. Para ofrecer la máxima calidad ha de contener al menos un 60% de materia orgánica, frente a las opciones más baratas que presentan un porcentaje de plástico muy elevado que las hace sobrecalentarse en verano y congelarse en invierno. Normalmente suele fabricarse con polietileno virgen junto a madera recuperada de serrerías, pero ya hay proveedores que han desarrollado compuestos de plástico totalmente reciclado junto a residuos agrícolas como las cáscaras de arroz, lo que incrementa el nivel ecológico del material.

Tarima de madera composite 100% reciclable y atóxica, de la firma Silvadec.

También se han desarrollado formas de tratar la madera para exterior sin sustancias tóxicas. Como por ejemplo la acetilación, que consiste en la transformación de las moléculas de hidroxilo de la madera en otras llamadas acetilo, lo que limita el intercambio de humedad con el exterior, clave en el deterioro de la madera. A diferencia de los tratamientos convencionales por impregnación, con este proceso no se añade ningún químico que corrompa su perfil ecológico, sino que se transforma la microestructura de una manera relativamente natural. A la vez se mejora su resistencia y dureza al menos un 25%, lo que tiene un sorprendente efecto colateral al alargar la vida útil de la pintura hasta 15 años respecto a los 5 años de los tratamientos convencionales, reforzando aún más su comportamiento ambiental a medio plazo.

Silla de ratán Petal, de Alvin Tjitrovirjo para Yamakawa.

La buena capa

El hierro es un material resistente y el más reciclable, pero tiene un punto débil: la corrosión por la humedad. Las pinturas y recubrimientos convencionales normalmente han estado basados en sustancias con una elevadísima toxicidad como el plomo, el cromo y los disolventes. En los últimos años se ha desarrollado una nueva generación de pinturas de base mineral que han dado con una solución más saludable e igualmente efectiva para la protección de los metales del óxido. Pinturas sin compuestos orgánicos volátiles, ni metales pesados, ni olor, aptas tanto para exteriores, sean maderas, metales o áridos, como para tabiquería interior.

Banco realizado con plástico reciclado, de Studio Segers.

Nuevos aires para el plástico

Una de las primeras aplicaciones que se dio a los residuos plásticos procedentes de la recogida selectiva de envases fue crear perfiles sólidos que sustituyeran las maderas tratadas para exterior de los bancos urbanos. Estos residuos de tan difícil reciclaje por medios convencionales son fácilmente transformables en un material con aspecto tosco, pero perfectamente integrable en ambientes exteriores. Hasta ahora su uso ha estado muy centrado en el diseño urbano, pero cada vez más pasa a convertirse en una alternativa para usos arquitectónicos como jardines, azoteas y espacios intermedios con exigencias de diseño más elevadas. Los defectos superficiales causados por las diferencias de fluidez de los plásticos residuales al ser reciclados, que en aplicaciones de interior se convierten en una limitación de diseño y comercial, constituyen en cambio una ventaja para el outdoor ya que evocan una textura más “natural” que a veces recuerda la piedra, la corteza de un árbol o la propia tierra.

Tocar la fibra

Si comparamos las últimas novedades en mobiliario de exterior con los primeros diseños documentados procedentes del antiguo Egipto, encontramos un material en común: el mimbre. Siendo ortodoxos no sería correcto referirse a un material en concreto, sino a una manera de trabajar en trenzado cualquier material fibroso, generalmente el junco, el ratán o el bambú. Materias abundantes, naturalmente resistentes y de una estética muy particular, fresca y cálida a la vez. Materiales ecológicos y locales por definición, ya que allá donde creciera una planta de tallo largo puede obtenerse un resistente y cómodo trenzado. En la Edad Media se desarrollaron interesantísimos materiales en simbiosis con la Naturaleza y que suponían una evolución de los duros muebles de piedra de los romanos. La idea era construir asientos y mesas de tierra compactada junto con el crecimiento de hierba en sus superficies ya fuera para dotarlos de estabilidad frente a las lluvias o de comodidad al sentarse.