¿Es más sostenible una silla de madera que una de aluminio? ¿Qué tiene un menor impacto: una botella de cristal, una lata de aluminio o un tetrabrik? ¿Cuál es la huella de carbono de un cojín de poliéster? ¿Y de una camiseta de algodón? ¿Cuánto CO2 emite el coche eléctrico? Estas y otras infinitas cuestiones sobre el impacto ambiental de los productos son respondidas mediante el Análisis de Ciclo de Vida, un término acuñado a comienzos de los años noventa y también conocido por su acrónimo ACV. Se trata de la herramienta más eficaz para medir los impactos ambientales de los productos y servicios y que cuenta con un mayor apoyo de la comunidad científica por la robustez de sus datos, su fiabilidad y objetividad. Es empleada para el cálculo de las emisiones de CO2, pero también de otros tipos de impactos como pueden ser la toxicidad, las afectaciones a la salud, la intensidad energética, la huella hídrica, etcétera.

Cómo se realiza un Análisis de Ciclo de Vida

Para realizar la evaluación de los impactos ambientales se contabilizan todos los materiales utilizados, la energía y la generación de residuos durante cada fase del ciclo de vida: extracción de materias primas, fabricación, transporte, embalaje, uso y fin de vida. Así, es posible tener una imagen detallada de qué pasa en cada momento con objetividad y rigor pues para caminar con paso firme hacia la sostenibilidad, la toma de decisiones industriales debe estar basada en resultados objetivos y científicos que eviten acciones equivocadas.

No basta con decir ecológico, hay que demostrarlo, y el Análisis de Ciclo de Vida es la mejor herramienta

La utilización del ACV es una práctica cada vez más normalizada tanto en grandes multinacionales como pueden ser Unilever, Levi’s, IKEA, Nike o BMW por citar algunos ejemplos, como en pequeñas empresas o ciudades. En nuestro país, aunque no estemos tan a la vanguardia como los nórdicos, es cierto que cada vez más empresas importantes están incorporando la evaluación ambiental estricta en sus procesos internos para la toma de decisiones. A veces este trabajo llega al consumidor final y otras veces forma parte de los departamentos de investigación y desarrollo, pero marcas como Marset, líder en diseño de iluminación, Dentaid como empresa más grande del sector de la higiene bucodental o Lékué, especializada en productos de silicona para cocina, emplean el ACV para calcular el impacto ambiental de su actividad y poder rediseñar sus productos y procesos de la manera más sostenible.

EJERCICIO DE TRANSPARENCIA

Durante la fase de diseño de los productos, el ACV permite conocer dónde se encuentran los principales focos de impactos ambientales para actuar de manera directa sobre ellos y lograr una mejora de la sostenibilidad del producto con la mínima inversión de tiempo, esfuerzo y coste económico. De esta manera lograr productos más sostenibles no tiene por qué ser más caro, sino todo lo contrario. Si el ecodiseño de los productos está basado en el ACV se pueden llegar a reducir los costes a la vez que los impactos ambientales.

Los que ahora son pioneros en la responsabilidad y la transparencia podrán estar mejor preparados para los futuros deberes. Y es que ha entrado en vigor la obligación para empresas con un cierto tamaño de la presentación de la contabilidad no financiera: si hasta ahora ha existido una obvia obligación de transparencia en cuanto a la fiscalidad corporativa, la información ambiental también es y va a ser de manera general una obligación. Y esta contabilidad ecológica se realiza mediante una variante del ACV que tiene en cuenta todos los flujos de materiales, energía y emisiones generados por las empresas.

¿Qué es el ACV?

En el camino hacia la sostenibilidad del consumo, fomentar la transparencia de los fabricantes y la accesibilidad a información veraz para los consumidores es imprescindible. En esta línea, la UE está discutiendo la implementación de un etiquetado en semáforo, del estilo del nutriscore, sobre los aspectos ambientales de los productos en el que se evalúen emisiones de CO2, afectaciones al ecosistema y uso de recursos. De esta manera se podrá, de una manera leal, informar al consumidor para fundamentar sus decisiones de compra y así estimular a las empresas a mejorar su competitividad ecológica.

SOSTENIBILIDAD CON FUNDAMENTO

En Dinamarca, como país puntero en legislación ambiental y contra el greenwashing, ha entrado en vigor una normativa que prohíbe cualquier declaración de sostenibilidad de un producto que no esté soportada por un estudio de ACV validado. Es decir, ya no vale con decir que eres ecológico: hay que demostrarlo. En la guía publicada a principios de 2022 se describe cómo las empresas deberán documentar cualquier eslogan publicitario sobre la sostenibilidad de su producto con la información ambiental elaborada por expertos independientes, y que además sea accesible fácilmente al público en general. Puede parecer un gran avance, pero únicamente están poniendo en la práctica lo que dicta la Directiva Europea sobre prácticas comerciales desleales y publicidad engañosa.