El vertedero del diseño
Nace en Suecia un museo dedicado a los grandes fiascos comerciales de la historia reciente
Dicen que de los errores se aprende. Pues muchas enseñanzas debieron sacar las mentes preclaras que alumbraron los productos exhibidos en el Museo del Fracaso que acaba de abrir sus puertas en la localidad sueca de Helsingborg. Grandes monumentos a las pifias –muchas nacidas de grandes corporaciones que se supone deberían tener sobrada experiencia y todos los recursos para evitarlas– que demuestran que, felizmente, el marketing no es una ciencia exacta.
El museo recoge más de setenta productos y servicios que por uno u otro motivo fueron un chasco comercial. Algunos son un clásico que probablemente figurarán en los libros de texto de los estudiantes de mercadotecnia. Es el caso de Sony Betamax, un formato de video que, a pesar de ser tecnológicamente superior al VHS de JVC, acabó muerto porque Sony quiso preservar la exclusiva del formato, y cuando decidió licenciarlo el segundo ya se había comido el mercado.
Otro gigante con fama de infalible que metió la pata es Google y sus Google Glass, las gafas inteligentes que iban a revolucionar la experiencia de la realidad aumentada. Para Astro Teller, jefe de Google X –la división de tecnología responsable de su parto prematuro–, el problema fue llamar demasiado la atención sobre la marcha del proyecto, el cual sin embargo aportó datos valiosos de cara a un futuro relanzamiento, como la adecuación de la batería al dispositivo y la manera de optimizar su uso.
Lejos de ser un motivo de chanza, para su creador, el psicólogo Samuel West, la muestra proporciona una visión única del arriesgado negocio de la innovación, así como un modo de reivindicar la buena semilla que todo fracaso contiene –si su responsable sabe extraer las conclusiones adecuadas–. "La sociedad glorifica el éxito y demoniza el fracaso, cuando de hecho tenemos mucho más que aprender del fracaso que del éxito, afirma West. El impulsor del museo anima a todo el mundo a que les envíen propuestas dignas de figurar en sus vitrinas –"cuanto más locas, mejor", recalca–, así como a localizar errores garrafales a través de las redes sociales con el hashtag #MuseumofFailure.