Una cocina mal distribuida no se salva con una buena encimera ni con un revestimiento bonito. La funcionalidad manda y empieza mucho antes de elegir materiales o acabados. Cuando hablamos de cocinas bien diseñadas, hablamos de ergonomía, recorridos lógicos y zonas bien definidas. Almacenaje, superficie de trabajo, flujo de movimiento, integración de electrodomésticos, luz natural o artificial... Todo cuenta. Y todo debe responder a una misma pregunta: ¿está pensada para facilitar el uso real que se hace de ella?
En este terreno, el error más común es también uno de los más invisibles: no respetar el triángulo de trabajo. El arquitecto de interiores José R. García, desde el estudio madrileño Dimensi-on, lo explica con claridad: muchas cocinas fracasan no por falta de estilo, sino por una mala planificación espacial. En su opinión, no hay reforma completa si no se atiende antes a lo esencial.
Tres errores (y una solución), según el arquitecto José R. García
No hace falta tirar tabiques para mejorar una cocina. A menudo basta con revisar su distribución. Según José R. García, los fallos más habituales se repiten: no respetar la relación entre los elementos clave, perder superficie útil y no prever suficiente almacenaje. Son errores que comprometen la funcionalidad y, en muchos casos, también el disfrute del espacio.
“El primero de todos, y más importante, cumplir un triángulo de trabajo”, afirma el arquitecto. Una configuración mal planteada puede dificultar las tareas más cotidianas, como cocinar o limpiar. Y no se trata solo de estética: una cocina que no fluye termina generando desgaste diario.
¿Qué es exactamente el triángulo de trabajo?
El concepto del triángulo de trabajo es una de las bases clásicas en el diseño de cocinas, aunque no siempre se aplica correctamente. Se refiere a la disposición lógica y fluida entre tres elementos esenciales: la zona de cocción, el fregadero y el frigorífico. Estos puntos deben formar un triángulo imaginario que facilite el movimiento entre ellos, minimizando desplazamientos innecesarios y evitando obstáculos.
José R. García insiste en que las distancias entre cada vértice deben estar equilibradas: entre 120 y 270 centímetros. Una proporción pensada para mantener la eficiencia sin sacrificar comodidad. Si este triángulo no se respeta, aparecen los problemas: recorridos torpes, interrupciones constantes y una experiencia frustrante incluso en las acciones más simples. Una cocina bien distribuida no solo es más funcional, también se disfruta más.
Sin superficie libre, no hay cocina que funcione
El segundo error que detecta con frecuencia es quedarse sin zona de trabajo. “Cuando se llena de columnas el espacio, se queda sin zona de trabajo”, explica el arquitecto. Aunque pueda parecer que más muebles implican más utilidad, en la práctica puede ser lo contrario. Una encimera saturada limita movimientos y hace incómodo el día a día.
La recomendación de García es dejar al menos 60 centímetros libres junto a la zona de cocción. Así se garantiza una superficie real de trabajo para preparar los alimentos con comodidad. Además, insiste en que la integración de los electrodomésticos en el mobiliario permite liberar espacio y mantener una cocina más limpia y organizada.
Almacenaje a medida: el gran aliado del orden
El tercer punto crítico es el almacenaje. Una cocina sin capacidad suficiente obliga a dejar todo a la vista, y eso, además de restar orden, genera ruido visual. Por eso, desde Dimensi-on apuestan por soluciones a medida que aprovechen cada centímetro y que se adapten a las necesidades concretas de cada usuario. Una buena planificación permite guardar lo que realmente se necesita y al mismo tiempo aligerar el conjunto, sin renunciar a una estética cuidada.