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El salón-comedor ocupa un lugar privilegiado por su orientación y vistas.

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En el salón, los sofás George, las butacas JJ y las mesillas Eileen, diseñados por Antonio Citterio para B&B Italia, adquiridos en La Sede. Lámparas Atollo, de Vico Magistretti para Oluce.

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La mesa de centro es el modelo Uvi, de Laura Griziotti para Arflex. En el comedor, la mesa Eileen, de Antonio Citterio para B&B Italia, y las sillas H, de Christophe Pillet para Porro.

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La encimera de la isla vuela unos centímetros para generar una barra de desayunos. Taburetes Piano, de Alexander Lervik para Johanson Design. El frigorífico, de dos puertas, es el modelo 1690, del fabricante Sub Zero.

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El mobiliario es el modelo LT, de Piero Lissoni para Boffi. La encimera, diseñada por los arquitectos, es de Corian, lo mismo que la campana extractora Ceiling, fabricada por Boffi.

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Todos los espacios exhiben un concepto cromático muy sutil, casi bicolor.

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El mobiliario del baño, con encimera de cristal, es el modelo Universal, diseñado por Piero Lissoni para Boffi. En la pared, revestimiento de piedra de Campaspero, mientras que los suelos son de madera de abedul, como en toda la casa.

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Los dormitorios se disponen como un bloque hermético, encerrado tras un panelado de acero negro sin mecanismos o manillas para asegurar una percepción limpia del cerramiento y del espacio. El suelo, de lamas de gran formato de abedul, es de la firma Dinesen.

 

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El baño se comunica con el dormitorio, pero las puertas ofrecen intimidad en ambas estancias.

Se trataba de reelaborar una vivienda del ensanche de Pamplona para adaptarla al criterio actual de los nuevos propietarios, de “dar forma contemporánea a unas nuevas necesidades funcionales”, como dicen los responsables de la nueva concepción. Carlos Pereda Iglesias y Óscar Pérez Silares. La vivienda, de casi 200 m2 de superficie, era de planta exageradamente irregular y cuenta con la particularidad de abrigar en su perímetro un patio de manzana. Los arquitectos procuraron un espacio amable y que, además, optimizara la planta buscando reestructurar el espacio: “Entendíamos que el diseño arquitectónico podía aportar flexibilidad para que la vivienda se adaptara a los diversos momentos, situaciones y usos que la vida de un domicilio puede formular”, afirman en su memoria.

La organización en planta de la vivienda resulta muy clara y comporta grandes diferencias respecto de la anterior. Se ha suprimido el pasillo, antes predominante, de forma que el gran espacio resultante se distribuye y comparte entre la cocina y el área de paso. Se ofrece una continuidad visual, física y material desde el acceso hasta el gran salón, que ocupa la esquina de la edificación como lugar privilegiado por su orientación y vistas, continuidad que se acentúan con la tarima de formato que unifica todo el piso, de abedul.

Las habitaciones se disponen como un paquete hermético, un área propia, definiendo el ámbito privado por un panelado de acero negro que se presenta liso, “sin marcar los accesos, ni mecanismos o manillas que perturben la percepción limpia del cierre”. La principal novedad estriba en la solución de la irregularidad de la planta, ocupada ahora por un cuarto de apoyo oculto tras el panelado de la cocina y por la propia área de la cocina, que absorbe y se presenta contigua al antiguo pasillo y que funciona como distribuidor de espacios de la vivienda, un área de paso “que se puede sectorizar e independizar en los momentos en que se requiera”.

La atmósfera homogénea está garantizada por el equilibrio, cromático y de texturas, de los distintos materiales y revestimientos: madera –en diferentes formatos y acabados–; piedra campaspero, presente en las paredes de los baños, y acero negro, que limita el espacio de las habitaciones; cierre terso, hermético, que se resuelve con un panelado pautado de 3 mm de espesor, y con puertas sin manillas y con muelles ocultos. El mobiliario neutro seleccionado aumenta la impresión de uniformidad y sencillez constructiva.