Parafraseando la terminología alimentaria, podríamos decir que el sector de la construcción padece un problema de sobrepeso: consume demasiadas "proteínas" minerales en forma de hormigón, vidrio y acero, y eso afecta a la salud del planeta. Por eso, una "dieta" más equilibrada que contenga más fibra vegetal se antoja necesaria no solo para revertir la situación actual, en la que los edificios son responsables de un tercio de las emisiones, sino también para reconectar con la naturaleza.
Esta nos ofrece mucho más que madera de bosque. Un ejemplo es el corcho, ya conocido por sus excelentes propiedades como aislante térmico y acústico en interiores y que poco a poco se va haciendo un hueco también en la fisonomía exterior de los edificios. Es el caso del Colegio Reggio en Madrid, cuya fachada, según Andrés Jaque, del estudio OFFPOLIN, autor de la obra, "es una gran infraestructura de secuestro de carbono y de biodiversidad, porque genera las condiciones mecánicas e higrotérmicas para favorecer una sucesiva presencia de musgos, bacterias y algas".

Colegio Reggio en Madrid con fachada de corcho, de OFFPOLINN, el estudio liderado por Andrés Jaque.
José Hevia
Jaque señala además que las ventajas del uso del corcho son tanto ambientales como sociales. "Promueve un sistema de producción basado en la preservación de la Dehesa, un ecosistema muy valioso en el que son posibles relaciones de bienestar distribuido que no se dan en las industrias extractivas contemporáneas". Y está convencido de las posibilidades de su uso extendido en la construcción: "La solución de corcho del Colegio Reggio ha atraído la atención no solo por su papel ecológico, sino también por su gran aplicabilidad. Estamos asistiendo al nacimiento de todo un nuevo universo material de naturaleza ecosistémica que ha pasado ya de la fase de desarrollo de laboratorio para entrar de lleno en una nueva fase de aplicación en el medio construido".
Acero vegetal
El bambú, una planta herbácea, se caracteriza por un ciclo de crecimiento de tan solo cuatro años, lo que lo convierte en un material renovable a un ritmo igual o incluso superior al del consumo humano y capaz también de secuestrar carbono más rápidamente que otras especies de árboles. En cuanto a sus capacidades constructivas, tiene la fuerza de compresión del hormigón y la relación fuerza-peso del acero. Para la arquitecta Elora Hardy, fundadora y directora creativa de la firma Ibuku, que trabaja desde Bali, Indonesia, "el bambú es simplemente una maravilla de la ingeniería natural. Es el material más bello, versátil y resistente que podríamos elegir. La madera contrachapada se fabrica en su mayor parte a partir de la selva tropical y amenaza su desaparición, y el cemento tiene una carga de carbono que no va a ayudar al futuro", dice.
Y continúa: "En cambio, si plantamos bambú para nuestros hijos hoy, en unos pocos años tendrán madera que volverá a crecer dentro de la mata cada año durante el resto de sus vidas. Es un material que nos permite aspirar a la abundancia en lugar de conformarnos con la escasez. Además es increíble por su inusual flexibilidad, un rasgo que en los últimos años hemos tenido que aprender como diseñadores, constructores y personas. El movimiento del bambú artesanal a medida que iniciamos en Bali está creando un efecto dominó de atención hacia sus posibilidades e inspirando innovaciones en otros materiales naturales infrautilizados. Combinar la artesanía con la tecnología es la receta para un futuro mágico".

Pabellón de bambú en Faridabad, India, de AtArchitecture.
Suryan//Dang
Recurso local
La caña mediterránea (Arundo donax) es otra herbácea que en manos de CanyaViva adopta la forma de espectaculares domos. Jonathan Cory-Wright, fundador y director de la firma, comenta que la eligieron "porque es un material sostenible, renovable y disponible localmente. Su relación entre peso y resistencia, así como su flexibilidad y forma natural, la hacen ideal para nuestros proyectos arquitectónicos. Además, crece abundantemente por todo el Mediterráneo, por lo que es fácil encontrarla y no es necesario cultivarla específicamente. Por otro lado, al recolectarla estamos contribuyendo al control de su expansión invasora".
Aunque ellos la emplean en su estado natural para aprovechar mejor sus propiedades mecánicas, también se puede triturar para usarla como fibra en otras mezclas –tierra y cal sobre todo–, creando así materiales compuestos que se pueden aplicar en diversas soluciones constructivas. Aunque reconoce que la construcción con caña es una técnica artesanal que requiere una intervención humana significativa, lo que dificulta su industrialización, y que no siempre reemplaza a materiales como el hormigón o el acero en aplicaciones de gran escala y altura, Cory-Wright defiende que es ideal para proyectos pequeños o complementarios, como elementos de diseño ecológico. Por eso, concluye, "su uso está ganando popularidad como una alternativa sostenible dentro del sector de la construcción".

Estructura realizada con caña mediterránea en Alcantarilha, Portugal, de CanyaViva.
CANYAVIVA
Huella Negativa
El cáñamo completa la terna de plantas herbáceas que se abre camino como material constructivo. Según la firma española Hempcrete, su uso facilita la realización de proyectos pasivos, de muy bajo consumo energético. "Antes incluso de llegar a la obra, la fabricación de bloques de hormigón de cáñamo –una amalgama de agua y cal con esta planta– tiene un balance de carbono de -75 kg de CO2 por m3 –señalan fuentes de la empresa–. Esto es debido en parte a que la producción de cáñamo requiere menos agua y pesticidas que otros cultivos. Además, la fabricación del bloque es muy sencilla y no requiere a penas consumo energético. También es una planta de crecimiento rápido que captura grandes cantidades de CO2, lo que ayuda a combatir el cambio climático".
Contra los que desconfían de su durabilidad, desde la firma argumentan que la cañamiza no contiene proteína, por lo que los roedores no lo atacan. Además, no se pudre y tiene la más alta clasificación de resistencia al fuego y a los temblores sísmicos. En todos los casos, los materiales de origen vegetal se afianzan como alternativas viables para una construcción más limpia. Y es que, según concluye Andrés Jaque, "no es suficiente con que la arquitectura sea sostenible. Reducir emisiones y asegurar la máxima eficiencia energética es solo el comienzo. La arquitectura en estos momentos tiene la obligación de reparar los ecosistemas de los que forma parte", concluye.