A finales de 2020, en medio de las omnipresentes noticias sobre la pandemia de COVID y el culebrón de las elecciones presidenciales en EE.UU., saltó la alarma de una información relacionada con una de las joyas de la arquitectura moderna: 14 de los 18 dormitorios del Instituto Indio de Administración (IIA), diseñado por Louis I. Kahn en Ahmedabad, en el estado indio de Gujarat, iban a ser demolidos.

El IIA fue uno de los pocos encargos que Kahn realizó fuera de los EE.UU., junto con la Asamblea de Bangladés en Dacca.

La reacción de protesta a escala mundial fue fulminante y a la postre providencial. Enfrentada al escarnio público por su responsabilidad en tamaño desaguisado, la junta de gobierno de la institución se lo pensó mejor y se retractó de su decisión, apoyada al parecer de modo poco riguroso en los efectos que había provocado en el edificio un terremoto hacía veinte años.

En el proyecto Kahn desplegó su idea del juego de la luz con el espacio arquitectónico a través de vacíos y llenos.

El IIA, cuya construcción se inició en 1962, corresponde a la etapa que cimentó el prestigio internacional de Louis I. Kahn. Es uno de los pocos proyectos que el arquitecto realizó fuera de EE.UU. Ese mismo año recibió el encargo de su otra gran obra internacional, la Asamblea de Bangladés en Dacca. Aunque construir el IIA tomó más de una década, su autor tuvo tiempo de ver el edificio prácticamente concluido en su última visita a la India, en 1974. A su regreso a los EE.UU., fue encontrado muerto en extrañas circunstancias en la estación de tren Pensilvania de Nueva York.

El estilo de Kahn estuvo fuertemente marcado por las construcciones de la Antigüedad, con una gran tendencia, como aquellas, a la intemporalidad y la monumentalidad.

Encargado originariamente a un joven Balkrishna Doshi –premio Pritzker 2018–, este aconsejó que el proyecto lo realizara Louis I. Kahn, a quien había conocido en Filadelfia. El arquitecto estadounidense desplegó en su diseño sus ideas acerca del juego de la luz y el espacio arquitectónico –suya es la conocida frase "el sol nunca supo de su grandeza hasta que incidió sobre la cara de un edificio"–, así como su predilección por el ladrillo para crear una arquitectura a la vez austera y majestuosa, deudora de su admiración por las construcciones de la época romana y egipcia.

Con la noticia de la salvación in extremis del IIA, la comunidad internacional de amantes del legado del arquitecto estadounidense de origen estonio puede respirar tranquila.

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