Durante décadas, la idea de hogar ha estado irremediablemente ligada a la imagen de ladrillos amontonados bajo el sol, obreros en cadena y tiempos de espera que se dilatan hasta lo indeseable. Sin embargo, una revolución silenciosa, precisa y eficiente ha ido tomando forma. Hoy, la arquitectura prefabricada ya no es una promesa futurista, sino una realidad tangible, respaldada por firmas punteras y nombres imprescindibles del diseño contemporáneo. Entre ellos, Fran Silvestre, doctor arquitecto, lleva su visión depurada y radicalmente contemporánea al corazón de esta transformación. Su colaboración con InHAUS by Collection no solo reformula lo que entendemos por casa, sino que desmonta, con argumentos y belleza, prejuicios enquistados.

Otra forma de construir sí es posible

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El proyecto que Fran Silvestre ha desarrollado junto a InHAUS se estructura en torno a un principio claro: cada módulo debe ser fácilmente transportable. Desde esa premisa, todo lo demás se ha tejido con precisión milimétrica. “Se pensó desde un inicio en una medida estándar con la que se trabajase para generar los diferentes espacios que componen la casa”, explica el arquitecto. Y lo que podría parecer una limitación se convierte, bajo su mirada, en oportunidad creativa. El resultado es una vivienda luminosa, estructurada en torno a espacios modulares, abiertos, que respiran un aire mediterráneo contenido y sobrio.

Inspirada en las Case Study californianas, esta casa prefabricada apuesta por estructuras porticadas livianas y un juego fluido entre interior y exterior. La arquitectura se convierte así en una piel permeable que responde con naturalidad a las condiciones del entorno. Silvestre no renuncia a la poética de habitar, pero la somete a los dictados de la innovación: materiales en seco, acabados neutros, tecnologías que mejoran la vida sin ruido. 

Hacia una nueva cultura constructiva

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Silvestre lo dice sin dudar: “Se piensa que lo prefabricado es poco duradero o de una calidad peor, siendo todo lo contrario. Al tratarse de un proceso industrializado, la calidad y la perfección obtenida es mayor que en la construcción tradicional”. Y no es una defensa teórica: es una constatación que se plasma en cada detalle del proyecto. A diferencia de la obra tradicional, sujeta a imprevistos y ajustes sobre la marcha, la prefabricación exige una toma de decisiones rigurosa, anterior a la ejecución. Es un proceso sin margen para la improvisación. ¿El resultado? Casas más rápidas, más sostenibles, más precisas. 

En este sentido, la industrialización no se percibe como una renuncia al arte de construir, sino como una evolución lógica. Ese caos del sobrecoste, la incertidumbre o la construcción interminable parece cada vez menos tolerable.

Una estética sin fecha de caducidad

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La casa diseñada por Fran Silvestre para InHAUS no solo es un ejemplo de arquitectura racional y eficiente: es también una lección de estilo. La paleta de materiales es comedida, atemporal. La distribución interior se adapta sin rigidez a la vida contemporánea. Todo tiene una lógica de uso, una claridad formal, una ausencia de ruido visual que recuerda a los valores esenciales del minimalismo mediterráneo.

Lejos de lo que podría pensarse, esta arquitectura no impone restricciones al usuario, sino que le abre nuevas posibilidades. “Buscamos enfatizar el uso de la innovación a través de nuevas tecnologías que mejoran la vida de las personas”, afirma. Porque en este nuevo paradigma, habitar no es simplemente ocupar un espacio, sino interactuar con él de forma consciente, fluida y plena.