El azar provee, dicen. Y los amantes del arte lo pueden confirmar en Barcelona. Coinciden, por puro azar, las exposiciones de tres artistas que sintetizan tres momentos claves para entender la evolución de la pintura. El Siglo de Oro español (representado por el extremeño Francisco de Zurbarán, en el Museu Nacional d' Art de Catalunya), las vanguardias del siglo XX (con la obra del colombiano Fernando Botero, en el Palau Martorell) y la creación contemporánea (en manos del irlandés Sean Scully, en La Pedrera) nos permiten trazar un itinerario que convierte la capital catalana en una suerte de gran aula magna en la que celebrar una clase magistral de historia del arte.

Francisco de Zurbarán

Francisco de Zurbarán. San Francisco de Asís según la visión del Papa Nicolás V. Museu Nacional d’ Art de Catalunya. 

MNAC

Zurbarán (sobre)natural 

¿Pueden tres versiones de un mismo cuadro ser el reclamo principal de una exposición llamada a convertirse en uno de los hitos del año? Sí, si se trata de las tres versiones de San Francisco de Asís según el Papa Nicolás V, de Francisco de Zurbarán (1598-1664). Gracias a la colaboración entre el Musée des Beaux Arts de Lyon, el Boston Museum of Fine Arts y el Museo Nacional d'Art de Catalunya, los tres lienzos se presentan juntos, por primera vez, en la principal de las salas temporales del MNAC y permiten confrontar las tres pinturas, volver a uno de los maestros más importantes del Siglo de Oro español (al lado de una selección de obras procedentes de museos españoles e internacionales) y descubrir cómo los artistas contemporáneos lo homenajean y llevan a cabo una búsqueda paralela a su voluntad de ir más allá de la realidad tangible para encontrar una dimensión profunda y espiritual de la vida.

Toni Catany

Toni Catany. Naturaleza muerta núm. 148. Museu Nacional d’Art de Catalunya.

MNAC

Abierta hasta el próximo 29 de junio, la exposición Zurbarán (sobre)natural es una producción del MNAC que debe mucho del trabajo del equipo de restauradores, que ha recuperado el aspecto original del lienzo, perteneciente a la colección permanente del museo catalán. Tras un profundo proceso de restauración, ahora es posible observar detalles del cuadro que el paso del tiempo había ocultado. Así mismo, los curadores de la muestra, Àlex Mitrani y Joan Yeguas, ponen el foco en las conexiones que se establecen entre la trascendencia de la realidad anhelada por Zurbarán y la práctica de los artistas contemporáneos. Antoni Llena y Eulàlia Valldosera firman sendas instalaciones realizadas específicamente para la exposición mientras que las obras de Toni Catany, Aurèlia Muñoz y Antoni Tàpies, entre otros, conectan con la aspiración de Zurbarán por llegar a una experiencia artística que supere la simple cotidianidad.

Fernando Botero La Menina según Velázquez

Fernando Botero. La Menina, según Velázquez, s.f. Óleo sobre lienzo, 198 x 160 cm. Colección privada. 

PALAU MARTORELL

Fernando Botero, un maestro universal 

Tas el reencuentro con Zurbarán en el MNAC, esta imaginaria clase magistral de historia del arte nos llevaría tras la pasos de un artista colombiano fascinado por el legado de otros tres pintores insignes: Velázquez, Goya y Tiziano. Fernando Botero (1932-2023) encontró en las obras de estos tres artistas, expuestas en las salas permanentes del Museo del Prado, la inspiración para encontrar un estilo, único y original, que lo llevaría a ser reconocido como uno de los creadores más importantes del siglo XX. La menina, según Velázquez, uno de los cuadros que nos muestra la profunda devoción de Botero por el pintor extremeño es, tras más de 40 años lejos del ojo del público, uno de los muchos reclamos de la exposición Fernando Botero, un maestro universal, la mayor dedicada al colombiano en nuestro país y una ocasión única para celebrar su legado cuando se cumple un año y medio de su fallecimiento. 

Fernando Botero La Calle Palau Martorell

Fernando Botero. La calle, 2000. Óleo sobre lienzo, 205 x 128 cm. Colección privada. 

PALAU MARTORELL

Comisariada por Lina Botero, hija del artista, y Cristina Carrillo de Albornoz, curadora experta en su obra, la muestra presenta, en el Palau Martorell y hasta el 20 de julio, un conjunto de más de 110 piezas procedentes de colecciones privadas. Esculturas, pinturas al óleo, pasteles, acuarelas y dibujos a lápiz, sanguina y carboncillo nos muestran la versatilidad de un artista que experimentó con las técnicas más diversas y que encontró su propio lugar en el mundo con una exaltación del volumen nunca vista hasta el momento. Un signo distintivo que lo convirtió en un creador tan reconocido por los grandes museos como apreciado por el gran público. Convencido de que "el arte debe producir placer", el nombre de Fernando Botero se asocia a sus series dedicadas a Latinoamérica, el circo, la religión y la naturaleza muerta pero, tal como se descubre en esta exposición, su práctica artística también incluyó denuncias a la violencia en Colombia y la tortura en Irak. 

Sean Scully

Sean Scully. Fez, 2024. Gentileza de l’artista.

Eva Herzog

Sean Scully, retorno a Barcelona 

Si la capital catalana puede sentirse orgullosa de poseer ese gran lienzo de Zurbarán (en la colección permanente del MNAC) y una escultura de vastas dimensiones de Botero (el icónico Gato de la Rambla del Raval), también puede presumir de haber sido el lugar de residencia y trabajo, durante casi 27 años, de uno de los artistas más destacados de la abstracción contemporánea. Sean Scully (Dublín, 1945) y su esposa, Liliane Tomasko, se instalaron en la ciudad en 1994 y el irlandés creó, en varios estudios de Ciutat Vella y del Eixample, algunas de las obras que ahora se presentan en La Pedrera. La exposición Sean Scullyorganizada por la Fundació Catalunya La Pedrera, supone la vuelta a la ciudad condal de un artista que celebrará su 80 aniversario el próximo 30 de junio, justo unos días antes de la clausura de la muestra, prevista para el 6 de julio.

Sean Scully

Sean Scully. 55 (2025). Una nueva escultura que el artista ha creado expresamente para esta exposición.

Eva Herzog

A modo de bienvenida a los visitantes, la escultura 55 (sobre estas líneas), con sus casi siete metros de altura y múltiples colores, dialoga con la arquitectura de Gaudí y avanza la carga simbólica que Sean Scully ha concedido al color a lo largo de seis décadas de producción.

Incluyendo más de 60 obras ordenadas cronológicamente –pinturas, esculturas, fotografías, dibujos, acuarelas y pasteles–, la exposición comisariada por Javier Molins –crítico de arte, periodista y escritor– ofrece una visión completa de su práctica artística: de sus inicios como pintor figurativo, influenciado por los expresionistas alemanes, a los años en que participó de la escena minimalista de Nueva York y, finalmente, las composiciones de líneas, franjas y bloques que lo han convertido en un miembro relevante del arte abstracto. Un camino vital que ha llevado al artista dublinés a capturar "algo que refleje la dimensionalidad del espíritu humano dentro de la cuadrícula de nuestro mundo". Una búsqueda de lo espiritual que Zurbarán, de bien seguro, hubiera celebrado.