A contracorriente de una época que negaba a las mujeres su papel en el diseño, y en prácticamente cualquier otra disciplina fuera del hogar, la arquitecta francesa sentó las bases del interiorismo contemporáneo. En toda biografía de Charlotte Perriand se cita siempre la misma anécdota: cuando en 1927, con apenas 24 años, la arquitecta y diseñadora llamó a la puerta del pope de la arquitectura moderna, este la despachó con un “lo siento, aquí no bordamos cojines”. Poco después el primo y colaborador de Le Corbusier, Pierre Jeanneret –otro talento que “sufrió” la sombra alargada del genio– le mostró el trabajo de interiorismo que Perriand había realizado en su propio ático en el Salón de Otoño de París, y Le Corbusier no tuvo más remedio que reconocer su valía y acogerla en su estudio.

Algunas de las piezas de Charlotte Perriand expuestas en el espacio MINIM de Vía Augusta.

El legado de Charlotte lo siguen conservando sus herederos, sobretodo su hija, Pernette Perriand, y su marido Jacques Barsac, autor de varios libros sobre la creadora. Ambos siempre tienen buenas palabras para la diseñadora, Barsac dice de ella que siempre puso a las personas y sus necesidades en el centro de sus diseños, y cómo estos tienen el denominador común del movimiento y el dinamismo, fruto no solo de la idea de flexibilidad funcional con el que los ideaba, sino también de su propio estilo de vida, como amante de los deportes y la vida al aire libre.

Pernett Perriand, hija de Charlotte, y su marido Jacques Barsac, estudioso de la obra de la creadora, asistieron a la inauguración de la muestra.

La revolucionaria carrera de Perriand se crece en el contexto de una época desfavorable para la mujer y para las ideas políticas con consciencia social y de izquierdas, ideología muy presente en la vida, pero sobre todo en la obra de la diseñadora quien se lanza a la creación de muebles que escapan de la estética abigarrada de décadas atrás, y que apuestan por un diseño sobrio, formal y en los que la ergonomía y la funcionalidad se antojan factores tan relevantes como el resto.

Estantería Nuage de Perriand para Cassina.

Dentro de los cánones de la época podía haberse conformado con la aprobación de Le Corbusier y una carrera en un discreto segundo plano, pero su carácter inconformista hacia el establishment de la arquitectura del momento la condujo a dimitir del Salón de artistas decoradores. Sus destrezas y principios necesitaban otro marco creativo para desarrollarse y fue así como fundó, junto con otros miembros como Robert Mallet-Stevens o René Herbst, la Union des Artistes Modernes. Los diseñadores y arquitectos militantes de este nuevo movimiento tenían como fin explorar las múltiples posibilidades de los nuevos materiales y técnicas a los que tenían acceso para adaptarlas a una visión actualizada y revisada de las artes decorativas.

Mesa Petalo de Perriand para Cassina.

Su trabajo fotográfico, otro de sus tantos talentos, constituiría la base inspiratoria de algunos de sus creaciones más rompedoras: en los años 60, en plena madurez artística, la arquitecta materializa una de sus obras más importante y el proyecto en el que con fluyen todas sus investigaciones previas sobre arquitectura, prefabricación, industrialización y materiales. Hablamos del resort “Les Arcs Resort” en Saboya, Francia. Un complejo invernal construido siguiendo tres normas: respetar la zona y el entorno natural, conservar los antiguos chalets de montaña y usar materiales locales. Probablemente el mejor ejemplo de su constante búsqueda y estudio de nuevas formas de habitar.

Chaise longue Tokyo de Perriand para Cassina.

A pesar de una carrera incombustible, llena de piezas icónicas y una personalidad impropia de su tiempo, Perriand ha sufrido las consecuencias de no ser hombre. Ahora toca que la historia le devuelva el lugar que corresponde.

Silla Indochine de Pierrand para Cassina.

Mobiliario Maison du Brésil.