Una de las salidas más polémicas de Vogue fue la de su directora de moda Lucinda Chambers después de 36 años en la edición británica de la revista. Pasó en 2017, y aquello supuso un enorme varapalo para la industria de la moda aunque, todo sea dicho, a la vez resultó una maravillosa noticia dentro del mundo de la decoración y el interiorismo en el que esta inglesa está cada vez más metida, aplicando su ojo y apreciación por el color y los estampados, dos de las cosas por las que tanto triunfaron sus portadas.

Dos proyectos en concreto son los que la han convertido en todo un referente también en el mundo decó. El primero es una tienda online multimarca llamada Collagerie, en la que Chambers y una compañera suya de la etapa de Vogue, Serena Hood, proponen ropa y una selección súper amplia de firmas para vestir la casa, que la mayoría, al ser nicho, resultan un auténtico descubrimiento.

En Collagerie tienen menaje de la marca australiana Dinosaur Designs y cerámicas del diseñador Henry Holland, además de tejidos de John Lewis, también de Dusen Dusen –la firma de la estadounidense Ellen Van Dusen- y hasta muebles tapizados de la casa londinense Ceraudo, hechos a mano por artesanos de la India. La otra marca de Chambers es Colville, para la que diseña piezas alegres y optimistas que van desde alfombras y mantas a cojines y pufs. Y no solo eso. En el perfil de Instagram de la inglesa, a punto de alcanzar los 79.000 seguidores, se puede ver que ella misma es clienta de sus objetos y accesorios, los cuales emplea para la casa del barrio londinense de Shepherd's Bush, al oeste de la ciudad, donde se mudó con su familia en los años 80, según contaba ella a la revista centenaria House & Garden a principios de este verano.

La vivienda, de estilo victoriano claro está, aparece en las redes pintada de todo tipo de colores: el rojo tiñe la sala de estar de la planta baja, el comedor contiguo es de un amarillo brillante y el pasillo central, marrón, negro y gris azulado. ¿Sorprende este detalle? No viniendo de Chambers, que además cada rincón lo ha llenado de piezas de mercadillos indios, africanos o el de Portobello de Londres. "Todos esos elementos hablan entre sí y mantienen una conversación agradable2, confesaba a House & Garden: "O a veces quiero que discutan un poco". Pero no demasiado, porque la inglesa contrató a un colgador de cuadros profesional para que le diera orden y coherencia a lo que ella colecciona. "Contratarlo ha sido una de las mejores inversiones que he hecho", añadía.

Los productos de Colville también se pueden ver en el Instagram de Chambers colocados en su otra vivienda a las afueras del pueblo de Lachapelle en Toulouse, Francia. Es una casita del siglo XIX cuyos establos se han reconvertido en cocina y comedor, entre sofás de Ikea cubiertos por telas kantha indias, alfombras de una casa de antigüedades de Suecia, cojines de Marrakech o hechos con telas de su madre. Todo apunta a que la inglesa es una manitas ya que, de acuerdo a ella, la antigua bañera que rescató va acompañada de azulejos pintados con sus manos, y las otomanas las montó con patas vintage que alguien se las vendió en eBay. Sabiendo esto, hay que agradecerle al mundo que Lucinda Chambers se despidiera de la moda. No es que ahora, así de repente, haya nacido una gran decoradora, ella siempre lo ha sido. Solo que, en vez de adornar cuerpos, hoy viste estancias e interiores con el gusto excepcional que la caracteriza.