La potenciación de la luz en un espacio interior parte de dos máximas de sobras conocidas: por un lado, facilitar la iluminación natural; y por otro, la utilización de tonalidades claras y luminosas.

Es evidente que la dimensión de las ventanas es directamente proporcional a la luz que aportan, pero hay otras cosas a considerar. La luz del sur es la más dura de todas y crea un exceso de contraste que puede hacernos percibir los espacios donde no da el sol como “más oscuros de lo que realmente son”. La luz del norte, en cambio, es mucho más difusa y homogénea y por tanto mejora la sensación de que el espacio está iluminado hasta el último rincón.

Las ventanas a este y oeste son las que más varían su aporte de luz a lo largo del día: directa y dura por la mañana y difusa al atardecer en el este, al contrario que las del oeste. Por eso tendremos en cuenta los usos de los espacios a estas orientaciones en función de la necesidad de luz de cada uno.

La luz es el primer elemento de cualquier diseño; sin ella no hay color, ni forma, ni textura. Cuando pensamos en cómo quedará un determinado empapelado, una cerámica o un cuadro colgado, imaginamos inconscientemente la luz que los bañará. Proyecto de AR Design Studio.

Juego de huecos

Podemos sentirnos tentados de disponer enormes ventanales para lograr mayor aporte de luz, incluso espacios a doble altura con ventanas que se elevan más de cuatro metros. Pero cuidado, estas decisiones conllevan unas mayores pérdidas térmicas puesto que los vidrios no aíslan igual que las paredes.

Si queremos más luz natural con ventanas de tamaños controlados, la solución pasa por colocar lucernarios o ventanas en cubierta; su aporte de luz es sensiblemente superior. En contrapartida, tendremos que diseñar muy bien su impermeabilización, aunque lo cierto es que en la actualidad los principales fabricantes ofrecen soluciones constructivas muy fiables.

La luz del sol trae asociado un componente térmico: la radiación ultravioleta. Este parámetro es especialmente interesante desde el punto de vista de la eficiencia energética. Una vivienda bien diseñada y aislada térmicamente puede llegar a prescindir de la calefacción en invierno si se orienta de forma que varias horas al día la radiación solar caliente los materiales del interior. Proyecto de Norm Architects.

Otra muy buena solución para aumentar la sensación de luz natural es la disposición de un patio central alrededor del que organizar la vivienda. Sumado a un correcto control de aperturas y filtros solares conseguiremos el mejor diseño de iluminación y ventilación pasiva que se conoce, aunque tenga más de mil años.

Por último destacaremos la importancia de percibir los matices de luz desde dentro de cualquier espacio habitado, para que nuestro organismo sincronice sus biorritmos: la inducción del sueño por la noche, la inhibición de la sed al dormir, la activación de los intestinos al despertarnos, la mejor actividad cognitiva a media mañana...

Las ventanas orientadas a sur, sureste y suroeste son fantásticas para captar luz natural, pero también reciben radiación directa del sol; si ubicamos zonas de trabajo como una cocina o un taller tendremos problemas de deslumbramiento. La luz, al impactar de forma directa sobre un material, incrementará el contraste con las zonas que estén en sombra creando la sensación de ceguera momentánea, algo muy poco práctico.

El buen artificio

Donde no llega el sol llega la luz artificial. Los avances en tecnología y la reducción de los problemas de temperatura en las fuentes de luz han permitido que hoy podamos llevar luz artificial a literalmente a cada rincón de nuestra casa.

En la actualidad encontramos en el mercado tocadores que nos iluminan la cara cuando los abrimos, cajones y estanterías con iluminación incorporada para encontrar cualquier objeto que busquemos y un largo etcétera. El campo de la iluminación interior es amplio y es recomendable contratar a un técnico en iluminación para sacarle todo el partido.

La luz difusa de orientación norte es ideal para estudios de pintura y zonas de trabajo; una luz homogénea a la vez que intensa y de amplio espectro electromagnético. Este es el motivo por el que la mayoría de lucernarios de casas, fábricas y museos tienen esta orientación. Espacio de Kichi Architectural Design.

Por un lado hemos de adecuar la temperatura de color (0K) al uso. Otro parámetro a controlar es la intensidad de luz (lux), que ha de variar en función de la actividad de cada zona y la hora del día si queremos reforzar nuestros biorritmos. Por último destacaremos el índice de reproducción cromática (IRC), que conviene que sea elevado cuando necesitemos una buena percepción de los colores de los objetos que nos rodean, por ejemplo de la ropa, tonos de maquillaje etcétera.

Ya hemos destacado la gran importancia de percibir los matices de la luz natural desde tantas piezas de la vivienda como sea posible. Para lograrlo existen varias estrategias, y más de una se basa en la utilización del vidrio. Es interesante crear lucernarios entre plantas interiores para “bajar” literalmente el excedente de luz de los niveles superiores al resto de la casa.

Conviene disponer el mobiliario de manera que no interrumpa el acceso de la luz a las estancias y evitar así que proyecte sombras sobre los interiores. Los efectos positivos –y negativos– sobre los espacios donde se aplica este principio de “no interrupción de la luz” son espectaculares. Casa P en Victoria, Australia, diseño de CJH Studio.

También surte efecto crear superficies acristaladas en las franjas superiores de los tabiques que dividen las piezas de fachada de las interiores. Cuando planteamos este tipo de opciones en un proyecto suele aparecer la problemática de la privacidad; para resolverla tenemos múltiples opciones: vidrios traslúcidos (que además de prácticos son sugerentes), vidrios-espejo (que dejan pasar la luz, pero no la vista); incluso para los problemas de acústica hay solución.