Para conocer bien una localidad, es necesario saber su historia. Y la de Albarracín comienza con la familia berber Banu Razín, de quien adquiere su nombre. Antes de convertirse en el pueblo que es hoy en día, Albarracín fue un castillo árabe, que creció cada vez más gracias a su ventajosa ubicación. 

El río Guadalaviar y la sierra que lo rodea propiciaron su crecimiento y el desarrollo de una fuerte actividad comercial, lo que se tradujo en evolución y apertura al mundo exterior. 

vista de Albarraci´n con catedral Istock

Vista de Albarracín con la torre de la catedral. 

Istock

Una paleta de color única

La sierra de Albarracín esconde muchos secretos. No se trata únicamente del panorama natural que rodea el pueblo, sino que también es la razón de que las viviendas de este lugar se tiñan de un color tan característico. Mires a donde mires, el yeso rojo es el claro protagonista cromático de Albarracín. Junto a los clásicos piedra y la madera, es el material más utilizado en la arquitectura del lugar. 

 

Y este yeso se obtiene en la sierra que rodea la localidad, y es fruto de la mezcla entre yeso normal y óxido de hierro. Este material no destaca solamente por el color rojo pálido que produce, sino que también se define como un material de lo más resistente y sólido. 

Si quieres estar al día de todo lo que publicamos en Arquitectura y Diseño, suscríbete a nuestra newsletter.

Muralla de Albarraci´n Istock

Muralla de Albarracín. 

Istock

Un extenso legado medieval

El turismo en Albarracín no deja indiferente a nadie. Las enormes construcciones medievales se extienden por toda la localidad como joyas que debemos ir encontrando. Poco a poco, tomándonos el tiempo de admirarlas y situarlas en la historia. La muralla que aún se conserva del antiguo castillo árabe, la exquisita catedral de piedra, y el Palacio Episcopal elevan aún más la belleza histórica de Albarracín. 

Interior de la catedral de Albarraci´n Istock

Vista interior de la catedral de Albarracín. 

Javier Zori del Amo

La catedral, entre el gótico y el Renacimiento

Situado en uno de los puntos más altos de Albarracín, la catedral es un imprescindible de este pueblo. Su acceso es posible gracias a las visitas guiadas que ofrece la fundación Santa María de Albarracín. Esta institución, creada para potenciar el turismo y la restauración del patrimonio del pueblo, también se encargó de la rehabilitación de la catedral. 

Si el exterior de la catedral de Albarracín ya es todo un símbolo medieval, su interior es una joya arquitectónica. Un dato curioso es que está situada donde en su momento se emplazó una mezquita, símbolo del peso que tuvo la conversión de la ciudad en  1170. A medio camino entre el gótico y el Renacimiento, este templo es una de las atracciones turísticas más aclamadas. 

De su construcción original, aún se conservan varios elementos, como los frescos y una ventanuca medieval. El color rojizo característico de Albarracín también está presente en esta catedral, ya que el retablo de San Pedro está diseñado con madera de pino de la sierra de Albarracín. 

Palacio Episcopal de Albarracín Shutterstock

Fachada del Palacio Episcopal de Albarracín

Shutterstock

El Palacio Episcopal, un escenario cultural

La majestuosa escalera y la sorprendente fachada convierten al Palacio Episcopal en un lugar de interés para los turistas de Albarracín. Lo que antaño fue el hogar de figuras eclesiásticas, hoy en día es el escenario de las actividades culturales de la fundación Santa María de Albarracín.

El turismo es una de las principales fuentes de ingresos de este encantador pueblo, que ha acogido a miles de visitantes desde que en 1961 se declaró como Monumento Nacional. A lo largo de esta localidad, se encuentran hoteles, albergues y restaurantes que facilitan la movilidad a turistas y les permite vivir la experiencia albarracinense en todo su explendor. 

Casa de la Julianeta desde el Arco de Medina Javier Zori del Amo

Casa de la Julianeta vista desde el Arco de Medina.

Javier Zori del Amo

Otros puntos de interés

Antes de marcharse de Albarracín, es imprescindible visitar otros puntos, que se encuentran entre los favoritos de los turistas. La Casa de la Julianeta y la Casa Azul son dos sorpresas que nos brinda el paseo desde la muralla hasta el casco histórico. La Casa Azul que, como su nombre indica, sorprende por el color de su fachada, cuenta la historia de la familia Navarro de Alzuriaga, quienes, en el siglo XVIII, optaron por pintar la su vivienda de azul para diferenciarse de sus vecinos. 

Con forma rectangular y vistas a la catedral y el campanario, la Plaza Mayor de Albarracín es una parada obligatoria. Desde una de sus terrazas, se puede observar el paisaje de alrededor y descubrir todos los encantos de la localidad turolense, que se alza como una de las más encantadoras de la provincia.